


Aunque muchos apenas la adviertan, la comunidad católica china en España representa una realidad sorprendentemente activa y profundamente comprometida con su fe. En medio de una diáspora caracterizada por el esfuerzo laboral y la discreción, se estima que hay unos 2.000 católicos chinos en el país, de los cuales alrededor de 1.500 son practicantes habituales, según afirman varios de los sacerdotes que acompañan a estas comunidades.
Lejos de la atención pública, esta Iglesia florece desde dentro: catequesis, convivencias, retiros y celebraciones eucarísticas tejen una red de fe que une a distintas generaciones, muchas de ellas ya nacidas en territorio español.
Celebración del Jubileo en la Almudena
El domingo 25 de mayo de 2025, en la madrileña catedral de la Almudena tuvo lugar una Eucaristía multitudinaria con motivo del Jubileo de la Esperanza de las comunidades católicas chinas en España. Presidida por Mons. Vicente Marín, obispo auxiliar de Madrid, y concelebrada por varios sacerdotes chinos, fue un momento de profunda comunión.
Desde las 11 de la mañana, llegaron fieles de todas partes del país: Valencia, Barcelona, Bilbao, Mallorca, Zaragoza, además de las comunidades madrileñas. La liturgia, vivida con gran recogimiento, fue una expresión de unidad y diversidad.
El coro chino deslumbró a los presentes. “No soy especialista en música, pero ese coro era la traducción china del gregoriano”, comentaba uno de los asistentes. La precisión, la armonía y la espiritualidad crearon una atmósfera inigualable. Y el silencio reverente de los fieles —especialmente de los niños— impresionó a todos.
Historias de fe y coraje
Entre los presentes estaban Ana y María, acompañadas por su madre, Teresa. Su familia, marcada por la fe en tiempos de persecución, vivió una historia conmovedora. Su abuelo, antiguo funcionario comunista, se convirtió tras una experiencia espiritual ligada a su enfermedad. Su hermana, movida por un mensaje interior atribuido a la Virgen, prometió convertir a su pueblo si su hermano sanaba. Y así ocurrió.
Teresa, la hija del enfermo, vivió escondida durante meses para poder tener un segundo hijo en medio de la política del hijo único. Más tarde, emigraron a España, donde la familia ha continuado viviendo y transmitiendo su fe con libertad.
Presencia creciente: nueve comunidades
Actualmente, hay nueve núcleos católicos chinos activos en España, en Valencia, Mallorca, Bilbao, Zaragoza, Tenerife y Barcelona. En Madrid existen otras tres comunidades: en Usera, Santa Rita y Parla, esta última, en la diócesis de Getafe.
La pastoral específica en Madrid comenzó en 2007, cuando el creciente número de fieles chinos llevó a iniciar actividades en Santa Rita, una parroquia regentada por los Agustinos Recoletos. Los primeros responsables fueron el padre José Yan Tao y más tarde el padre Juan María Guo Kun Peng. Desde entonces, se celebra Misa en chino semanalmente y se mantiene una agenda constante de actividades.
En la diócesis de Getafe, más de un centenar de fieles forman parte de esta realidad. En la parroquia de los santos Justo y Pastor en Parla, entre cuarenta y cincuenta personas acuden cada sábado a la Misa de las 20:00 h. Allí se imparten también catequesis en chino para niños, jóvenes y adultos, apoyadas por dos religiosas de los Ángeles de la Guarda, pieza clave en la atención pastoral. Sin embargo, a muchos sorprenderá saber que en Mallorca y Valencia están presentes las dos parroquias con más fieles y actividades.
La parroquia de Usera
La pastoral china en el barrio madrileño de Usera se consolidó gracias a la visión del entonces párroco, Daniel Rodríguez. Contó primero con la ayuda del religioso Pablo Liu, quien durante unos años ayudó a poner en marcha las celebraciones y actividades.
Con el tiempo, se hizo evidente la necesidad de una dedicación más estable, y así llegó el sacerdote Pedro Liu (sin relación con Pablo), formado en el seminario Redemptoris Mater de Madrid. Fue vicario parroquial durante varios años, y bajo su guía la comunidad creció de forma notable. Aunque ahora se encuentra en otra parroquia, el trabajo que dejó ha dado frutos duraderos en una comunidad viva y en continuo desarrollo.
