Una nueva tragedia sacudió a la comunidad cristiana de Nigeria la noche del 13 y el 14 de junio. Al menos 200 cristianos fueron brutalmente asesinados por un grupo yihadista en la localidad de Yelewata, en el estado de Benue, al centro del país. Las víctimas se encontraban refugiadas en un centro de desplazados gestionado por una misión católica, tras haber huido previamente de la violencia de grupos extremistas como Boko Haram.
Según testigos, los radicales irrumpieron por la noche arrasando el centro con una violencia desmedida. “Estaban dormidos, muchos eran niños y mujeres”, declaró un voluntario local que logró escapar.
Este ataque no es un hecho aislado. En los últimos dos meses, centenares de cristianos han perdido la vida en acciones similares en distintos puntos del país. En el propio estado de Benue, se contabilizan al menos 500 asesinatos de cristianos en los últimos cinco años, en medio de una creciente oleada de violencia religiosa y étnica.
Silencio internacional y reacción del Papa
Los líderes cristianos han condenado la masacre y exigido a las autoridades nigerianas medidas urgentes para proteger a la población civil. Mientras tanto, el silencio internacional continúa siendo una herida abierta para las víctimas y sus comunidades.
Durante el rezo del Ángelus el pasado 15 de junio, el Papa León XIV lanzó un enérgico mensaje contra la creciente ola de violencia en el mundo, con especial atención a los ataques sufridos por comunidades cristianas. Ante miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Pontífice expresó su profundo dolor por la masacre «“Ha tenido lugar una «masacre atroz, con la muerte violenta de unas doscientas personas, en su mayoría desplazados internos acogidos por la Iglesia local”, lamentó el Papa.
También pidió oraciones por la estabilidad y la reconciliación en Nigeria, “un país muy querido y golpeado por múltiples formas de violencia”, y en particular por las comunidades cristianas rurales de Benue, “víctimas constantes de ataques crueles”.