La devoción a la Mater Dolorosa, Nuestra Señora de los Dolores, extendida de modo particular en los países mediterráneos, se desarrolló a partir de finales del siglo XI. El Papa Pío VII introdujo la celebración en el calendario litúrgico romano en 1814. Y san Pío X fijó la fecha definitivamente en el 15 de septiembre, pasando de los ‘Siete Dolores’ a ‘Nuestra Señora de los Dolores’, señala Vatican News.
Testimonio de la antigüedad de esta devoción es el ‘Stabat Mater’, atribuido al Beato Jacopone da Todi (1230-1306). En el s. XV se encuentran ya las primeras celebraciones litúrgicas de María dolorosa al pie de la Cruz, explica la agencia vaticana. No hay que olvidar que en 1233 se fundó la Orden de los frailes ‘Siervos de María’. Los serbitas contribuyeron extender la devoción a Nuestra Señora de los Dolores.
La fiesta conmemora el sufrimiento y la fortaleza de María durante la Pasión y Muerte de Jesús. La advocación es conocida también por otros nombres como La Dolorosa, Virgen de la Amargura y Virgen de la Piedad. En unión a la obra redentora del Hijo, María se convierte en la Madre que da a luz a todo cristiano, a todo discípulo de Jesús.
María, al pie de la cruz
Refiriéndose a esta celebración, wrote san Pablo VI: es “ocasión propicia para revivir un momento decisivo de la historia de la salvación. Y para venerar junto con el Hijo exaltado en la Cruz a la Madre que comparte su dolor”. En unión a la obra redentora del Hijo, María se convierte en la Madre que da a luz a todo cristiano, a todo discípulo de Jesús.
Benedicto XIV anotó en su encíclica ‘Deus caritas est’ que nuestra Madre “es humilde”, y mujer de fe, de esperanza. «Una mujer que ama”, como recoge el libro ‘María’. “La hora de la Madre llegará solamente en el momento de la cruz, que será la verdadera hora de Jesús. Entonces, cuando los discípulos hayan huido, ella permanecerá al pie de la cruz”.