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El Papa en el Líbano: un mensaje de paz

El Papa en el Líbano constituye un mensaje de paz y convivencia en un país herido por la crisis, donde santos y santuarios transculturales inspiran unidad entre cristianos y musulmanes.

Gerardo Ferrara·26 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Líbano

©Ramy Kabalan

Del 30 de noviembre al 2 de diciembre de 2025, el papa León XIV realizará su primer viaje apostólico internacional a Turquía y Líbano. La noticia ha tenido repercusión mundial: el País de los Cedros es una tierra herida, pero también un lugar de valor simbólico excepcional. “El Líbano es un mensaje […] y este mensaje es un proyecto de paz. Su vocación es ser tierra de tolerancia y pluralismo, un oasis de fraternidad donde religiones y confesiones distintas se encuentran, donde comunidades diversas conviven anteponiendo el bien común a los intereses particulares”, afirmó el Papa Francisco en 2021, señalando la misión única de este pequeño país.

Sin embargo, el contexto actual es complejo: desde 2019, el Líbano está ahogado por una devastadora crisis económica, con una inflación récord, servicios públicos colapsados y una población exhausta por la emigración masiva. El rígido sistema político confesional, que asigna cargos según la pertenencia religiosa, dificulta la toma de decisiones. Y, pese a todo, el país sigue siendo un laboratorio de convivencia donde cristianos y musulmanes permanecen, a pesar de todo, lado a lado.

Ya en otros artículos para Omnes, abordé la riqueza de la identidad plural del Líbano, enraizada en la tradición cristiana oriental, así como los riesgos de su colapso político y económico. Ahora, con la visita del Papa, estos elementos se unen a una dimensión espiritual encarnada en los santos y sus santuarios.

Santos y santuarios “ambiguos”

A este fenómeno dediqué un estudio académico titulado: “El Líbano con sus santos y santuarios ‘ambiguos’: ¿un laboratorio de evangelización en un mundo transcultural?”, presentado en el 14º Seminario profesional sobre oficinas de comunicación de la Iglesia, en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.

En este análisis abordo el fenómeno de los santuarios “ambiguos”: lugares de culto que, aunque pertenecen a una tradición religiosa concreta, son venerados también por fieles de otras religiones. En Líbano, esto ocurre especialmente con tres figuras centrales de la espiritualidad maronita: san Charbel Makhlûf (1828-1898), santa Rafqa al-Rayès (1832-1914) y san Nimatullah al-Hardinī (1808-1858).

Nacidos en aldeas del norte del Líbano, vivieron vidas sencillas, marcadas por la oración, la enseñanza y el sacrificio. Nimatullah, canonizado en 2004, fue maestro de teología y guía espiritual; Rafqa, proclamada santa en 2001, transformó el sufrimiento en testimonio de fe; Charbel, elevado a los altares en 1977, se hizo célebre tras su muerte por los milagros atribuidos a su intercesión y por su cuerpo incorrupto que aún hoy exuda aceite milagroso.

Sus santuarios, especialmente el de san Charbel en Annaya, atraen peregrinos de diversas confesiones: miles de cristianos (católicos, ortodoxos, protestantes), pero también musulmanes chiíes y suníes, e incluso drusos acuden cada año para pedir curaciones y dejar exvotos.

El “vivir juntos”: un bien común

Esta devoción compartida evoca el concepto árabe de ‘aysh al-muštarak’, el “vivir juntos”, que ha caracterizado la historia libanesa durante siglos. Ya en época islámica y luego otomana, los lugares santos cristianos eran frecuentados por musulmanes, que reconocían en ellos la «baraka», la bendición divina transmitida a través de los «walī Allah» (“amigos de Dios”).

