ColumnistsDiego Blázquez Bernaldo de Quirós

¿Qué significa hoy ser iglesia misionera en un mundo secularizado?

La misión de la Iglesia en tiempos de secularización no es estrategia ni marketing, sino cercanía, compasión y la certeza de que Cristo actúa en cada corazón.

15 de September de 2025-Reading time: 2 minutes
iglesia misionera

© Elianna Gill

Vivimos un tiempo de paradojas. La fe que transformó continentes y dio identidad a pueblos enteros hoy parece relegada al margen de la vida pública. Europa, y también buena parte de América, muestra signos evidentes de secularización: iglesias vacías, jóvenes que ya no se identifican con ninguna religión, y una creciente desconfianza hacia lo institucional.

Frente a este panorama, muchos se preguntan: ¿qué sentido tiene hablar de misión?

La tentación es responder con nostalgia o con lamento. Recordar tiempos pasados en que la Iglesia marcaba la vida social, o quejarse de que el mundo ya no nos escucha. Pero la misión no nace de la añoranza, sino de la certeza: Cristo sigue vivo y actúa. La Iglesia misionera no es un recuerdo, es la identidad misma del pueblo de Dios. No existe otra Iglesia posible.

Hoy la misión se juega en otro terreno: no en la conquista de espacios, sino en el testimonio personal y comunitario. El mundo secularizado no necesita discursos largos, necesita hombres y mujeres que vivan de manera coherente la fe que profesan. Ser misionero hoy significa tener la valentía de ser diferente sin caer en la arrogancia, de vivir la alegría del Evangelio en medio de la indiferencia.

La misión tampoco es un marketing religioso. No se trata de diseñar estrategias de expansión como quien lanza un producto nuevo. La misión es salir al encuentro, como Jesús en los caminos de Galilea: con compasión, cercanía y verdad. Se trata de abrir espacios de escucha, de tender puentes, de mostrar que la fe ilumina las preguntas más hondas del corazón humano.

En colegios, parroquias y comunidades religiosas, la misión se concreta en gestos sencillos: una educación que forma personas libres y solidarias; una pastoral que no se limita a ritos, sino que acompaña procesos; una comunidad que acoge, perdona y camina con los más frágiles. La misión no se mide por números, sino por la capacidad de sembrar esperanza.

La Iglesia misionera en un mundo secularizado no es la que grita más fuerte, sino la que ama más. Es la que no se avergüenza de ser minoría, porque sabe que la levadura pequeña fermenta toda la masa. No se trata de conquistar, sino de servir. No de imponerse, sino de proponer.

En definitiva, ser Iglesia misionera hoy significa volver a lo esencial: anunciar con la vida que Cristo ha resucitado. Y si el mundo secularizado parece cerrado, más razón para mostrar que el Evangelio sigue siendo la buena noticia capaz de transformar todo corazón humano.

The authorDiego Blázquez Bernaldo de Quirós

Abogado. Consultor de congregaciones religiosas en gestión del patrimonio, fundraising y protocolos de prevención de abusos. Director de Custodec.

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