Doctora en Filosofía por la Universidad de Navarra, María Pia Chirinos es, actualmente Vicerrectora de la Universidad de Piura en el Campus de Lima, centro en el que, además, es profesora ordinaria principal en su Facultad de Humanidades.
Esta institución está especialmente comprometida con el cuidado de la casa común y, en los próximos meses celebrará, junto con la Universidad St. Thomas de Minnesota, un congreso para celebrar los 10 años de la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco. Un evento que, como ella misma apunta. será una especial ocasión para recordar y homenajear al pontífice que ha resaltado la importancia del cuidado de la creación para la vida de la Iglesia.
En esta entrevista con Omnes, Chirinos, reflexiona sobre el desconocimiento existente del magisterio eclesial sobre el cuidado del planeta y destaca la importancia del ser humano como centro y responsable de la creación divina.
¿Cuáles son, a su juicio, las claves de interpretación de Laudato si’ en nuestra sociedad actual?
–La idea de fondo de la Laudato Si’ ya se encuentra incoada en la primera homilía del Papa el 19 de marzo de 2013. Es decir, la Encíclica no hace más que continuar su preocupación por el hombre y la mujer como custodios de la creación.
En Laudato Si’, la presencia del ser humano es ambivalente, no es unívoca: el ser humano es receptor del cuidado y es agente del cuidado. En ese encuadre, hay claves importantes para nuestra sociedad: la equivalencia entre la dimensión ecológica y la social –“un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social” (LS 49)-; la relación de la justicia y la pobreza no solo humana sino también de la naturaleza -debemos “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49)- o la llamada a una ecología integral, que desde la casa común abrace a todas las criaturas, leitmotiv del documento. Todas estas ideas y algunas más son claves para una comprensión más amplia de nuestra sociedad y de sus retos principales.
El Papa nos pedía entonces una «conversión ecológica». ¿Cómo se puede materializar esa petición?
–En la Encíclica, esta “conversión ecológica” alcanzó expresiones más fuertes. Por ejemplo, la denuncia sobre la “esquizofrenia, que va de la exaltación tecnocrática que no reconoce a los demás seres un valor propio, hasta la reacción de negar todo valor peculiar al ser humano”. Si el Papa habla de una esquizofrenia, de una doble vida, la conversión debe encaminarse hacia una comprensión del mundo en “unidad de vida”.
No se trata de uniformizar a todas las criaturas, sino de reconocer el valor de cada una -Kant distinguiría entre el valor de la naturaleza y la dignidad del ser humano- y sobre todo de revalorizar nuestra tarea de cuidar y preservar la casa común.
Materializar esta petición constituye un gran reto para el hombre actual pero un reto que debería apasionarnos. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que -al menos los cristianos- podemos contribuir a resolverlo desde el puesto de cada uno: desde la academia a través de la investigación y la docencia en temas humanísticos y científicos; desde la empresa, procurando la sostenibilidad y la justicia social; desde la política, con leyes que respeten la vida y promuevan el cuidado de la naturaleza; y desde muchas otras áreas como la comunicación, la economía, etc.
Francisco recogió en ese magisterio ecológico parte del llamado de sus antecesores, ¿conocemos poco la profundidad de la relación entre toda la creación?
–La conocemos poco y además la conocemos mal. Hay una cuestión de fondo que lo dificulta: la poca comprensión de la materia y, más en concreto, de la materia viva o de lo que en alemán se denomina Leib (cuerpo vivo).
Desde la modernidad, todo lo que es materia se ha entendido como una realidad inerte, abstracta. Hoy en día hay movimientos ambientalistas que denuncian este abuso con bastante razón, pero caen en la posición extrema que anatemiza el poder del ser humano sobre la naturaleza. El Papa Francisco denuncia este significado de poder. El poder es servicio, es cuidado, es respeto. Una mirada así es la propia de la visión judeo-cristiana, presente ya en las primeras páginas del Génesis. Dios crea a Adán no solo para que domine y trabaje la tierra sino para que la custodie. No hay que entender el dominio como abuso o prepotencia. Los modernos lo hicieron así y muchos trasladan erróneamente este significado al Génesis. Sin embargo, en el principio estaba muy claro el papel de Adán: conocía todo lo creado, le daba un nombre y debía custodiarlo.
En la universidad en la que usted trabaja, el tema del cuidado de la casa común es una de sus líneas de trabajo más importante. ¿Qué luces les ha aportado el magisterio papal en esta materia?¿Qué iniciativas llevan a cabo?
–Por las circunstancias geográficas de la Universidad -comenzó en medio de un desierto que sufre las consecuencias del cambio climático como el Fenómeno del Niño-, nuestra institución se ha visto obligada a plantearse proyectos de especial impacto. Uno de ellos -que se remonta a los años 80 del siglo pasado- consistió en reforestar nuestro campus. Sus 130 hectáreas se han convertido en el pulmón de oxígeno de la ciudad de Piura, como fruto de plantar cientos de semillas de algarrobos, que ahora albergan una flora y fauna riquísimas en diversas especies.
Además, nuestro programa de Arquitectura, a través de los exalumnos que ya han egresado, está incursionando en problemas urbanísticos propios de las ciudades de nuestro entorno para mejorar la calidad de vida.
En nuestro campus de Lima, vamos a implementar energías renovables dentro de un proyecto piloto de gestión de energía, pionero entre las universidades de la capital.
Por último, pero no menos importante, estamos organizando junto con la St. Thomas University (Minnesota, Estados Unidos) un congreso sobre los diez años de la Laudato Si’, que tendrá lugar en Lima los primeros días de julio. Nunca imaginamos que se trataría de un homenaje póstumo al Papa Francisco.