Ekologia integralna

Inteligencia Artificial, León XIV y Doctrina Social de la Iglesia

La Iglesia propone discernir la revolución digital desde la Doctrina Social, para que la inteligencia artificial sea un instrumento al servicio de la persona y del bien común.

Ignacio Amorós-10 września 2025 r.-Czas czytania: 10 minuty
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© Igor Omilaev

En un mundo marcado por avances tecnológicos vertiginosos, la inteligencia artificial (IA) se erige como una herramienta poderosa que transforma la sociedad, la economía y las relaciones humanas. ¿Es la IA un don de la creatividad humana que puede glorificar a Dios al servicio del bien común, o un peligro que amenaza la dignidad de la persona?

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI), arraigada en el Evangelio y desarrollada a lo largo de los siglos, ofrece una luz profética para discernir y orientar esta “revolución digital”. Como afirmó el Papa León XIV en su primer discurso a los cardenales el 10 de mayo de 2025, «los avances en la inteligencia artificial plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo». Inspirado en León XIII, quien respondió a la Revolución Industrial con Rerum Novarum (1891), León XIV ha priorizado la IA como la “nueva cuestión social”, llamando a una respuesta ética que integre la fe católica con la innovación tecnológica.

Este artículo quiere sintetizar algunas enseñanzas de la Iglesia sobre la IA, siguiendo los principios de la DSI. Enriquecido con documentos recientes como Antiqua et nova (2025), el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2024 del Papa Francisco, y las reflexiones de León XIV, explora la definición de la IA, su contexto, los principios morales aplicables y algunas recomendaciones prácticas. La DSI no impone reglas rígidas, sino que ofrece principios universales —dignidad humana, bien común, solidaridad y subsidiariedad— y valores —verdad, libertad, justicia y amor— para guiar su uso responsable. En un momento en que la IA impregna el día a día, desde recomendaciones personalizadas hasta diagnósticos médicos, la Iglesia nos invita a una reflexión profunda para que esta tecnología sirva al hombre y no lo esclavice.

¿Qué es la Inteligencia Artificial?

La IA es una tecnología creada por el hombre que imita funciones de la inteligencia humana, como el razonamiento, el aprendizaje y la toma de decisiones. Basada en algoritmos matemáticos y modelos de aprendizaje automático, procesa grandes volúmenes de datos para identificar patrones, hacer predicciones y ejecutar tareas autónomas. Como explica Antiqua et nova, la IA no posee inteligencia en el sentido humano —que incluye alma, emociones y capacidad moral—, sino que opera funcionalmente, imitando procesos cognitivos sin conciencia genuina.

Ejemplos cotidianos incluyen asistentes como ChatGPT o Grok, que sintetizan información en segundos; recomendaciones personalizadas en Netflix o Amazon; chatbots en empresas como BBVA; y análisis de redes sociales por marcas como Coca-Cola. Por ejemplo, un asistente como ChatGPT puede resumir la Biblia o escribir un poema en el estilo de Lope de Vega en segundos. 

El uso de la IA crece exponencialmente. Un estudio de GAD-3 (2025) indica que el 85% de los adolescentes utiliza IA al menos una vez por semana. Además, un informe de Microsoft (2024) señala que el uso de la IA ha crecido del 55% en 2023 al 75% en 2024, y que las organizaciones emplean IA generativa a menudo para optimizar procesos, productos y ventas. En medicina, la IA acelera diagnósticos; en educación, genera contenidos multilingües; en ciencia, analiza datos para combatir el hambre o el cambio climático.

Sin embargo, la IA comete errores —como confusiones o generación de información falsa— y no reemplaza el juicio humano. Como advierte Antiqua et nova, su moralidad depende de las elecciones humanas: «Como cualquier producto de la creatividad humana, la IA puede dirigirse hacia fines positivos o negativos». Esta distinción es crucial, ya que la IA no es neutral: su diseño y aplicación reflejan valores humanos, y la Iglesia nos llama a orientarla hacia el bien.

Contexto Histórico: De la Revolución Industrial a la Digital

La Revolución Industrial (siglos XVIII-XIX) transformó la producción con innovaciones como la máquina de vapor, multiplicando la productividad, pero generó desigualdades y desempleo. León XIII respondió con Rerum Novarum, defendiendo la dignidad del trabajador y promoviendo la justicia social basada en principios bíblicos y en las enseñanzas de Jesús.

