Tor Vergata, Roma. – “Esta es la juventud del Papa!” Volvimos a escuchar el “grito de guerra” que de tiempo en tiempo generaciones de jóvenes aclamaron a una sola voz al Romano Pontífice: Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco y, por la primera vez, al recién llegado Papa León XIV. Solo lleva 3 meses al timón de la Iglesia, pero lo suficiente para cautivar más de 1 millón de personas de, al menos, 146 países en Tor Vergata, que se tornó el corazón del mundo en este fin de semana.
Las imágenes emocionan, para decir lo mínimo: un Papa que entra con la cruz, acompañado por jóvenes de todos los rincones del mundo. Entre los saludos desde el papamóvil, siempre con su sonrisa cálida y gestos de padre. Imágenes que dan esperanza en el año jubilar que lleva su nombre.
“Cada uno está llamado a confrontarse con grandes preguntas que no tienen […] una respuesta simplista o inmediata, sino que invitan a emprender un viaje, a superarse a sí mismos, a ir más allá […], a un despegue sin el cual no hay vuelo. No nos alarmemos, entonces, si nos encontramos interiormente sedientos, inquietos, incompletos, deseosos de sentido y de futuro […]. ¡No estamos enfermos, estamos vivos!”, invitaba el Papa a su juventud en la homilía de este domingo, retomando palabras del Papa Francisco en la JMJ de Lisboa.
Vigilia
La Vigilia quedó marcada por el clima de diálogo. El primero fue de los jóvenes con el Papa, abordando tres grandes inquietudes del nuestro tiempo, la soledad, el miedo y la superficialidad. La respuesta del Papa: amistad, coraje y el deseo profundo de felicidad en cada uno.
“La valentía de elegir surge del amor que Dios nos manifiesta en Cristo. Él es quien nos ha amado con todo su ser salvando el mundo y mostrándonos así que el camino para realizarnos como personas es dar la vida. Por eso, el encuentro con Jesús corresponde a las esperanzas más profundas de nuestro corazón, porque Jesús es el Amor de Dios hecho hombre.”
Otro diálogo se estableció entre el mismo Papa y sus antecesores: citó a Francisco, Benedicto XVI y Juan Pablo II. También no podía faltar el diálogo con San Agustín, figura que consigue transmitir como un joven inquieto de hoy.
Sin embargo, el principal diálogo se dió en la adoración eucarística, que combinó momentos de impresionante silencio entre el 1 millón de jóvenes en Tor Vergata y cantos eucarísticos. Marco Frisina, 25 años después del Jubileo de 2000, sigue haciendo posible, junto con su coro de la diócesis de Roma, que una multitud se transforme en encuentro personal con Cristo.
Todos los caminos
Los últimos días fueron más movidos que lo habitual en la ciudad eterna: jóvenes y familias de todo el mundo recorrieron los caminos que llevan al corazón del mundo.
Una vez más, se tocó el “¡Todos! ¡Todos! ¡Todos!” incoado por el Papa Francisco: distintas banderas, lenguas, carismas y colores ilustran el rostro de la Iglesia Universal, que ha tenido su primer gran encuentro con León XIV.
El Papa ya había sorprendido a la multitud en una aparición no prevista al final de la Misa de bienvenida del Jubileo, el martes 29. “Nuestro deseo es que todos ustedes sean siempre signos de esperanza en el mundo. Hoy estamos empezando. En los próximos días tendrán la oportunidad de ser una fuerza que puede llevar la gracia de Dios, un mensaje de esperanza, una luz para la ciudad de Roma, para Italia y para el mundo entero. Caminemos juntos con nuestra fe en Jesucristo”, dijo al terminar el recorrido por la Plaza de San Pedro.
Si todos los caminos llevan a Roma, se puede decir que también que todos parten desde aquí. Los encuentros de un papa con su juventud son de cierta forma la marca del pontificado: ¿Cómo no acordarse de Juan Pablo II con su “non abbiate paura!” en su inicio de pontificado, en 1978? ¿O de Benedicto XVI arrodillado delante del Santísimo, firme, durante la tormenta de la JMJ de Madrid de 2011? ¿O de Francisco con su fuerte “sean protagonistas. Jueguen para adelante. Pateen adelante, construyan un mundo mejor!” en la JMJ de Río 2013?
“Queridos jóvenes, ámense los unos a los otros. Ámense en Cristo. Sepan ver a Jesús en los demás. La amistad puede cambiar verdaderamente el mundo. La amistad es el camino por la paz”. Esta es la marca que quiere dejar León XIV. Esta es la esperanza del Papa, de la Iglesia, del mundo.