El profesor Jürgen Habermas (1929), ya casi al final de su vida, se ha erigido en el maestro de toda una generación de pensadores empeñados en alcanzar una ética global para esta nueva civilización que está surgiendo al comienzo del nuevo milenio, y que está muy necesitada del equilibrio fe y razón y de la unidad de las ciencias sobre la base de una antropología común.
Que esa ética común que se está buscando esté abierta a la trascendencia es señal de un gran sentido común y de una apertura de mente, pues desde hace XXI siglos hay muchos hombres y mujeres de gran inteligencia que han vivido de acuerdo con su fe en una revelación divina acorde con la dignidad de la persona humana y por tanto merecedora de ser tenida en cuenta. Efectivamente, la trascendencia del hombre, en la filosofía del límite, enriquece la dignidad de la persona humana, asunto trascendental para construir la casa común.
En primer lugar, en el estudio que ahora presentamos acerca del cambio estructural de la esfera pública, Habermas se referirá al concepto de “política deliberativa” gracias al cual se puede recuperar el debate democrático buscando el bien común y no simplemente chocar o convencer al adversario, incluso ni considerar al otro como adversario sino parte interesada en el diálogo.
Mejor “esfera pública” que “opinión pública”
Para Habermas, es importante ampliar el concepto de “opinión pública” ya demasiado manoseado y con claras trazas de manipulación de la misma, e intercambiarlo por el de “esfera pública” donde podamos todos estar cómodos.
Lógicamente, Habermas recordará desde el comienzo de su exposición lo que ha cambiado la sociedad desde la caída del muro de Berlín, el fin del comunismo y, a la vez, el hundimiento de la civilización del bienestar, pues estamos dirigidos a un individualismo atroz y también a unas excesivas cargas impositivas por el Estado para mantener las excesivas cargas sociales, las cuotas de la seguridad social y el dinero de los pensionistas. Finalmente, señalará que seguimos en una sociedad democrática capitalista pero propensa a las crisis financieras constantes.
Fortalecer conceptos democráticos y jurídicos
Enseguida afirmará que deben fortalecerse las bases de los conceptos democráticos y jurídicos en los que sustentamos el edificio del Estado y de las estructuras de poder: “Con la Declaración de los derechos humanos y de los derechos fundamentales, la esencia de la moral racional migró al medio del derecho constitucional imperativo, construido a partir de derechos subjetivos”.
Por tanto señalará algunas contradicciones profundas que experimentamos en la sociedad actual: “con la secularización del poder estatal surgió un vacío de legitimidad. Dado que en las sociedades modernas el poder legitimador de la fe en la elección divina de las dinastías gobernantes ya no era suficiente, el sistema democrático tuvo que legitimarse desde dentro de sí mismo”.
Humanismo cristiano
Es interesante constatar que el humanismo cristiano tuvo la virtualidad de ayudar a la sociedad de la posguerra en la declaración universal de los derechos humanos, pues pudieron legitimarlos en la antropología teológica. El hombre “es imagen y semejanza de Dios”, y por tanto, en la declaración de derechos humanos de 1948 los derechos humanos se legitimaban en los derechos humanos, es decir, se autolegitiman, fundamentados en la dignidad humana y en un consenso racional universal.
Volvamos enseguida a Habermas para recordar que “La estrecha relación entre estatus social y participación electoral está bien documentada (…). Solo funciona mientras las elecciones democráticas conduzcan a la corrección de desigualdades sociales graves y estructuralmente arraigadas”.
Enseguida Habermas terminará su argumentación dejando en el aire o en suspenso el tema: “por el momento hay poco que decir a favor del deseable cambio de política orientado a una agenda sociológica con rumbo a una mayor integración del núcleo europeo”.
Importancia del sistema de medios de comunicación
Inmediatamente, acometerá el gran problema de la unidad de intereses en la vida política y la importancia que está adquiriendo la comunicación y los estados de opinión en la esfera pública.
Es lógico que se detenga a señalar: “el sistema de medios de comunicación es de una importancia crucial para el papel de la esfera pública política como generadora de opiniones públicas que compitan entre sí y que cumplan con las pautas de la política deliberativa”.
Efectivamente, gran parte del cambio estructural acaecido en la Comunidad Europea, por ejemplo, se basa en los medios de comunicación, gabinetes de asesoramiento y maneras de exponer las diversas actitudes: “desde la aparición de las sociedades mediáticas, nada ha cambiado significativamente en la base social de tal separación entre la esfera pública y las esferas privadas de la vida. (…). Es más, se observa una tendencia creciente a alejarse de la percepción tradicional de la esfera pública política y de la política en sí misma”.
Varias entrevistas
Seguidamente, el editor de este libro reúne varias entrevistas a Habermas, que pueden ayudarnos a entender algunos de los conceptos que ha señalado en la primera parte de su trabajo.
Por ejemplo en algunas respuestas, retomará algunas de las cuestiones señaladas y perfilará asuntos tan importantes como los siguientes: “en las disputas políticas mejoramos nuestras convicciones y nos acercamos a la solución correcta de los problemas”.
Nos parece importante lo siguiente: “la mayoría de las decisiones políticas se basan en compromisos. Pero las democracias modernas combinan la soberanía popular con el imperio de la ley”. Casi al terminar Habermas señalará, como exigencia constitutiva, la importancia de “racionalizar el poder político mediante el control democrático y el debate crítico”.
Un nuevo cambio estructural de la esfera pública y la política deliberativa




