En un clima de intensa oración y recogimiento, León XIV ha presidido este anochecer romano del 11 de octubre el rezo del Santo Rosario por la Paz ante la Virgen de Fátima. Además, ha habido Adoración a Jesús sacramentado, y Bendición con el Santísimo a los miles de fieles que le han acompañado en la Plaza de San Pedro, ya de noche.
El marco de la Vigilia de Oración ha sido el Jubileo de la Espiritualidad mariana, al que se han unido religiosas y religiosas que han participado en el Jubileo de la Vida Consagrada.
Por la devoción y el recogimiento, el momento recordó a la histórica oración y la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco en una Plaza de San Pedro vacía y bajo la lluvia, para pedir el fin de la pandemia del covid en 2020. La diferencia es que en esta ocasión han acompañado al Papa decenas de miles de fieles, y el motivo de la oración: la paz del mundo.
Durante el rezo de los misterios del Rosario se cantó el Ave Maria de Fátima. Al final, se rezaron las Letanías con el Papa arrodillado ante la Virgen, a la que llamó Madre de la Iglesia y de la Esperanza.
Que nos alcance el don de la compasión
En la Vigilia de Oración ante el Santísimo, el Papa ha comenzado diciendo que “nos hemos reunido en oración, esta noche, junto con María la Madre de Jesús, como solía hacerlo la primera Iglesia de Jerusalén (Hch 1,14). Todos unidos, perseverantes y con un mismo sentir, no nos cansamos de interceder por la paz, don de Dios que debe convertirse en nuestra conquista y nuestro compromiso”
“Nuestra mirada como creyentes busca en la Virgen María la guía de nuestra peregrinación en la esperanza”, ha proseguido, “contemplando sus ‘virtudes humanas y evangélicas. Su imitación constituye la más auténtica devoción mariana’ (Cf. Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen Gentium, 65.67)”.
“A través de ella, Mujer dolorosa, fuerte y fiel, pidamos que nos alcance el don de la compasión hacia todo hermano y hermana que sufre, y hacia todas las criaturas”, ha señalado el Papa.

“Envaina tu espada”
Enseguida, tras meditar en esas palabras de la Virgen Maria -“Hagan (haced) lo que él les diga”-, León XIV se ha fijado en las palabras de Jesús dirigidas a Pedro en el huerto de los olivos: “Envaina tu espada” (Jn 18, 11).
El Papa ha concretado esa paz desarmada y desarmante a la que se ha referido desde el primer día. “Desarma la mano y, antes aún, el corazón. Como ya he mencionado en otras ocasiones, la paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón”.
A los poderosos y cada uno de nosotros
“Envaina la espada”, ha subrayado,“es la palabra dirigida a los poderosos del mundo, a quienes guían el destino de los pueblos: ¡tengan la audacia de desarmarse!».
“Y al mismo tiempo es dirigida también a cada uno de nosotros, para hacernos cada vez más conscientes de que no podemos matar por ninguna idea, fe o política. Lo primero que hay que desarmar es el corazón, porque si no hay paz en nosotros, no daremos paz”.
Mirar con un punto de vista diferente
Es la invitación a adquirir un punto de vista diferente para mirar el mundo desde abajo, ha dicho el Papa. “Con los ojos de quien sufre, no con la óptica de los potentes. Para ver la historia con la mirada de los pequeños y no con la perspectiva de los poderosos. Para interpretar los acontecimientos de la historia desde el punto de vista de la viuda, del huérfano, del extranjero, del niño herido, del exiliado, del fugitivo.
Con la mirada de quien naufraga, del pobre Lázaro, tirado junto a la puerta del rico epulón. De lo contrario, nunca cambiará nada y no surgirá un tiempo nuevo, un reino de justicia y paz. La Virgen María lo hace también así en el cántico del Magnificat”.
Oración a María, Reina de la Paz
Nos hemos reunido esta noche en oración alrededor de María, Madre de Jesús y Madre nuestra, como los primeros discípulos en el cenáculo, ha rezado el Papa. A ella, mujer profundamente pacífica, Reina de la Paz, nos dirigimos:
“Ruega con nosotros, Mujer fiel, sagrado seno del Verbo.
Enséñanos a escuchar el grito de los pobres y de la madre Tierra,
atentos a las llamadas del Espíritu en el secreto del corazón.
En la vida de los hermanos, en los acontecimientos de la historia,
en el gemido y en el júbilo de la creación.
Santa María, madre de los vivos,
mujer fuerte, dolorosa, fiel.
Virgen esposa junto a la Cruz,
donde se consuma el amor y brota la vida,
sé tú la guía de nuestro compromiso de servicio.
Enséñanos a detenernos contigo junto a las infinitas cruces
donde tu Hijo sigue crucificado,
donde la vida está más amenazada.
A vivir y dar testimonio del amor cristiano
acogiendo en cada hombre a un hermano.
A renunciar al oscuro egoísmo
para seguir a Cristo, verdadera luz del hombre.
Virgen de la paz, puerta de la esperanza segura,
¡acoge la oración de tus hijos!”.