La inteligencia artificial (IA) está desencadenando una revolución de alcance global, comparable, o incluso superior, a la Revolución Industrial, transformando tanto el mundo como la misión de la Iglesia. Por ejemplo, un estudio de World Economic Forum de 2023 predice que la IA automatizará el 25% de los empleos globales, reduciendo los costes de algunos sectores en un 30-40%, pero puede generar mayores desigualdades. El Papa León XIV lo vincula a las “cosas nuevas” digitales, comparándolo con la Revolución Industrial.

Esta transformación plantea una pregunta crucial: ¿es la IA un simple avance incremental o un cambio cualitativo? El consenso actual apunta a lo segundo: la IA introduce una diferencia fundamental al imitar el razonamiento humano, marcando una nueva categoría en la sociedad. Como describió el Papa Francisco, estamos ante un «cambio de época», una verdadera revolución, que exige una reflexión ética profunda para orientar su inmenso potencial hacia el bien común y la gloria de Dios. En su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 2024, el Papa Francisco enfatizó que la IA puede promover la paz si se orienta al bien común, pero advierte contra su mal uso en conflictos o discriminación.

La Iglesia valora la IA por su potencial en ciencia, medicina y equidad, pero insiste en que todo avance debe servir a la dignidad humana. Herramientas como Magisterium AI sintetizan enseñanzas eclesiales, ilustrando cómo la IA puede evangelizar y difundir el Evangelio a nuevos públicos.

León XIV a la Revolución de la IA

El Papa León XIV, elegido Romano Pontífice el 8 de mayo de 2025, ha destacado el papel de la IA en su magisterio desde el inicio. Elegir su nombre en referencia a León XIII no es casual: busca responder a las “cosas nuevas” de nuestro tiempo, como la revolución digital, con la misma audacia y “espíritu profético” que su predecesor enfrentó la industrial. En su primer discurso a los cardenales, León XIV declaró: «Los avances en la inteligencia artificial plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo», subrayando la necesidad de una guía moral que ponga al ser humano en el centro.

En su mensaje a los participantes en la Segunda Conferencia Anual sobre IA el 17 de junio de 2025, el Papa amplió esta visión: «Vuestra presencia atestigua la urgente necesidad de una reflexión seria y un diálogo continuo sobre la dimensión ética inherente de la IA, así como sus implicaciones para el futuro de la humanidad». Aquí, León XIV enfatizó que la IA debe ser gobernada éticamente, promoviendo un desarrollo inclusivo que respete la dignidad de cada persona. Además, en un mensaje dirigido a líderes corporativos en IA el 20 de junio de 2025, afirmó: «La inteligencia no consiste en acumular datos, sino en buscar el verdadero significado de la vida, no en tener montones de información». Esta frase resalta su preocupación por un enfoque tecnocrático que olvide lo espiritual.

León XIV ha llamado repetidamente a un tratado internacional para regular la IA, asegurando que sus fines se orienten al bien común, la justicia y la paz, con supervisión humana siempre presente. Rumores de una encíclica titulada Rerum Digitalium sugieren que profundizará en estos temas, siguiendo el espíritu de Rerum Novarum. Su legado inicial posiciona a la Iglesia como voz moral global en esta revolución, insistiendo en que «la dignidad humana nunca debe ser violada en nombre de la eficiencia». Así, León XIV no solo alerta sobre riesgos, sino que propone una ética que integre valores cristianos desde el diseño de la IA.

Principios de la Doctrina Social de la Iglesia Aplicados a la IA

La DSI ofrece cuatro principios universales y cuatro valores para guiar la IA, asegurando que sea un “auténtico progreso”. Porque para que todo desarrollo, avance o innovación tecnológica represente un auténtico progreso debe cooperar a la dignidad de la persona y al bien común. Los principios del pensamiento social católico, derivados del Evangelio y el magisterio, se aplican a la IA para equilibrar innovación con ética humana. Se puede consultar una presentación completa en el Compendio de la DSI de 2004. A continuación, se detallan estos principios, incluyendo ejemplos específicos y citas relevantes.

