Evangelización

Un poema de la Virgen al niño Dios

Una conmovedora oración en verso que explora el misterio de un Dios que, siendo infinito, elige la fragilidad de un recién nacido para salvar al mundo. José Miguel Granados Temes nos sumerge en el asombro de una Madre que, entre nanas y caricias, intenta comprender el amor inabarcable de su Hijo.

José Miguel Granados·23 de diciembre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
poema de la Virgen

© Pompeo Batoni. La Virgen con el niño

No entiendo, mi niño. no entiendo, mi amor

No entiendo, mi Niño.

No entiendo, mi Amor.

Por qué, si el mundo pende de tus brazos

te sostengo yo en mi regazo.

Por qué te aferras a mi pecho en flor

si eres el Pan de la Vida,

la comida y la bebida,

el Trigo bueno de Dios.

Por qué a la más pequeña

le pidió permiso el eterno Padre

para ser la Puerta del Cielo,

para ser de Dios la Madre,

la escala del paraíso,

la acariciadora del Tesoro más grande.

No entiendo por qué

si no cabes en el universo

has querido entrar en mi seno,

hacerte chiquito,

pequeño, travieso,

y ser lo más bonito,

y ser lo más tierno.

No puedo entender

por qué calla la Sabiduría,

por qué se deja limpiar la Pureza,

por qué lloriquea la Alegría.

Por qué los ojitos cierras

si todo lo amas y todo lo miras.

Por qué tus manitas escondes

si con ellas curarás tantas heridas.

Por qué respiras tan suave

cuando en el portal dormitas.

Por qué los piececitos estiras

como para ir pronto a anunciar una misiva.

Por qué tan veloz tu corazón palpita

si tendrás prisa por amar

si tendrás prisa por entregar la vida.

Dímelo, si lo sabes.

Dímelo, por favor.

Por qué mi nana te gusta tanto,

por qué me quiebra el alma tu llanto,

por qué mirarte me enamora,

por qué contigo sueño,

por qué eres mi dueño,

por qué pienso en ti a toda hora.

Di si tu arrullo es la brisa,

si tu llanto es el canto,

si la hermosura es tu sonrisa.

Dime si puede haber alguno tan depravado,

tan inhumano y desalmado,

que al verte totalmente vulnerable,

aun precioso y amable,

sea capaz de dañarte,

de odiarte,

o siquiera de darte de lado,

y dejarte olvidado, abandonado.

Dime que todos te querrán como yo te quiero,

dime que vas a cambiar el mundo entero.

Dime que los hombres se volverán locos de amores,

dime que comienzan los tiempos mejores.

Dime que el nuevo mundo empieza en tu cuna,

dime que vas a salvar las almas una por una.

Si de comprender se trata

si se tratará de amar.

Si mi corazón me dice 

que no te deje de mirar.

No entiendo, mi Niño.

No entiendo, mi Amor.

No puedo entenderlo.

Dímelo tú, dímelo. 

José Miguel Granados Temes

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica