El sacerdote Miguel Pérez es párroco de la iglesia de San Justino Mártir, en la localidad palestina de Nablús. A sus 18 años, se fue de España al seminario Redemptoris Mater de Galilea, de allí fue destinado a Jordania y después a Palestina, donde lleva cuatro años.
En medio de un clima de incertidumbre política y social, los cristianos de Tierra Santa continúan viviendo su fe entre desafíos que ponen a prueba su esperanza. En conversación con Omnes, el sacerdote comparte cómo anima a los fieles que se sienten tentados al desánimo y reflexiona sobre el testimonio silencioso del Evangelio en una sociedad mayoritariamente musulmana.
En un contexto donde la tensión y la incertidumbre son parte de la vida cotidiana, ¿cómo vive y transmite usted la esperanza cristiana a los fieles que pueden sentirse tentados a la desesperanza?
Creo que ahora la fe en Dios es fundamental, es decir, la gente está perdiendo la esperanza ya que el futuro es muy incierto. Creo que lo que nos puede mantener firmes es la seguridad de que todo es para bien y de que el Señor sabrá llevar todo a buen término. Esto no es evadirse de la realidad, sino que la fe en Dios es lo que nos puede dar la fuerza y la valentía para seguir construyendo este nuestro país. Digamos que incluso en las conversaciones cotidianas trato de transmitir la idea de que hay que seguir involucrándose en la vida social y trabajar para salir adelante y veo que en general esa actitud la tienen, pero lo que no debemos hacer es caer en el victimismo.
En una sociedad mayoritariamente musulmana, ¿cómo percibe que los cristianos pueden ser testimonio del Evangelio sin necesidad de palabras, solo a través de su forma de vivir?
Los cristianos son testigos del Evangelio en Tierra Santa en la medida en la que cargan con su cruz. La situación de conflicto que se vive aquí es una cruz. Quedarse aquí sin rebelarse y sin levantar exclamaciones de odio creo que es la mejor forma de evangelizar actualmente. Por otra parte, es cierto que muchos cristianos están emigrando buscando una vida más tranquila. Como dice Cristo, «el espíritu es fuerte pero la carne es débil». Por tanto, en primer lugar, es necesario no parar de evangelizar a los cristianos, para que sigan siendo sal. Esto significa vivir la ocupación israelí con paciencia y amar a aquellos musulmanes que desprecien el cristianismo.
Hablas de cómo la mentalidad del Estado se va transmitiendo a los pequeños grupos, recibiendo así ofensas en tu parroquia ¿Cómo es la relación con las autoridades musulmanas?
La mentalidad de Daesh (el supuesto Estado Islámico) se está transmitiendo afectando sobre todo a las personas que son mentalmente más vulnerables. Por ahora no es una amenaza para los cristianos, no estamos siendo perseguidos directamente. Sin embargo, por causa de algunas personas que tienden al fanatismo, los cristianos se están encontrando a veces situaciones incomodas en los centros docentes y en los lugares de trabajo. Pero esto no es la situación general que define las relaciones entre cristianos y musulmanes en Palestina y en Nablús. De hecho, las autoridades musulmanas son muy respetuosas con las iglesias y con los cristianos.
Muchos jóvenes palestinos, también cristianos, emigran por falta de oportunidades o por miedo al conflicto. ¿Qué “estrategias” tiene la Iglesia local para mantener viva la fe entre los jóvenes que se quedan?
No hay estrategias específicas, pero son muchas las actividades para jóvenes que se hacen en las parroquias, sobre todo a través del grupo juvenil «La Patria de Jesús», que es un grupo que se esfuerza por reunir a los jóvenes universitarios y formarlos para que sean catequistas de los niños y los adolescentes de la parroquia. Este movimiento además conecta las parroquias y crea lazos entre los cristianos a lo largo del país.
Ha dicho que los cristianos viven “abandonados a la voluntad de Dios”. ¿Qué ha aprendido usted personalmente sobre los fieles en Palestina?
Podríamos decir que esta guerra empezó en 1948, por lo que la mayoría de la población ha nacido en la guerra y están acostumbrados a estas situaciones. Varias veces han sido ellos los que me han reconfortado a mí con palabras de fe. Aunque también es verdad que la gente está más desanimada después de los bombardeos que han devastado Gaza y después de la supuesta paz que se firmó en octubre de este año (2025) que no parece que vaya a ayudar a los Palestinos. Se nota bastante el pesimismo, pero esperemos que la gente recupere el ánimo.
La comunidad cristiana de Nablús reúne a católicos, ortodoxos, grecocatólicos y anglicanos. ¿Qué frutos espirituales ha visto en esta convivencia ecuménica tan cercana y práctica?
Veo que los cristianos debemos colaborar como hermanos en Cristo. Cada iglesia debe conservar su propio patrimonio, sin embargo, creo que en los lugares como Nablús debemos adelantarnos a los tiempos y empezar a mirarnos como una sola familia cristiana. La gente agradece mucho esta comunicación constante entre las parroquias y hace que podamos ejercer mejor nuestro papel en la sociedad. Además, considerarnos una comunidad hace que las instituciones y las actividades de cada iglesia sean una riqueza para las otras. Además las divisiones en las confesiones cristianas son motivo de escándalo tanto para nuestros vecinos musulmanes como para los mismos cristianos, ya que los fieles de las diferentes confesiones suelen estar ligados por lazos familiares.
A pesar de las dificultades, usted y otros sacerdotes permanecen allí, sosteniendo pequeñas comunidades. ¿Qué significa para usted estar en Tierra Santa hoy, y cómo experimenta la misión de ser un signo de unidad y esperanza?
Es una gracia poder sufrir por Jesucristo. Es verdad que en mi día a día no estoy expuesto al peligro, pero hay estrecheces de muchos tipos, sobre todo la inseguridad de las carreteras que están llenas de puntos de control israelíes. Creo que somos un signo de que nuestra vida no es para construirnos un paraíso en la tierra, sino para donarnos a los demás, anunciando así la venida del Reino de Cristo. Además, aquí tenemos que vivir el día a día, porque no sabemos nada del mañana y además es casi imposible planear nada porque la situación es muy precaria. La violencia de los colonos en los territorios palestinos está aumentando y las carreteras se cortan con frecuencia. Sólo sabemos que tenemos que vivir el hoy en la gracia de Dios.