  1. Dignidad de la Persona Humana: Este principio fundamental afirma que el ser humano, creado a imagen de Dios (Gn 1,27), es un fin en sí mismo, no un medio para fines tecnológicos o económicos. En el contexto de la IA, implica que las máquinas deben servir al hombre, no degradarlo. Por ejemplo, en el ámbito laboral, la IA puede automatizar tareas repetitivas, liberando tiempo para actividades creativas, pero no debe reducir a los trabajadores a “engranajes” desechables. Antiqua et nova enfatiza que la inteligencia humana pertenece a la persona en su totalidad, diferenciándola de la IA funcional, que carece de alma o empatía. En salud, la IA puede diagnosticar con precisión, pero debe complementarse con la compasión humana, respetando el consentimiento informado y la inviolabilidad del paciente. La IA no debe «crear un sustituto de Dios», sino respetar la dignidad inherente.
  2. Bien Común: Se refiere al conjunto de condiciones sociales que permiten el desarrollo integral de todos, incluyendo el destino universal de los bienes. La IA debe promover el acceso equitativo a recursos, evitando que beneficie solo a elites. Por ejemplo, en educación, puede generar contenidos personalizados para regiones subdesarrolladas, pero si se concentra en manos de corporaciones, agravará desigualdades digitales. El Mensaje de Francisco para la Paz en 2024 destaca que «tecnologías que no mejoran la calidad de vida de toda la humanidad, sino que agravan desigualdades, no son verdadero progreso». Esto se alinea con la opción preferencial por los pobres, donde la IA podría innovar en agricultura para combatir el hambre, pero solo si se orienta al bien de todos y de todo el hombre.
  3. Solidarność: Reconociendo la interdependencia humana como familia creada por Dios, este principio urge a preocuparnos por los vulnerables. Aplicado a la IA, implica fomentar herramientas inclusivas que conecten personas, no aíslen mediante relaciones ficticias (chatbots como “compañeros” emocionales). En un mundo individualista, la IA puede simular empatía, pero no reemplaza conexiones auténticas. Jesús nos dijo que se nos juzgará por el amor: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis» (Mt 25,40). El Papa Francisco enfatizó que la forma en que usamos la IA para incluir a los más necesitados será la verdadera medida de nuestra humanidad. En contextos globales, la solidaridad exige que la IA ayude a naciones pobres, promoviendo fraternidad y justicia social.
  4. Subsidiariedad: Este principio defiende resolver problemas al nivel más local posible, escalando solo cuando necesario, para respetar la autonomía de individuos y comunidades. En la IA, implica regulaciones equilibradas: locales para innovaciones comunitarias (apps educativas en parroquias), y globales para riesgos transnacionales como ciberseguridad. León XIV ha llamado a un gobierno global coordinado para la IA, pero basado en subsidiariedad, asegurando que no se centralice poder en estados o corporaciones. Por ejemplo, los padres deben elegir libremente herramientas educativas con IA, sin imposiciones estatales.

Na stronie cuatro valores fundamentales de la DSI —verdad, libertad, justicia y amor— refuerzan los principios de dignidad humana, bien común, solidaridad y subsidiariedad, ofreciendo una guía moral para el uso ético de la IA. 

I. La prawda es esencial para contrarrestar la desinformación, como los deepfakes, que generan contenido falso capaz de polarizar sociedades, dañar reputaciones o manipular elecciones. La DSI exige que la IA se programe para verificar datos y promover la veracidad, evitando mentiras que erosionen la confianza social, como subraya el Compendio de la DSI: «La verdad es la base de una sociedad coherente». 

II. La wolność, un signo de la dignidad humana, protege contra las coacciones algorítmicas que manipulan decisiones, como cuando la IA predice comportamientos para dirigir el consumo o limitar opciones personales. Defender la libertad implica garantizar que los algoritmos respeten la autonomía humana, sin caer en formas de control tecnológico que recuerdan al totalitarismo. 

III. La sprawiedliwość demanda condiciones laborales dignas frente a la automatización masiva, que amenaza con eliminar millones de empleos. La IA debe apoyar salarios justos y entornos laborales que respeten la dignidad del trabajador Como enseña Rerum Novarum, el trabajo debe ser retribuido de modo que permita al hombre vivir con dignidad. 

IV. Finalmente, el miłość, que trasciende la eficiencia técnica, incorporando la misericordia y el perdón, valores que ninguna máquina puede replicar. San Juan Pablo II enseñó que el amor es el valor supremo de la moral social católica, y la IA debe servir a esta caridad, promoviendo la misericordia, la fraternidad y la compasión, especialmente hacia los más necesitados. Estos valores aseguran que la IA no solo optimice procesos, sino que edifique una «civilización del amor» alineada con el Evangelio.

Principio DSIDescripción DetalladaAplicación a IACita Relevante
Dignidad HumanaSer humano como fin, no medio; integridad cuerpo-alma.Supervisión en decisiones vitales; no degradar trabajo.«La IA debe servir a la humanidad, respetando la dignidad única de cada individuo».
Bien ComúnCondiciones para desarrollo de todos; destino universal de bienes.Acceso equitativo; innovaciones inclusivas.«Los desarrollos tecnológicos que agravan desigualdades nunca pueden contarse como verdadero progreso».
SolidarnośćInterdependencia y cuidado de vulnerables.Inclusión global; evitar aislamiento digital.«Estamos llamados a actuar responsablemente y respetar valores humanos fundamentales».
SubsidiariedadSoluciones locales primero; escalar si necesario.Regulación equilibrada; autonomía comunitaria.«Es injusto (…) transferir a una comunidad mayor lo que las menores pueden realizar».

