Johan Pacheco, Vatican News.
“He aquí la estrella que sorprende al mundo, una chispa recién encendida y resplandeciente de vida: «Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor» (Lc 2, 11)”, afirmó el Papa León XIV en la homilía de la Misa de la noche de Navidad en la Basílica de San Pedro. Exhortando a admirar la sabiduría de la Navidad: “En el niño Jesús, Dios da al mundo una nueva vida”.
Al inicio de la ceremonia, en preparación a la Eucaristía, fueron leídos algunos pasajes bíblicos que anunciaban el nacimiento del Salvador, y luego la proclamación de la Kalenda -anuncio de la Navidad y espera de la salvación-. Posteriormente el Santo Padre develó la imagen del Niño Jesús para incensarlo, mientras le acompañaba un grupo de niños de diversas naciones: Corea del Sur, India, Mozambique, Paraguay, Polonia y Ucrania. Luego continuó con los ritos iniciales de la Misa.

El Papa en la homilía reflexionó sobre la elocuencia del llanto del frágil niño nacido en Belén y que trae la Salvación, a quien podemos encontrar mirando en la cercanía, ya que Dios se hizo hombre para libranos de la esclavitud del pecado.
“Vive entre nosotros quien da su vida por nosotros, iluminando nuestra noche con la salvación. No hay tiniebla que esta estrella no ilumine, porque en su luz toda la humanidad ve la aurora de una existencia nueva y eterna”, dijo León XIV.
El Santo Padre manifestó que “es el nacimiento de Jesús, el Emmanuel. En el Hijo hecho hombre, Dios no nos da algo, sino a sí mismo, «a fin de librarnos de toda iniquidad, purificarnos y crear para sí un Pueblo elegido» (Tt 2, 14)”. Y para encontrar al Salvador, precisó el Pontífice con el evangelio: «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2, 12).
Contemplar hacia abajo
“Para encontrar al Salvador no hay que mirar hacia arriba, sino contemplar hacia abajo: la omnipotencia de Dios resplandece en la impotencia de un recién nacido; la elocuencia del Verbo eterno resuena en el primer llanto de un infante; la santidad del Espíritu brilla en ese cuerpecito limpio y envuelto en pañales”, dijo el Papa.
Y recordando una homilía de Benedicto XVI: «tampoco queda espacio para los otros, para los niños, los pobres, los extranjeros», señaló que estas palabras son “tan actuales, nos recuerdan que en la tierra no hay espacio para Dios si no hay espacio para el hombre: no acoger a uno significa rechazar al otro. En cambio, donde hay lugar para el hombre, hay lugar para Dios; y entonces un establo puede llegar a ser más sagrado que un templo y el seno de la Virgen María, el arca de la nueva alianza”.
Invitó el Papa a admirar la sabiduría de la Navidad: “En el niño Jesús, Dios da al mundo una nueva vida ―la suya―, para todos. No es una idea que resuelva todos los problemas, sino una historia de amor que nos involucra”.
“Como señalaba san Agustín, «tanto te oprimió la soberbia humana, que sólo la humildad divina te podía levantar» (Sermo in Natale Domini,188, III, 3)”.
La dignidad infinita
Y advierte que “sí, mientras una economía distorsionada induce a tratar a los hombres como mercancía, Dios se hace semejante a nosotros, revelando la dignidad infinita de cada persona. Mientras el hombre quiere convertirse en Dios para dominar al prójimo, Dios quiere convertirse en hombre para liberarnos de toda esclavitud”.
“¿Será suficiente este amor para cambiar nuestra historia?”, se pregunta el Papa León XIV. Indicando que “la respuesta llega en cuanto nos despertamos, como los pastores, de una noche mortal, a la luz de la vida naciente, contemplando al niño Jesús”.
También recordó las palabras del Papa Francisco en la noche de Navidad del 2024: “el nacimiento de Jesús reaviva en nosotros «el don y la tarea de llevar esperanza allí donde se ha perdido»”.

Gratitud y misión
Y con el inminente fin del Año Jubilar, exhorta a que la Navidad sea tiempo de “Gratitud por el don recibido”, y “misión para dar testimonio de este don al mundo”.
Finalizó el Papa proclamando que la Navidad es fiesta de la fe, de la caridad y de la esperanza: «Es fiesta de la fe, porque Dios se hace hombre, naciendo de la Virgen. Es fiesta de la caridad, porque el don del Hijo redentor se realiza en la entrega fraterna. Es fiesta de la esperanza, porque el niño Jesús la enciende en nosotros, haciéndonos mensajeros de paz”.
Jesucristo nos trae la paz
En la Misa de la noche de navidad en la Basílica de San Pedro del Vaticano participaron unas 6000 personas, mientras en la plaza bajo la lluvia acompañaban cerca de 5000 personas, a quienes el Papa también saludo antes del inicio de la ceremonia: “Muchas gracias por estar aquí esta noche, incluso con este clima. Queremos celebrar juntos la fiesta de Navidad. Jesucristo, que nació por nosotros, nos trae la paz, nos trae el amor de Dios”.




