Del delirante empeño por hacer de Cervantes un homosexual

La nueva película de Alejandro Amenábar ha reabierto el viejo y manido debate sobre si Miguel de Cervantes pudo ser homosexual.

4 de Setembro de 2025-Tempo de leitura: 3 acta
Cervantes homosexualidad

"Cervantes en Lepanto", Augusto Ferrer-Dalmau ©Wikipedia

Son ya 25 años los que he pasado estudiando a Cervantes, 8 de ellos con exclusividad. He defendido y publicado una tesis doctoral sobre el Quixote. He leído decenas de libros y artículos sobre el autor y su obra. He publicado una monografía sobre el amor en el Quixote, una edición de El curioso impertinente, y sobre aspectos cervantinos he dado a la estampa seis capítulos de libros, diecisiete artículos, un prólogo, y he presentado catorce ponencias o comunicaciones en congresos. En fin, sobre el manco de Lepanto he impartido igualmente seminarios y conferencias o incluso dirigido visitas guiadas. 

Tras estos años de estudio, la propuesta de la homosexualidad de Cervantes se me antoja extraña e impostada. Nuestro autor tuvo una hija natural, estuvo casado, y prestó muy especial atención a la mujer: su obra está plagada de personajes femeninos de gran fuste. Lo cual no lo aporto para demostrar que no era homosexual, pero sí afirmo que no está ni mostrado ni demostrado que lo fuera.

Es patente que desde los comienzos de este tercer milenio ha emergido una particular obsesión por la homosexualidad. Pero carece de sentido releer el pasado a partir de los prejuicios del presente. Recuerdo un magnífico curso de doctorado dirigido por una sabia docente de la Universidad de Granada. Se abordaba el misticismo de Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Un alumno planteó la posible homosexualidad del apóstol San Juan, predilecto de Jesús. La profesora explicó que no tenía por qué estar sexualizada toda relación de amistad, que nuestro prisma actual adolecía de cierta distorsión con relación a estos temas.

No tengo un especial interés en negar la homosexualidad de Cervantes, pero es sorprendente la tendencia a convertir en homosexual a todo el mundo. Parece como si tal prototipo debiera desplazar al héroe, al atleta, al sabio, al orador, al mártir, al santo, al caballero, a la donna angelicata, al cortesano y al discreto. Porque esos modelos antropológicos que acabo de citar lo son por su obrar, no por su orientación sexual. El mérito del ser humano radica, como defendía precisamente Cervantes, en la virtud, y no en la sangre (y añado yo, ni en el sexo).

Cervantes estuvo cinco años cautivo en Árgel. Trató de evadirse sin éxito en varias ocasiones, y nunca escurrió el bulto: reconoció los hechos. Paradójicamente no recibió el castigo que merecían esas fugas. Y algunos piensan que una causa de la indulgencia para con él podría estar en su homosexualidad. Es una hipótesis. Cervantes portaba consigo unas cartas, una de ellas de don Juan de Austria, que lo presentaban como un soldado valeroso, lo cual provocó que se pidiera un rescate mayor por él y, verosímilmente,  que fuera tratado con mayor tolerancia, además de que su fuerte personalidad lo convertía en una persona muy singular. En cualquier caso, una hipótesis no es una prueba. Es una actitud muy contemporánea esa de que el sujeto crítico neutralice o mate al objeto. Pero es más justo que el sujeto respete al objeto, sean textos o personas.

Ahora bien. Poseemos sus escritos. Como ya dije, he publicado un estudio sobre el amor en el Quixote. La concepción sobre el amor que se desprende de la magna novela cervantina es maravillosamente humanista, una síntesis del pensamiento judeocristiano y grecolatino; siendo el quicio sobre el que se apoya tal cartografía del amor las virtudes de la prudencia, justicia, fortaleza y templanza. El amor emerge no solo como un mero sentimiento (“el amor en los mozos por la mayor parte no lo es, sino apetito”, leemos en eI capítulo 24 de la primera parte del Quixote), sino un conocimiento, una voluntad, una entrega en libertad.

Como buen hombre del siglo de oro, Cervantes vive cautivo por la belleza, en particular por la femenina, éxtasis que se enraiza en la lírica trovadoresca, estilnovista y pertarquista. El epicentro quijotesco es más bien la amistad entre don Quijote y Sancho: un amor de amistad que no hay por qué confundir con el erótico, ni con el de necesidad. El Banquete de Platón, el De amicitia de Cicerón o Os quatro amores de C. S. Lewis, entre otras muchas obras, pueden ilustrar sobre el maravilloso y polifónico mosaico del amor en la tradición europea. 

La obsesión monocorde por el sexo es una “aportación” contemporánea. Pero la lectura de Cervantes u otros clásicos podría liberarnos de este corsé, ya tan cansino. 

Boletim informativo La Brújula Deixe-nos o seu e-mail e receba todas as semanas as últimas notícias curadas com um ponto de vista católico.