Aplicación de los Principios a Temas Específicos

La DSI ilumina temas clave, aplicando sus principios a desafíos concretos de la IA. La dignidad de la persona humana se ve amenazada cuando la IA fomenta relaciones irreales, como robots o chatbots que simulan empatía pero no reemplazan conexiones auténticas, llevando a un aislamiento en una cultura digital individualista. 

El trabajo, expresión de la dignidad (Gn 2,15), podría deshumanizarse con la automatización masiva, perdiendo empleos y reduciendo al hombre a un medio de eficiencia; la Iglesia defiende un empleo digno que permita desarrollo personal. 

El derecho a la privacidad se viola con el análisis predictivo de datos, donde la IA anticipa comportamientos para fines comerciales, invadiendo la intimidad y tratando al humano como objeto. 

El bien común se pone en riesgo cuando la IA agrava desigualdades sociales, concentrándose en manos de pocos poderosos y dejando atrás a los vulnerables, en lugar de promover solidaridad y justicia. 

Finalmente, la verdad se erosiona con mentiras y deepfakes, generando desinformación que polariza sociedades y daña reputaciones, exigiendo una programación ética que priorice la veracidad. Estos temas subrayan que la IA debe ordenarse al hombre, no al revés, guiada por la DSI para un progreso auténtico.

Riesgos Éticos y Desafíos

La IA ofrece grandes avances como la liberación de tareas repetitivas, las innovaciones en agricultura y educación, y la promoción de fraternidad si usada éticamente. Todo ello puede aliviar el sufrimiento, promover desarrollo integral y acabar con guerras. Sin embargo, los riesgos de la IA son multifacéticos, afectando dignidad, sociedad y paz. 

Antiqua et nova y las intervenciones de León XIV destacan algunos desafíos en educación, economía y salud. Los principales peligros incluyen sesgos algorítmicos que perpetúan discriminaciones, desinformación vía deepfakes que fomenta la polarización, la pérdida de privacidad con vigilancia masiva, el desempleo masivo que desestabiliza familias, armas autónomas letales que permiten máquinas decidir muertes violando la dignidad, y relaciones ficticias que agravan soledad. La Iglesia advierte que la IA puede «agravar conflictos» si no se diseña éticamente y urge responsabilidad moral en todos los niveles para mitigar estos riesgos mediante supervisión humana.

Wniosek

En síntesis, la IA representa un cambio de época que la DSI ilumina con principios permanentes y universales, recordándonos que la tecnología es un don humano subordinado a Dios, fuente de toda sabiduría (cf. 1 Cor 1,24). Expandiendo estos principios, vemos que la dignidad humana exige que la IA sea una aliada, no un sustituto; el bien común urge equidad global; la solidaridad fomenta inclusión; y la subsidiariedad equilibra regulaciones. Los riesgos —desinformación, desempleo, armas autónomas— demandan vigilancia ética, mientras algunos beneficios como los avances médicos invitan a una esperanza prudente.

Como católicos, estamos llamados a la acción: formar nuestra conciencia con la DSI, usando recursos como el DoCat, abogar por tratados internacionales, y usar IA para evangelizar y servir a los pobres. La inteligencia no consiste en acumular datos, sino en buscar el verdadero significado de la vida. 

Las parroquias, escuelas y familias católicas pueden adoptar herramientas como Magisterium AI para enriquecer la catequesis, mientras participan en foros locales para abogar por una IA ética. Formar nuestra conciencia en la DSI nos capacita para transformar esta revolución digital en una oportunidad para la evangelización y el servicio a los más necesitados.

En un mundo tentado por la idolatría de pensar que la IA puede traer la salvación eterna, recordemos que solo en Dios encontramos la salvación verdadera y sólo Cristo sacia nuestra sed infinita de amor y felicidad (cf. Sal 63,2). Que la IA nos impulse a construir la «civilización del amor», donde tecnología y fe convergen en fraternidad. Dios, el Logos eterno, la Inteligencia eterna, nos invita a amar a través de toda creación. Que esta revolución de la IA y de la cultura digital nos ayuden a construir un mundo mejor, más humano y solidario, y nos lleve a amar y dar gloria a Dios.

AutorIgnacio Amorós

Sacerdote y editor de "Se buscan rebeldes"

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