De la clandestinidad a la libertad religiosa
Muchos de los católicos chinos en España provienen de la Iglesia clandestina, no reconocida por el régimen de su país. Dos sacerdotes en Getafe, por ejemplo, fueron formados en seminarios ocultos antes de ser enviados a España. Uno de ellos recuerda cómo su familia abrazó la fe tras la curación milagrosa de su padre. Bautizado en 1987, vivió una vocación que lo llevó de su diócesis en China a servir hoy a compatriotas en suelo español.
La mayoría de las familias chinas en España son jóvenes. Muchos hijos nacieron aquí o llegaron en la infancia. Mientras los pequeños se desenvuelven con naturalidad en español, sus padres a veces apenas lo hablan, lo que crea un desafío lingüístico y cultural en la vida cotidiana y en la pastoral.
De hecho, no es raro que los sacerdotes actúen como puente, acompañando a los padres a reuniones escolares, traduciendo, gestionando ayudas y apoyando en cuestiones sanitarias. Son pastores y mediadores culturales al mismo tiempo.
Fe vivida en comunidad
Más allá de la Misa y las catequesis, las comunidades organizan actividades que refuerzan los vínculos entre sus miembros: excursiones mensuales, encuentros de jóvenes y retiros espirituales. En Parla, por ejemplo, hay 18 adolescentes plenamente integrados. Muchos estudian en colegios católicos como Juan Pablo II o Santiago Apóstol.
A partir de los 16 años, muchos jóvenes empiezan a trabajar en verano, lo que dificulta su participación. Aun así, permanecen vinculados a la comunidad y asisten a catequesis cuando pueden.
El verano pasado, más de 40 niños de Madrid y Zaragoza participaron en una semana de convivencia. Para este año, uno de los sacerdotes ha proyectado un campamento urbano durante todo julio, de lunes a viernes, con horario extendido hasta las cinco de la tarde. Una alternativa valiosa para niños cuyos padres no pueden tomarse vacaciones.
Evangelizar desde la amistad
Evangelizar entre los chinos, especialmente los procedentes de Fujian, no es fácil. Son culturalmente reservados y poco abiertos a la religión. “Primero hay que hacerse amigo y tener confianza con ellos”, explica un sacerdote. Sin embargo, a pesar de las dificultades cada año hay conversiones. En Valencia, por ejemplo, se bautizan unos veinte adultos anualmente. En otras comunidades, los números son más modestos pero constantes.
El boca-oreja es fundamental: los nuevos llegan por la invitación de un amigo, y muchos se quedan por la calidez comunitaria.
Compromiso firme y cercano
A diferencia de muchas parroquias españolas, donde la asistencia disminuye, en estas comunidades hasta el 80 % de los fieles acude a Misa regularmente. Quienes faltan son contactados y animados a regresar. Esta cercanía pastoral fortalece el compromiso.
Uno de los grandes problemas para asistir a la Misa dominical es el trabajo durante los fines de semana. De hecho, en el gran complejo de distribución de productos venidos de China en Madrid, el famoso polígono Cobo Calleja, todos los domingos hay una Eucaristía en una sala de los almacenes. A ella acuden algunos trabajadores durante un descanso en el trabajo.
Una Iglesia entre culturas
Los católicos chinos en España viven entre dos lenguas, dos culturas y dos mundos. Pero en la parroquia todo se une: niños que apenas hablan chino, padres que apenas entienden español…, y el Evangelio como lugar de encuentro.
Estas comunidades son un testimonio silencioso de fidelidad, sacrificio y esperanza. Una Iglesia que, aunque pequeña, es grande en fe. Una Iglesia que crece. Muchos han conocido la fe en contextos de persecución y su testimonio es profundo. Además, la ausencia de ancianos —que suelen quedarse en China— hace que estas comunidades estén compuestas principalmente por familias jóvenes.
Diversidad eclesial al servicio de la misión
Las comunidades chinas cuentan con la ayuda de diversos carismas. Además de sacerdotes chinos, colaboran con ellos religiosas dominicas, monjas del Instituto del Verbo Encarnado o de Agustinos Recoletos, que contribuyen en la catequesis, la formación y la liturgia.
La Misa jubilar no fue solo una celebración, sino un recordatorio visible de la catolicidad de la Iglesia. Un cuerpo vivo, diverso y unido en la fe. Un testimonio que interpela. Y una llamada a mirar con esperanza el futuro de la Iglesia en España.