Se cree que el origen de la fiesta de la Natividad de la Virgen María está ligado a la dedicación, en el siglo IV, de una antigua basílica mariana de Jerusalén. Sobre sus ruinas fue construida en el siglo XII la actual iglesia de Santa Ana. La tradición dice que en este lugar, explica Vatican News, estuvo la casa de los padres de María, san Joaquín y santa Ana, donde nació la Virgen, que sería Madre de Jesús, Madre de Dios.
Esta fiesta de la Santísima Virgen Maria tiene lugar nueve meses después de la fecha de la Inmaculada Concepción, el 8 diciembre, y parece que comenzó a celebrarse en la Iglesia Oriental de Bizancio (antigua Constantinopla, ahora Estambul).
La festividad de Nuestra Señora comenzó a celebrarse en el siglo VIII en Roma, con el Papa Sergio I aunque tiene su origen en Jerusalén. Es la tercera fiesta de la “natividad” en el calendario romano, que conmemora la Natividad de Jesús, el Hijo de Dios (25 de diciembre, Navidad). La de san Juan Bautista (24 de junio), y la de la Santísima Virgen María, el 8 de septiembre.
Perspectiva de los misterios de la salvación
La liturgia une el aniversario del nacimiento de la Virgen con la perspectiva del comienzo de los misterios de la salvación, escribe el franciscan directory. “La celebración mariana es la primicia de los bienes que su Hijo nos traerá”. En esta misma fecha, en días inmediatos y siguientes, se celebra a la Virgen bajo múltiples nombres y advocaciones.
El 15 de agosto, en la solemnidad de la Asunción de María, dijo el Papa León XIV en la homily of the Mass, celebrada en la parroquia de santo Tomás de Villanueva, en Castel Gandolfo. «En la cruz, venció la confianza; venció el amor, que es capaz de ver aquello que aún no llega; venció el perdón». Y María estaba; estaba allí, unida al Hijo. Hoy podemos intuir que María somos nosotros cuando no huimos, somos nosotros cuando respondemos con nuestro ‘sí’ a su ‘sí’”.