A diferencia de otras oraciones más breves o personales, el ‘Te Deum’ tiene un carácter público y coral. Es la Iglesia entera –representada por el Papa– la que eleva su voz para reconocer la grandeza de Dios, confesar la fe cristiana y dar gracias por su acción providente en el tiempo, especialmente en momentos decisivos de su vida litúrgica e histórica.
Origen y génesis histórica
El ‘Te Deum’ se remonta a finales del siglo IV o comienzos del V. Durante mucho tiempo se atribuyó su composición a san Ambrosio y san Agustín, e incluso se difundió que habría sido improvisado durante el bautismo de san Agustín en Milán.
Estudios históricos y filológicos modernos consideran el himno fruto de la liturgia primitiva, y mencionan al obispo de los Balcanes Nicetas de Remesiana (414), obispo en la región de los Balcanes, aunque no está demostrado, y también a san Ambrosio de Milán, gran compositor de himnos latinos.
Antigüedad
La estructura del ‘Te Deum’ revela claramente su antigüedad: combina fórmulas de alabanza bíblica, confesiones de fe trinitarias y cristológicas, y súplicas finales tomadas del lenguaje de los salmos. Es, en cierto modo, un resumen orante de la fe de la Iglesia antigua.
Desde muy pronto, el ‘Te Deum’ fue incorporado a la Liturgia de las Horas, especialmente al Oficio de Lecturas en domingos y solemnidades fuera de los tiempos penitenciales. De ahí pasó a convertirse también en un canto para grandes ocasiones extraordinarias.
Contenido teológico y espiritual
El himno puede dividirse en tres grandes partes.
La primera es una alabanza universal: toda la creación —ángeles, cielos, apóstoles, mártires y la Iglesia extendida por la tierra— glorifica a Dios Padre, reconociendo su santidad y su majestad.
La segunda parte es una profesión de fe en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, que asumió nuestra carne, venció a la muerte y reina glorioso a la derecha del Padre. Este núcleo cristológico conecta el ‘Te Deum’ con los grandes símbolos de la fe.
La tercera parte adopta el tono de súplica confiada: la Iglesia pide ser protegida, guiada y salvada, apoyándose no en sus méritos, sino en la misericordia divina. Por eso, el ‘Te Deum’ no es solo un canto de agradecimiento por el pasado, sino también una oración de esperanza hacia el futuro.

El ‘Te Deum’ en el último día del año
La costumbre de cantar o rezar el ‘Te Deum’ el 31 de diciembre está arraigada en la tradición católica. En ese día, la Iglesia se detiene a contemplar el año que termina y, antes de hacer cualquier balance humano, eleva una acción de gracias a Dios.
No se trata de ignorar las dificultades, los fracasos o los sufrimientos vividos, sino de reconocer que Dios ha permanecido fiel en todo momento. El ‘Te Deum’ permite mirar el tiempo transcurrido con una mirada creyente: todo ha estado bajo la Providencia divina. Por eso, incluso en años marcados por crisis, la Iglesia no renuncia a dar gracias.
Santos y acciones de gracias
Algunos santos que, además de San Ambrosio, han dado especial relevancia a las acciones de gracias son, entre otros, San Agustín, para quien dar gracias a Dios es una actitud central de la vida cristiana, no solo un acto litúrgico, y escribió que la gratitud es inseparable de la fe. Santo Tomás de Aquino, autor de la oración ‘Gracias te doy, Señor santo, Padre todopoderoso, Dios eterno, porque a mí, pecador, …’.
También san Alfonso María de Ligorio, san Buenaventura, san Ignacio de Loyola, que usó y difundió el ‘Alma de Cristo, santifícame’….. O santa Teresa de Jesús, que invitaba a “no perder tan buena compañía”, refiriéndose a Cristo presente en el alma.
San Juan de la Cruz, que enseñó a dar gracias a Dios en la noche y en la sequedad espiritual. Santa Teresa de Lisieux, que vivió la acción de gracias desde la confianza filial y la sencillez. O san Josemaría, que añadía el ‘etiam ignotis’ (por lo que desconocemos) en las acciones de gracias a Dios Padre Omnipotente, Eterno y Misericordioso.
Debe citarse aquí al gran Apóstol de los gentiles, san Pablo, en cierto modo el gran teólogo de la acción de gracias en el Nuevo Testamento. Y a san Francisco de Asís, cuyo ‘Cántico de las criaturas’ es una gran acción de gracias cósmica, se ha escrito, y para quien el agradecimiento es la respuesta natural del corazón humilde.
En otras ocasiones solemnes
A lo largo de la historia, el ‘Te Deum’ se ha reservado para momentos de especial importancia, como la elección de un nuevo Papa y el inicio de su pontificado; grandes celebraciones jubilares; canonizaciones y acontecimientos eclesiales de especial relevancia, o el final de concilios, sínodos o asambleas significativas.
En países de tradición cristiana también se ha cantado en contextos civiles: al concluir guerras, tras la firma de la paz o en acontecimientos decisivos de la vida de una nación. En todos los casos, el sentido es el mismo: reconocer públicamente la acción de Dios en la historia.
El ‘Te Deum’ y el Papa, 31 de diciembre
El Sucesor de Pedro, como Pastor de la Iglesia universal, reza el ‘Te Deum’ en nombre de todo el Pueblo de Dios. Tradicionalmente lo hace cada 31 de diciembre en Roma, subrayando que la Iglesia no se apoya en estrategias humanas, sino en la alabanza y la confianza en Dios.
Pueden consultar aquí el Librito de la celebración del ‘Te Deum’ (pág. 33 y ss.), en acción de gracias por el año transcurrido, que presidirá el Santo Padre León XIV el 31 de diciembre, en las Vísperas de la Solemnidad de María Santísima, Madre de Dios.
Te Deum laudamus – Texto latino
Te Deum laudamus: te Dominum confitemur.
Te aeternum Patrem omnis terra veneratur.
Tibi omnes angeli, tibi caeli et universae potestates,
tibi cherubim et seraphim incessabili voce proclamant:
Sanctus, Sanctus, Sanctus Dominus Deus Sabaoth.
Pleni sunt caeli et terra maiestatis gloriae tuae.
Te gloriosus Apostolorum chorus,
te Prophetarum laudabilis numerus,
te Martyrum candidatus laudat exercitus.
Te per orbem terrarum sancta confitetur Ecclesia,
Patrem immensae maiestatis;
venerandum tuum verum et unicum Filium;
Sanctum quoque Paraclitum Spiritum.
Tu Rex gloriae, Christe.
Tu Patris sempiternus es Filius.
Tu, ad liberandum suscepturus hominem,
non horruisti Virginis uterum.
Tu, devicto mortis aculeo,
aperuisti credentibus regna caelorum.
Tu ad dexteram Dei sedes, in gloria Patris.
Iudex crederis esse venturus.
Te ergo quaesumus, tuis famulis subveni,
quos pretioso sanguine redemisti.
Aeterna fac cum sanctis tuis in gloria numerari.
Salvum fac populum tuum, Domine, et benedic hereditati tuae.
Et rege eos, et extolle illos usque in aeternum.
Per singulos dies benedicimus te.
Et laudamus nomen tuum in saeculum, et in saeculum saeculi.
Dignare, Domine, die isto sine peccato nos custodire.
Miserere nostri, Domine, miserere nostri.
Fiat misericordia tua, Domine, super nos,
quemadmodum speravimus in te.
In te, Domine, speravi: non confundar in aeternum.
Pueden consultar aquí el Texto en español.




