Cultura

Criterios para la selección de cantos en la Misa

La selección de los cantos en la Misa tiene como objetivo enriquecer espiritualmente la celebración eucarística y fomentar la participación de los fieles. Desde el canto de entrada hasta el de comunión, cada pieza musical tiene una finalidad específica que responde al tiempo litúrgico y a las disposiciones de la Iglesia.

Daniel Alberto Escobar·5 de diciembre de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
cantos para la Misa

©OSV

La celebración eucarística se abre con la antífona o canto de entrada cuya finalidad es fomentar la unión de quienes se han reunido, introducirles en el misterio del tiempo litúrgico o de la fiesta, y acompañar la procesión de sacerdotes y ministros. Con respecto a la manera de ejecución, lo entona la schola y el pueblo, o un cantor y el pueblo, o todo el pueblo, o solamente la schola. Pueden emplearse para este canto o la antífona con su salmo, como se encuentran en el Gradual romano o en el Gradual simple, u otro canto acomodado a la acción sagrada o a la índole del día o del tiempo litúrgico, con un texto aprobado por la conferencia episcopal.

El Graduale Romanum contiene el repertorio oficial del propio y del ordinario para las distintas ocasiones. Ciertamente, la confrontación con este cantoral es una de entre las varias posibilidades para la elección de la música durante la Eucaristía. Sin embargo, de modo objetivo es el criterio más sólido a la hora de establecer el canto de entrada de la celebración.

No es casualidad que los íncipits de los introitos del Gradual hayan dado nombre tradicionalmente a determinados días. Los ejemplos más significativos se encuentran en los tiempos fuertes del año litúrgico, como es el caso, por poner dos ejemplos, de los domingos III de Adviento, llamado Gaudete, y el IV de Cuaresma, Laetare. Con respecto a la duración, es conveniente que este canto procesional se ajuste a las exigencias de duración de la entrada de la procesión inicial de la Misa.

También es posible el uso del órgano solo o de cualquier otro instrumento o conjunto de instrumentos legítimamente admitidos, antes de la llegada del sacerdote al altar, como también en el ofertorio, durante la comunión y al final de la misma. No hay que tener, pues, reparo alguno en sustituir la música vocal por la instrumental en estas ocasiones, ayudándose de profesionales de la música. Lejos de atentar contra una, a veces, mal entendida participación de los fieles, la celebración litúrgica se ve enriquecida y adquiere mayor colorido cuando existe la posibilidad de integrar distintas formas musicales vocales o instrumentales.

Kyrie, Gloria y Aleluya

Con el Kyrie los fieles aclaman al Señor y piden su misericordia. En él regularmente toman parte el pueblo y la schola o un cantor. Cuando forma parte del tercer modo de realizar el acto penitencial, el Kyrie va precedido de tropos, subrayando habitualmente el carácter de aclamación a través de la figura retórica de la apóstrofe, que consiste en dirigirse a Cristo directamente, a través de la expresión “Tú”. Las expresiones de los tropos son de contenido bíblico y nos muestran aspectos de la vida y de la acción de Cristo. Por lo tanto, el texto nunca está centrado en la condición pecadora del hombre, es decir, en este momento no pedimos misericordia porque nosotros somos pecadores, sino porque Cristo ha venido a otorgarnos el perdón.

Normalmente, los domingos y algunas fiestas se canta el Gloria. Estamos ante un antiquísimo himno con el que la Iglesia glorifica a Dios Padre y al Cordero, y le presenta sus súplicas. Lo entona el sacerdote o, según los casos, el cantor o el coro, y lo cantan o todos juntos o el pueblo alternando con los cantores, o solo la schola. Es necesario recalcar que, al igual que el Credo, el Santo o el Cordero de Dios, no está permitido cambiar la letra de este himno, puesto que no es un canto de acompañamiento, sino que constituye un rito de por sí.

Tras la lectura que precede inmediatamente al Evangelio está previsto el canto del Aleluya, salvo en Cuaresma, cuando se canta el verso antes del Evangelio u otro salmo o tracto del Gradual. El canto tiene carácter de aclamación, constituyendo de por sí un rito. Con él, por una parte, los fieles acogen y saludan al Señor, que les va a hablar en el Evangelio y, por otra parte, profesan su fe en Él mediante el canto. Existen varias posibilidades en la forma de ejecución. Si no se cantan, el Aleluya o el verso antes del Evangelio pueden omitirse. Esta supresión, especialmente en los días feriales, lejos de deslucir la celebración, ayuda a expresar la gradualidad de la solemnidad de los distintos días. Conforme se expresa en el misal, está prevista la intervención de la asamblea y de la schola o de un cantor. Mientras a la asamblea correspondería la repetición de la aclamación, al coro o al solista correspondería el verso.

Ofertorio y Santo

En rito romano se llama Ofertorio el canto que acompaña la procesión de las ofrendas al altar. Las normas sobre el modo de interpretación coinciden con las del canto de introito. Para este momento se prevén también dos alternativas: en primer lugar, la ejecución de polifonía o canto gregoriano a través de música coral; en segundo lugar, la intervención del organista con una obra musical como solista, sin excluir la intervención de otros instrumentos musicales.

El Santo constituye una antiquísima aclamación integrada en la plegaria eucarística. Está previsto que la aclamación sea proclamada por el pueblo junto con el sacerdote. Como el principal de los cantos de la Misa, conviene potenciarlo, debido a que su sentido pleno no cabe en un mero recitado. La veneración del texto impide, en principio, su sustitución por otro. 

Cordero de Dios y comunión

No se contempla la existencia de un canto para la paz. La fracción del pan es uno de los ritos más significativos de la celebración eucarística, debido a que realiza uno de los gestos más relevantes que hizo el Señor: partir el pan. El canto del Cordero de Dios tiene la misión de acompañar de forma litánica este momento. El misal contempla la participación del pueblo, al menos en la respuesta.

El canto de comunión es el último canto comunitario previsto en la Misa. El misal romano prevé, en primer lugar, el canto que acompañará la distribución de la comunión. Su función es la de expresar, por la unión de las voces, la unión espiritual de quienes comulgan, demostrar la alegría del corazón y manifestar claramente la índole comunitaria de la procesión para recibir la Eucaristía.

En cuanto al repertorio previsto, es posible emplear o bien la antífona del Gradual romano, con salmo o sin él, o bien la antífona con el salmo del Gradual simple, o si no algún otro canto adecuado. El canto de comunión puede ser realizado por el coro solo o también por el coro o un cantor con el pueblo. Para este lugar puede ser apropiada también la interpretación de una obra instrumental. Asimismo, el misal presenta como posibilidad el canto de un salmo, un himno o un canto de alabanza tras la distribución de la comunión y del canto que la acompaña.

La Misa no establece un canto de salida. No hay, pues, simetría entre el canto de entrada y el final de la celebración. Sin embargo, el directorio sobre canto y música en las celebraciones de la Conferencia Episcopal Española señala que puede ser oportuno, sin retener a los fieles. También valora positivamente la posible interpretación de una obra de órgano. 

El autorDaniel Alberto Escobar

Profesor de liturgia. Universidad de San Dámaso.

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