


El día 22 de abril de 2007 Benedicto XVI visitaba la basílica de San Pietro in Ciel d’Oro de Pavía, acompañado por el entonces prior general de los agustinos, el padre Robert Prevost. En esa oportunidad el pontífice pudo venerar las reliquias del gran san Agustín de Hipona, allí conservadas, pero también las de otro eminente intelectual cristiano que en esa basílica se da culto como mártir cada 23 de octubre: Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio. Se ha dado la circunstancia de que Prevost ha llegado al solio pontificio en 2025, en el XV centenario de su martirio, que debió de acontecer entre 524 y 526, pues la fecha es dudosa.
Su nombre delata el origen patricio de Boecio, rasgo que lo llevó a involucrarse en política durante el reinado de Tedorico. Llegó a tener gran importancia en la corte. Alimentaba el sueño de hacer pervivir el patrimonio político e intelectual de griegos y romanos en el nuevo orden creado por los pueblos germánicos. Entre los tesoros heredados del ya derrotado Imperio romano destacaba el cristianismo, que ya había conquistado el corazón de los vencedores. De tal modo, Boecio unió a sus afanes políticos una empresa cultural de primera categoría que se vio limitada debido a sus muchas ocupaciones y a su prematura muerte.
Se había formado no sólo en la más distinguida cultura latina, sino también en la filosofía griega, dominando la lengua helénica mucho mejor que el antes mencionado san Agustín, importante referente para Boecio. Una de las aspiraciones de este cristiano seglar y padre de familia fue facilitar a los latinos el acceso a la sabiduría griega. No podía imaginar que, pese a no lograr concluir su proyecto, iba a convertirse en uno de los grandes maestros de los intelectuales medievales. Aspiró a traducir y comentar toda la obra de Platón y de Aristóteles pensando en los que eran incapaces de leer sus libros en su lengua original. En realidad, sólo pudo traducir y comentar pocos libros de Cicerón, Porfirio y Aristóteles. Sin embargo, ello bastó para ejercer un duradero influjo.
Esta dedicación al pensamiento secular no le retrajo de hacer también varias valiosas aportaciones en teología con sus influyentes opúsculos teológicos, que acaban de volver a ser traducidos a nuestra lengua este año (editorial Sígueme). Eran años en que aún estaban candentes las grandes disputas trinitarias y cristológicas que habían ocupado las inteligencias de los Padres de la Iglesia.
La ‘Consolación’ y su legado espiritual
De este modo, Boecio, siendo uno de los últimos intelectuales romanos, es en buena medida padre de la ciencia medieval. Ahora bien, también Boecio retomará su prestigio en el Renacimiento, época en que se traducirá a diferentes lenguas romances su obra más conocida, la «Consolación de la filosofía».
Su compromiso político fue la ocasión de esta última obra, la más destacada desde el punto de vista literario. Al final del reinado de Teodorico, cayó en desgracia y pasó el final de su vida encarcelado a causa de una intriga contra él, que a la postre lo llevó a la muerte. Durante ese cautiverio redactó su «Consolación», alternando en ella el verso con la prosa y sugiriendo metáforas tan conocidas como la de la “rueda de la Fortuna”. Ciertamente a él lo había visitado una infausta fortuna, pero ello le permitió brindarnos una notable reflexión sobre la providencia divina y el sufrimiento humano.
Aunque Boecio emplea el lenguaje de los paganos, la fortuna no obedece ya en él a un ciego destino, sino que todo está regido por la providencia de Dios. Ningún daño experimenta quien se cobija en sus manos, cuya única desgracia está en separarse de Él. Muchas veces, cuando lo pasamos mal y alguno nos anima a confiar en el plan de Dios, tendemos a pensar que resulta fácil esgrimir ese argumento al que no padece. En cambio, en la magistral «Consolación» de Boecio encontramos la vibrante protesta del consuelo que se halla en la contemplación de la providencia por parte de quien padeció por ser fiel a Dios, leal a su rey, a la verdad y a su conciencia.
Professeur associé, Faculté de philosophie, Université ecclésiastique San Daámaso