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Kristina Zamarytė-Sakavičienė, madre de 6 hijos y ministra de Justicia de Lituania

Kristina Zamarytė-Sakavičienė sitúa los valores familiares en el corazón de la política pública. Su nombramiento es elogiado por líderes católicos, pero genera controversia al desafiar el individualismo cultural con su defensa de la maternidad como “la mejor escuela de vida”.

Bryan Lawrence Gonsalves·20 de diciembre de 2025·Tiempo de lectura: 5 minutos

Cuando Kristina Zamaryte-Sakaviciene dio a luz a su quinto hijo, la enfermera que pesaba al recién nacido le preguntó cuántos niños tenía. “Cinco”, respondió Kristina, sonriendo. La enfermera frunció el ceño, “bueno, espero que no vuelva por aquí entonces”, dijo. Sin embargo, Kristina volvió para dar a luz a su sexto hijo. Para Zamaryte-Sakaviciene, ese momento se convirtió en un tranquilo acto de desafío, un símbolo de alegría al abrazar la vida familiar, en medio de una cultura moderna, que con demasiada frecuencia, recibe a las familias numerosas si no con sorpresa, con abierto escepticismo.

Hoy, esta madre de seis hijos ha asumido uno de los cargos legales más visibles de su país: Viceministra de Justicia de Lituania. Su nombramiento ha suscitado elogios tanto de líderes cívicos como de la comunidad católica, por su clara brújula moral y su compromiso de situar los valores familiares en el centro de la política pública.

Fe en la vida pública

Zamaryte-Sakaviciene se unió al Ministerio de Justicia a principios de octubre de 2025, trabajando bajo la ministra Rita Tamašuniene. Su cartera es amplia: derecho civil, procesal y administrativo, mediación y política forense, y el desarrollo del sistema legal nacional de Lituania.

Aceptó la oferta de servir, dice, con “serena alegría”, reconociéndolo como “un hito profesional y una vocación personal”. Aunque nunca buscó un alto cargo, su motivación de toda la vida ha sido “contribuir eficazmente al bien común y a la protección de los derechos humanos fundamentales”.

Abogada y eticista de formación, comenzó su carrera en 2006, como asesora del Comité de Asuntos de Salud del parlamento lituano y, más tarde, se convirtió en inspectora de buenas prácticas clínicas en el Servicio Estatal de Control de Medicamentos. Posteriormente, pasó a dirigir el Instituto de Ética y Derecho Biomédico y fue directora del Instituto de la Sociedad Libre, un grupo de defensa que promueve valores arraigados en la doctrina social católica.

Para Zamaryte-Sakaviciene, la ley y la fe no son fuerzas opuestas, sino caminos complementarios hacia la verdad. “La justicia no está ligada a ninguna fe; su contenido y obligaciones no dependen de las creencias religiosas”, afirma. “Los derechos humanos en su esencia no son otra cosa que demandas de justicia, que a una persona se le dé lo que se le debe de acuerdo con su naturaleza humana”.

Elogios y controversia

Su ascenso al liderazgo nacional no ha pasado desapercibido. El cardenal Sigitas Tamkevicius, ex prisionero político bajo el régimen soviético, elogió su “clara postura cristiana sobre la vida, la familia y la sexualidad”, y la calificó como “un ejemplo inspirador para los católicos seculares y todas las personas de buena voluntad de que no necesitamos ser observadores pasivos de lo que está sucediendo en la Lituania de hoy, sino defender claramente los valores eternos”.

El arzobispo Kestutis Kevalas, de Kaunas, también defendió su nombramiento, afirmando que, en una democracia, nadie debe ser “humillado o declarado no apto para el servicio público simplemente por su posición moral o religiosa”. La discriminación contra los creyentes, advirtió, debilita el tejido mismo de la democracia.

Sin embargo, su cosmovisión, particularmente su abierta defensa de la vida y la familia, la sitúa en desacuerdo con una cultura cada vez más definida por el individualismo. En los foros públicos, a menudo desafía las suposiciones sobre el feminismo moderno y lo que significa ser una mujer empoderada.

“El feminismo prometió empoderamiento y liberación a las mujeres”, dice, “pero llevó a muchas a buscar la felicidad por caminos equivocados”. El énfasis moderno en el carrerismo y el estatus, argumenta, ha “sutilmente  ha menospreciado la maternidad y disminuido el sentido de la verdadera feminidad”.

Para Zamaryte-Sakaviciene, esta distorsión ha creado una carga emocional en las mujeres. “Muchas se sienten culpables si pausan sus carreras después de tener un bebé e igualmente culpables si esperan demasiado para ser madres”, observa. Ella cree que restaurar el respeto por la maternidad significa reconocer su valor irremplazable, alimentando la vida dentro de la familia y en la sociedad en general.

