El trabajo de Luna Miguel (1990), escritora y editora de éxito y una de las mejores plumas de la literatura española actual, me ha parecido muy interesante y muy oportuno, pues el tema abordado, la censura literaria, no es una cuestión de los tiempos franquistas sino que, como demuestra la autora, la censura la llevamos dentro, de fábrica.
Los orígenes del sentido crítico y la censura interior
En efecto ya san Basilio el Grande (p. 330-379), uno de los grandes padres de la Iglesia del siglo IV, cuando la Iglesia había obtenido carta de naturaleza y, por tanto, podía expresarse con total libertad, es el primero que se dirige a los jóvenes de su tiempo y de todos los tiempos para hablarle de sentido crítico en el momento de la lectura de los clásicos griegos y latinos que van a poder leer al entrar en las escuelas de Retórica y Oratoria para comenzar su formación.
El consejo que ha trascendido a todos los tiempos y culturas es de una gran sabiduría: hay que leer y mucho para poder aprender a conocer quien es Dios, el hombre, el mundo y la naturaleza y así poder gobernar el mundo que Dios nos ha entregado por heredad (Dt 3,18) y, por tanto, convivir con los demás hará construir el reino de Dios y, finalmente, para adquirir la necesaria sabiduría de la vida con la que aportar a nuestro tiempo los valores y dones que hemos recibido de la familia y de nuestros maestros.
El segundo consejo, todavía más concreto, era el de saber sacar de los libros toda la grandeza que encierran para construir en nosotros la grandeza de la dignidad de la persona humana, de toda persona humana de toda clase y condición. Lógicamente, como creyente añadía que esa grandeza de la persona se fundamentaba en ser imagen y semejanza de Dios. A la vez, hay que saber elegantemente dejar de lado lo que atente contra la dignidad de la persona humana, la rebaje o disminuya en cualquier medida.
La experiencia de Luna Miguel con Lolita y la censura
Luna Miguel nos contará en esta ocasión en primera persona, la génesis y el desarrollo de una conferencia que debía dictar ante un público universitario sobre un tema tan amplio como el de la censura y el placer, dentro de un ciclo de literatura y erotismo.
Enseguida, nos explicará que para poder decir algo que fuera valioso y que los asistentes a la conferencia pudieran llevarse de la exposición cualquier idea de interés se le ocurrió poner el ejemplo personal de lo que había sucedido en su persona y en su entorno cuando, tras muchos esfuerzos, en plena adolescencia había logrado hacerse con la novela del ruso Vladimir Nabokov publicada en Estados Unidos en 1955 donde narraba las peripecias del protagonista, un hombre obsesivo Humbert Humbert, que se había enamorado perdidamente de una adolescente de 14 años llamada Lolita y terminaría por casarse con la madre de Lolita para poder acercarse a la niña y aprovecharse de ella.
En primer lugar, Luna Miguel rebaja el clima de tensión que habría creado en breves páginas, es decir, explica crudamente que la novela tiene mucho más de propaganda que de realidad, pues pasados los años ni la temática era tan cruda, ni la narración es tan explícita y finalmente tampoco es que sea tan creíble la exposición. Es decir, que actualmente su reedición no tendría ningún éxito.
Evidentemente, lo más interesante de este trabajo es la bibliografía que ha incorporado al final del libro, pues denota que lo que ha escrito lo ha pensado mucho y sobre todo, lo ha expresado con buen humor, enloquecidamente y documentadamente.
Lógicamente, al hilo de la narración de su caso particular nos aportará todos los datos que ha podido recoger del impacto de la famosa novela contemporánea que según el New York Times de la época se convirtió en un “best seller” mundial con traducción a todas las lenguas occidentales.
Asimismo, nos narrará el escándalo que supuso en grandes sectores de la sociedad europea y americana, diez años después del final de la Segunda guerra mundial, cuando la secularización estaba avanzando lentamente y casi diez años antes de la revolución del sesenta y ocho, el movimiento hippie y el pacifismo mundial por la guerra de Vietnam.
Reflexiones sobre la libertad, la literatura y la mujer
Como explica claramente la autora, de modo muy personal, el libro ahora tanto por la temática como por la manera de redactarlo en realidad tiene mucha menos metralla que muchas obras que se están publicando por todas partes, series de televisión, etc.
De todas formas, es interesante que los consejos recibidos por la autora cuando era una adolescente tanto de sus padres, como de la bibliotecaria o de su profesora de literatura era de esperar un tiempo a leerlo para disponer de las formación necesaria, criterio más completo y capacidad crítica para que el libro para extraer de ahí lo necesario para conocer mejor la dignidad de la persona humana y rechazar lo que la rebajara.
En el trasfondo de este interesante trabajo se comprueba que todavía hay mucha tensión en todo lo que se refiera al tratamiento de la mujer en la literatura, el mundo audiovisual o el arte en general. Evidentemente, se nota mucha desconfianza en este libro: “No seamos ingenuas. Aún no hemos roto el texto de cristal. Basta con conocer un poco la historia de nuestro género para darse cuenta de que tras el avance de nuestros derechos y libertades siempre hay una ola de inquina que nos obliga a retroceder” (p. 33).
Hay que reconocer que el trabajo irá adquiriendo fuerza y acabará convirtiendo el tema de Lolita es un nudo de comentarios de interés: ¿se puede distinguir la obra del autor? ¿Se puede leer esta obra sin extraer la conclusión obvia de que está mal el maltrato psicológico? (p. 37). Este trabajo se irá “complicando” por momentos, pero también aporta argumentos que hacen pensar tanto a los lectores de novelas como a los autores.
Es interesante que nuestra autora, en un momento de desvarío, escriba unas palabras que resumen una queja sin sentido contra el sentido común: “daba igual que lo censuraran, ella los tenía en su cabeza y por lo tanto los volvería a escribir si le daba la gana; para acabar con la literatura, primero tendrían que terminar con ella” (p. 72-73).
Y, poniendo en consonancia a Simone de Beavoir con el Marqués de Sade afirmará: “De Beauvoir veía en los diversos malentendidos provocados por la obra del pornógrafo un modo de asesinato. Olvidar su literatura o reducir su vida a un par de anécdotas era, por un lado aquello que destruiría su pensamiento, pero también aquello que, irónicamente, salvaría del fuego su nombre” (p. 95). Es más, afirmará: “la historia de la literatura es la historia de nuestras adicciones, pensé entonces, allí mismo, al llegar la medianoche, con la enorme tristeza de estar sola” (p. 117). Poco después terminará este trabajo con estas significativas palabras: “A ustedes les corresponderá decidir si quieren ser partícipes de este delirio incensurable, o si solo han venido a comprenderlo” (p. 211).
Incensurable




