En presencia de un líder unita, un líder ortodoxo griego, un líder chií, un líder ortodoxo sirio, un líder druso, un líder ortodoxo armenio, un líder protestante y un líder alauita, el Papa ha elogiado esta tarde al Líbano. Lo hizo el domingo, a su llegada a Beirut, ante el presidente del país y representantes de la sociedad libanesa, y lo ha vuelto a repetir hoy, junto a los líderes de las tradiciones religiosas.
El Papa fue recibido esta tarde en una gran carpa en la Plaza de los Mártires, por el Patriarca Sirio-Católico, el Patriarca Maronita, el Gran Imán Suní y el Representante Chií. Todos comprobaron cómo León XIV constituyó el olivo, símbolo de reconciliación y paz, en protagonista del encuentro.
Intercalando canciones de un gran coro de niños, con trasfondo de san Francisco de Asís, se fueron sucediendo las palabras de los líderes, hablando de “diversidad en la unidad”, de apertura, de convivencia y respeto, hasta que el Papa León XIV puso al olivo en el centro.
Olivo, símbolo de reconciliación y paz
Si es verdad que el Líbano es famoso por sus majestuosos cedros, “es también cierto que el olivo es una piedra angular de su patrimonio”, dijo el Papa. El olivo no sólo adorna este espacio donde nos reunimos hoy, sino que “también es venerado en los textos sagrados del cristianismo, el judaísmo y el islam, sirviendo como símbolo atemporal de reconciliación y paz”.
Su longevidad y su capacidad para florecer incluso en los entornos más hostiles, “simbolizan la resistencia y la esperanza, reflejando el firme compromiso necesario para fomentar la coexistencia pacífica”, subrayó León XIV.
“De este árbol fluye aceite que sana, un bálsamo para las heridas físicas y espirituales, manifestando la infinita compasión de Dios por todos los que sufren”. Su aceite también proporciona luz, recordándonos la llamada a iluminar nuestros corazones mediante la fe, la caridad y la humildad.

Constructores de paz
El pueblo libanés se encuentra disperso por el mundo, pero unido por la fuerza perdurable y la herencia eterna de su patria, recordó León XIV.
Su presencia, aquí y en toda la tierra, enriquece el mundo con su herencia milenaria, “pero también representa una vocación. En un mundo cada vez más interconectado, ustedes están llamados a ser constructores de paz: a enfrentarse a la intolerancia, a superar la violencia y a desterrar la exclusión; iluminando el camino hacia la justicia y la concordia para todos, a través del testimonio de su fe”, manifestó.
Al principio, el Papa reconoció estar “profundamente conmovido e inmensamente agradecido de estar hoy entre ustedes, en esta tierra bendita, una tierra exaltada por los profetas del Antiguo Testamento”.
Vocación universal de la Iglesia: el diálogo con otras religiones
Luego citó en su discurso al Papa Benedicto XVI, que en su Exhortación apostólica postsinodal ‘Ecclesia in Medio Oriente’, firmada en Beirut en 2012, enfatizó que “la vocación universal de la Iglesia exige que esté en diálogo con los miembros de otras religiones”.
“En Oriente Medio, este diálogo se funda en los lazos espirituales e históricos que unen los cristianos a judíos y musulmanes. Este diálogo, que no obedece principalmente a consideraciones pragmáticas de orden político o social, se basa ante todo en los fundamentos teológicos que interpelan la fe” (n. 19).
Minaretes junto a campanarios de iglesias
Entonces, el Papa León dijo a los líderes que su presencia ahí, en ese Encuentro -”en este lugar excepcional, en donde se yerguen uno junto al otro minaretes y campanarios de iglesias, ambos elevándose hacia el cielo— da testimonio de la fe inquebrantable de esta tierra y de la firme devoción de su pueblo al único Dios”.
El Pontífice pidió entonces que “en esta amada tierra, cada repique de campana, cada adhān, cada llamada a la oración se armonice en un único y grandioso himno, no sólo para glorificar al misericordioso Creador del cielo y de la tierra, sino también para elevar una sincera oración por el don divino de la paz”.
Como superar la inquietud ante Oriente Medio
Durante muchos años, y especialmente en los últimos tiempos, “el mundo ha fijado su mirada en Oriente Medio, cuna de las religiones abrahámicas, observando el arduo camino y la incesante búsqueda del preciado don de la paz”, había dicho al principio León XIV.
Centrarnos en lo que nos une
“A veces, la humanidad mira al Oriente Medio con inquietud y desaliento, ante conflictos tan complejos y prolongados. Sin embargo, en medio de estas luchas, se puede encontrar esperanza y aliento cuando nos centramos en lo que nos une: nuestra humanidad común y nuestra creencia en un Dios de amor y misericordia”.
En una época en la que la coexistencia puede parecer un sueño lejano, “el pueblo libanés, aun abrazando diferentes religiones, se erige como un poderoso recordatorio de que el miedo, la desconfianza y los prejuicios no tienen la última palabra, y que la unidad, la reconciliación y la paz son posibles”.
Virgen María, Madre de Jesús y Reina de la Paz
El Papa concluyó recordando “el 25 de marzo de cada año, fiesta nacional en su país”, en la que “ustedes se reúnen para venerar a María, Nuestra Señora del Líbano, honrada en su Santuario de Harissa, adornado con una impresionante estatua de la Virgen con los brazos abiertos, abrazando a todo el pueblo libanés”.
“Que este abrazo amoroso y maternal de la Virgen María, Madre de Jesús y Reina de la Paz”, pidió el Papa León XIV, “guíe a cada uno de ustedes, para que en su patria, en todo Oriente Medio y en el mundo entero, el don de la reconciliación y la convivencia pacífica brote como ‘manantial de agua viva, que fluye desde el Líbano’ (cf. Ct 4,15), llevando esperanza y unidad a todos”.