Una visión centrada en el niño

En el centro de su filosofía se encuentra lo que ella llama una visión de justicia centrada en el niño. “Evalúo las decisiones tomadas por el Estado de acuerdo con el principio de que el interés del niño es lo primero”, explica, especialmente en los debates sobre política familiar, reproducción asistida y aborto.

Insiste en que la vida comienza en la concepción, en que “los niños nunca deben ser tratados como objetos del deseo o conveniencia de los adultos”. Con respecto a la fecundación in vitro, le preocupa una cultura que “espera que los niños se adapten a las decisiones de los adultos”. La creciente manipulación de embriones, dice, “está impulsada por cambios culturales que elevan la conveniencia, los deseos y los intereses de los adultos por encima del derecho de un niño concebido a nacer y a vivir”.

Su posición, insiste, no se trata de religión, sino de justicia: “Los embriones humanos no deben ser tratados como un objeto”, explica. “Los gobiernos deben apreciar a la familia natural, no por mandatos religiosos sino por respeto a la ley natural”.

La maternidad como escuela de vida

Omnes habló con Virginija Krasauskiene, una maestra de Panevežys, que comprende de primera mano esta tensión cultural. Despedida de su trabajo después de dar a luz a su tercera hija, afirmó que, en Lituania, empleados como ella “son vistos como innecesarios e inconvenientes”, y que las familias numerosas, a menudo, son consideradas “sin educación y fanáticas”. Su historia subraya la necesidad de una mayor aceptación social de las familias con muchos hijos.

Cuando se le pregunta cómo el ser madre de seis hijos moldea su trabajo, responde sin dudar: “La maternidad es, sin duda, la mejor escuela de vida”.

La maternidad, dijo, ha revelado tanto sus fortalezas como sus debilidades y le ha enseñado “a crecer verdaderamente en virtud”. Hablando con tranquila seguridad, añadió: “Las madres no necesitan buscar el sentido de la vida, crece en sus brazos todos los días”.

Esa, cree, es una verdad que la cultura moderna olvida en su búsqueda incesante de satisfacción a través del éxito profesional o el logro social. “Ningún invento, ley o descubrimiento se compara con la maravilla de nutrir una nueva vida humana, una persona con una vida infinita propia”, reflexiona. “Después de todo, ¿no es por la gente por lo que, en última instancia, existen todos los negocios, la ciencia y la política?”.

Servir a la verdad en una era secular

Zamaryte-Sakaviciene se apresura a reconocer el papel de su marido, un abogado en ejercicio, en el sostenimiento de su numerosa familia. “Tengo un marido maravilloso, un súper-papá”, dice. “Nos cuidamos el uno al otro y a nuestros hijos juntos”. Su compromiso compartido, explica, le permite continuar su trabajo cívico y político mientras él continúa su carrera legal. Una prueba de que la armonía entre la vocación y la familia es posible cuando se construye sobre el respeto mutuo y el propósito compartido.

Navegar por la política como mujer de fe puede ser un desafío, pero Zamaryte-Sakaviciene cree que la verdad moral no necesita ser impuesta para ser efectiva. “La verdad se defenderá a sí misma”, dice. “Solo tienes que ser su portador”.

A los jóvenes católicos que aspiran al servicio público les ofrece un consejo sencillo: “No tengáis miedo de aferraros a vuestras convicciones morales, incluso a costa de vuestra carrera. Incluso si cierra una puerta, se abrirán caminos nuevos e inesperados. La vida se vuelve más simple cuando uno no oculta sus creencias”.

Las raíces de la convicción

Zamaryte-Sakaviciene atribuye a sus padres el haberle inculcado el amor por el aprendizaje y la independencia moral. “Mi padre me introdujo en los misterios de la ciencia; mi madre me mostró los tesoros de la historia, el arte y la literatura”, recuerda. De ellos heredó la curiosidad, la confianza y el coraje para pensar libremente. “Es una corriente de amor, significado y aventura que fluye de generación en generación”, dice, un legado que ahora busca transmitir a sus propios hijos.

Mientras comienza su mandato en el Ministerio de Justicia, sigue convencida de que la renovación moral de Europa depende de redescubrir la dignidad humana como algo descubierto, no meramente concedido por el Estado. “Construir una sociedad justa requiere un esfuerzo constante”, subraya, “tanto del Estado como de sus ciudadanos, para garantizar que todos reciban lo que les corresponde”.

En un panorama político donde la fe puede parecer una desventaja, Zamaryte-Sakaviciene se erige como un recordatorio de que la convicción y la compasión pueden coexistir y que el corazón de una madre puede ayudar a guiar las leyes de una nación. “La verdad nos hace libres”, afirma directamente. “Nuestra tarea es solo reconocerla y servirla fielmente”

El autorBryan Lawrence Gonsalves

Fundador de “Catholicism Coffee”

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