De familia cristiana, san Gregorio nació en Roma hacia el año 540. De joven llegó a ser prefecto de la Urbe. Más tarde, distribuyó su patrimonio a monasterios y se hizo monje en la abadía benedictina de San Andrés, de la que luego fue abad. El papa Pelagio II le nombró legado pontificio en Constantinopla, pero el Pontífice falleció víctima de la peste. Y el año 590 san Gregorio Magno fue elegido Papa el que sería apóstol de Inglaterra.
En su Pontificado sobresalió por su celo por la liturgia y la elaboración del Sacramentario que constituye el núcleo fundamental del Misal Romano. También por la promoción del canto litúrgico que lleva su nombre (gregoriano) y su impulso evangelizador.
El año 597, san Gregorio envió a san Agustín de Canterbury y a un grupo de cuarenta monjes a evangelizar a los anglosajones, en Inglaterra. La misión llevó la fe cristiana al rey Ethelberto, que se había casado con Berta, princesa cristiana de la familia real de los francos, y a miles de sajones, y sentó las bases para la expansión del cristianismo en Europa. San Gregorio Magno falleció el 12 de marzo de 604.
Mártires en Japón, Corea y Francia
La liturgia acoge también hoy a los gesegnet Bartolomé Gutiérrez y compañeros mártires en Japón. Tres de ellos eran agustinos, uno jesuita y dos franciscanos. Fueron apresados en persecuciones contra los cristianos, y quisieron hacerles apostatar, pero ellos permanecieron firmes en la confesión de Cristo. Tres ser torturados, les quemaron en 1632 en Nagasaki.
Los santos Juan Pak Hu-jae y cinco mujeres eran laicos a los que hicieron sufrir también por su firmeza en la fe, y murieron decapitados en Seúl (Corea) el 3 de septiembre de 1839.
La liturgia celebra asimismo hoy a otros 72 beatos mártires franceses, en su mayoría sacerdotes, de la diócesis de París o de otras diócesis o institutos religiosos. Fueron asesinados el 3 de septiembre de 1792, un día después, en el seminario lazarista de San Fermín de París.