A pesar del auge de los nacionalismos y las guerras civiles del siglo XX, este “diálogo de los fieles” nunca se rompió. No se trata de un diálogo nacido en cumbres diplomáticas, sino de la vida cotidiana: gestos de piedad popular que unen donde la política divide. El Líbano se revela así como verdadero “mensaje de paz”: la fe compartida mantiene vínculos donde las estructuras humanas fracasan.

Tres santos “heroicos” y la peregrinación a sus tumbas

Charbel, Rafqa y Nimatullah son llamados santos “heroicos”, no por hazañas espectaculares, sino por la radicalidad con que vivieron el Evangelio. Sus vidas se han convertido en referencias morales y espirituales para el pueblo libanés entero. Muchos musulmanes relatan sueños en los que san Charbel aparece como intercesor de paz; otros testimonian curaciones extraordinarias. Rafqa es venerada como modelo de fortaleza, y Nimatullah (maestro de Charbel) como guía espiritual.

Estos santos son figuras que trascienden fronteras religiosas: no representan solo la identidad maronita, sino una santidad que habla a todos, construyendo una «communitas» que supera las divisiones.

La peregrinación («ziyārah», “visita”) es una práctica común a las grandes religiones monoteístas. En el Líbano adquiere un carácter único: el fiel musulmán que enciende una vela ante el icono de san Charbel, que toca sus reliquias o se unge con aceite en su tumba, no actúa movido por curiosidad, sino por una fe auténtica. Estas prácticas –oración por la curación, ofrendas, gestos de sacrificio– expresan un lenguaje espiritual universal.

Lo que algunos llaman “ambigüedad”, lejos de representar una amenaza, se revela como una riqueza: es una experiencia de transculturalidad y, en cierto modo, de “transreligiosidad”, que demuestra que lo sagrado puede ser un puente y no un muro. Por eso, los santuarios libaneses son signos concretos de esperanza en un Oriente Medio herido.

Conflicto, elecciones y desarme: el Líbano bajo observación

En los últimos meses, el Líbano ha estado en el centro de tensiones internacionales. El conflicto entre Israel y Hezbollah vivió una escalada entre 2023 y 2024, con intervención directa del grupo chií libanés junto a facciones palestinas, lo que llevó a un acuerdo de alto el fuego el 27 de noviembre de 2024.

En 2025, la atención se desplazó al plano político interno: el Parlamento eligió al maronita Joseph Aoun como presidente, poniendo fin a más de dos años de vacío institucional.

El nuevo gobierno ha declarado su intención de reforzar al Estado y recuperar el control total del territorio. En este contexto se ha aprobado un ambicioso plan para el desarme de la milicia Hezbollah antes de finales de 2025, con el objetivo de que las fuerzas armadas estatales sean el único ejército legal. Hezbollah, debilitada por la guerra, rechaza renunciar completamente a las armas sin una retirada total de Israel.

El país se encuentra, por tanto, en una encrucijada histórica. La cuestión no es solo geopolítica, sino simbólica y espiritual: se trata de transformar el pluralismo en verdadera soberanía nacional, inspirándose en la unidad que los santos libaneses y la tradición siriaca han generado desde hace siglos.

Evangelización y comunicación

La experiencia de los santos libaneses demuestra que evangelizar no significa transmitir ideas abstractas, sino crear encuentros y relaciones. Como señalé en el seminario de la Universidad de la Santa Cruz, se trata de una “pre-evangelización”: un terreno humano donde el corazón se dispone a recibir el Evangelio.

En un mundo polarizado, donde la comunicación se reduce a consignas, los santuarios “ambiguos” ofrecen otra vía: muestran que la fe auténtica no divide, sino que genera comunión; que lo sagrado no es propiedad exclusiva de una comunidad, sino un espacio donde la humanidad se reúne.

El Líbano, con su frágil pero persistente experiencia de convivencia, sigue siendo un laboratorio de paz. El viaje del Papa no será solo una visita pastoral, sino un signo profético: un recordatorio al mundo de que el encuentro con Dios conduce necesariamente al encuentro entre los hombres.

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