En el camino del Jubileo de la Esperanza que la Iglesia está recorriendo actualmente, el mes de mayo destaca como un tiempo privilegiado para experimentar la dimensión espiritual del Año Santo mediante los signos sencillos pero profundos de la piedad mariana. La Iglesia, desde sus orígenes, ha reconocido en estas expresiones de fe una puerta abierta hacia lo esencial: el encuentro personal con Dios y la conversión del corazón.
En la bula «Spes non confundit«, el Papa Francisco recuerda la importancia singular de los santuarios marianos como lugares donde los fieles pueden experimentar con particular intensidad la presencia divina. En estos espacios sagrados, muchos encuentran consuelo, paz, aliento y esperanza para sus vidas. No es casualidad, subraya Francisco, “que la piedad popular siga invocando a la Santísima Virgen como Stella maris, un título expresivo de la esperanza cierta de que, en los borrascosos acontecimientos de la vida, la Madre de Dios viene en nuestro auxilio, nos sostiene y nos invita a confiar y a seguir esperando” (n. 24).
La devoción mariana, expresión viva y misionera de la fe
Durante este mes mariano, el Jubileo 2025 se entrelaza naturalmente con la devoción popular a la Virgen María. En numerosas diócesis y parroquias se han previsto momentos comunitarios de oración mariana: procesiones, rosarios, vigilias juveniles y peregrinaciones locales que expresan la fe del pueblo.
Como señaló el Papa en la exhortación “Evangelii gaudium” (2013) – y anteriormente en el Documento de Aparecida (2007) –, la piedad popular constituye “una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia, y una forma de ser misioneros” (n. 124). Esta religiosidad, añade Francisco, posee “una fuerza activamente evangelizadora que no podemos menospreciar” (n. 126), pues representa una auténtica expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios.
Pompeya: 150 años de devoción
En este contexto jubilar, adquiere especial relevancia el 150º aniversario de la llegada del cuadro de la Virgen del Rosario a Pompeya. Esta significativa efeméride se conmemora cada año en el santuario napolitano el 8 de mayo (fecha en que se inició la construcción de la basílica en 1876) y el primer domingo de octubre mediante la tradicional y solemne Súplica.
Con motivo de este aniversario, el Papa Francisco envió una carta al arzobispo Prelado de Pompeya Tommaso Caputo destacando que el Rosario, aunque “es una herramienta sencilla y accesible a todos, puede apoyar la renovada evangelización a la que la Iglesia está llamada hoy”. Por ello, subraya la importancia de acercar esta práctica a los jóvenes, “para que la sientan no como algo repetitivo y monótono, sino como un acto de amor que no se cansa de derramarse”.
María, compañera en nuestro camino de esperanza
En un discurso dirigido a los rectores de santuarios en el noviembre de 2018, Francisco recordó que, en la mayoría de los santuarios dedicados a la piedad mariana, “la Virgen María abre de par en par los brazos de su amor maternal para escuchar la súplica de cada uno y concederla”.
Y como expresó en Fátima, el 13 de mayo de 2017, “¡Tenemos una Madre! Aferrándonos a ella como hijos, vivamos de la esperanza que se apoya en Jesús”. Una esperanza que, como nos recuerda siempre en “Spes non confundit”, encuentra en María “su testimonio más alto”, no “un fútil optimismo, sino un don de gracia en el realismo de la vida”.