Iniciativas

Ana Villota: “Crecen las heridas en la salud mental tras las guerras”

Es algo que el cine ha reflejado bastante, pero que llega cada vez más a todo el mundo, no sólo a militares. Hablamos de las heridas invisibles de las guerras, el impacto en la salud mental de las personas que huyen de conflictos bélicos. Ana Villota, presidenta de AISS, entidad que tutela pisos a personas con enfermedades mentales, lo explica.  

Francisco Otamendi·7 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
Ana Villota, presidenta de AISS.

@AnaVillota, presidenta de la Asociación de Iniciativas Sociales (AISS).

Generaciones heridas por la guerra. La huella invisible en la salud mental de quienes huyen de un conflicto bélico. Es el tema que preocupa en estos momentos a Ana Villota, fundadora de la Asociación AISS, entidad que tutela pisos a personas con enfermedades mentales, y trabajadora social forense.

Villota y su equipo se refieren a todas las guerras, no sólo a Oriente Medio. Por ejemplo, los millones de desplazados que han generado la guerra de Ucrania, en Europa y fuera de Europa, y otros conflictos en el mundo.

La presidenta de AISS asegura además que “los conflictos bélicos marcan no solo a quienes los viven, sino también a las generaciones futuras”.

Proteger la infancia. “El terror en sus miradas”

La guerra no solo se mide en ruinas materiales o en cifras de desplazados. También deja cicatrices invisibles que acompañan de por vida a quienes han sobrevivido al horror, explica Ana Villota, que es también trabajadora social forense.

“La protección a la infancia es fundamental, definitivamente es nuestro futuro. Las guerras suponen para el menor la pérdida de todas sus figuras de referencia. La familia para un niño es su refugio y en muchos casos han visto morir a padres, madres y abuelos”, añade.

Ese desgarro temprano, dice, deja un eco intergeneracional. “La exposición constante a un escenario de guerra no se queda solo en quien lo vivió, sino también en generaciones futuras. Hablamos de generaciones heridas por esas vivencias. No hace falta ser experto para leer el terror en sus miradas”.

Papel de los trabajadores sociales

En ese contexto, el rol de los trabajadores sociales se vuelve clave. En concreto, Villota lo define como un puente entre el trauma y la reconstrucción. 

El trabajo que realizan en estos escenarios de guerra, afirma, es “promover la reconstrucción de recursos y defender los derechos humanos, actuando como promotores de la paz. E intentando facilitar el cambio a una sociedad que tras una guerra se ve sumida en la pobreza, en la pérdida de recursos, con desplazamientos forzosos y en medio de la deshumanización”.

Las secuelas psicológicas son profundas, continúa. Estrés postraumático, depresión y ansiedad son las patologías más comunes, y el abordaje requiere de equipos multidisciplinares. “Hablamos de personas que han perdido su hogar, su familia, sus recursos y en muchos casos su tierra. Suelen presentar un estado constante de alerta y vulnerabilidad. Son hombres y mujeres que han visto morir a familiares, o profesionales como médicos, militares o periodistas que también quedan afectados”, detalla.

Hacia la recuperación

Respecto al camino hacia la recuperación, Villota comenta que no hay una única respuesta. “Depende de cada caso y de cada vivencia. Además del tratamiento de psicoterapia, pueden necesitar apoyo farmacológico”. Y añade que “según los estudios, suelen convivir con ansiedad, miedo constante y somatizaciones físicas. 

Conviven con pérdida de confianza, tristeza, miedo y dificultad en su vida diaria para normalizar el trato con los demás”.

La cooperación internacional, concluye, es la llave para acompañar esos procesos de reconstrucción. Y, aunque el futuro parece incierto para muchos de los sobrevivientes, la especialista insiste en que el compromiso de la sociedad civil y de los profesionales de la salud mental puede marcar la diferencia entre quedar atrapados en el trauma o volver a empezar.

El autorFrancisco Otamendi

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