Bajo el cielo luminoso de Jaffa, Fray Agustín Pelayo OFM —fraile franciscano de la Custodia de Tierra Santa— teje puentes entre culturas y religiones diversas. Con más de dos décadas radicado en estos territorios sagrados, su vida es un testimonio de entrega a la vocación religiosa y al diálogo en una de las regiones más complejas y fascinantes del mundo.
Licenciado en Turismo y en Teología, Fray Agustín ha convertido su formación dual en un instrumento para guiar no solo a peregrinos y comunidades. Ordenado sacerdote en 2010, su trayectoria abarca desde la formación de nuevos candidatos a la vida franciscana hasta la dirección del Centro de Información para Peregrinos Cristianos, gracias a su dominio del árabe, el español y otras lenguas.
Desde hace nueve años, sirve como párroco en la iglesia de San Antonio de Padua, un microcosmos de la universalidad de la Iglesia: árabes cristianos de rito romano, migrantes filipinos, indios, africanos, latinoamericanos y diplomáticos se reúnen bajo su guía pastoral.
En esta entrevista, Fray Agustín reflexiona sobre su llamado, los desafíos de pastorear una comunidad multicultural en Tierra Santa y la esperanza que lo sostiene en medio de tensiones políticas y sociales.
¿Cuáles son los mayores retos de los franciscanos en Tierra Santa hoy?
– Nuestra misión sigue siendo vivir el Evangelio con coherencia, como san Francisco enseñó: «Que nuestra vida anuncie a Cristo sin necesidad de palabras». Custodiamos dos pilares: las «piedras de la memoria evangélica» (los santos lugares) y las «piedras vivas» (las comunidades cristianas).
Mantenemos escuelas, viviendas y trabajo para sostener su fe. Servimos a todos sin distinción. El diálogo interreligioso lo hacemos con acciones, no con documentos. En nuestras parroquias conviven cristianos de ritos orientales, protestantes, judíos en Navidad e incluso musulmanes que honran a María.
¿Cómo promueven la convivencia entre religiones?
– Contamos con una secretaría de evangelización enfocada en diálogo con judíos y musulmanes. En el Instituto Magnificat en Jerusalén, donde judíos, cristianos y musulmanes estudian música juntos. Cuando un judío toca el órgano y un musulmán canta un salmo, se crea un lenguaje común. El arte desarma prejuicios y muestra que la belleza es puente entre religiones.
Además, recibimos gestos cotidianos: musulmanes que devuelven Biblias heredadas, judíos que donan cruces en Pascua, o el municipio de Tel Aviv, que limpia nuestro cementerio y construyó un parque para niños.
¿Qué impacto tienen la llegada de peregrinos en la región?
– Son portadores de esperanza. No solo sostienen el turismo (hoteles, transporte, tiendas, etc), sino que ayudan a que los cristianos locales se sientan parte de algo mayor. Hoy somos apenas el 2% de la población, pero con peregrinos, esa presencia simbólica crece. Lamentablemente, muchos emigran por la falta de paz duradera y conflictos internos entre familias árabes.
¿Cómo afecta el conflicto político a su labor?
– En Jaffa, aunque escuchamos sirenas de misiles y corremos a refugios, mi comunidad mantiene la esperanza. Los feligreses, con trabajos estables, apoyan a quienes sufren en zonas conflictivas. Es un orgullo ver su generosidad.
¿Qué enseñanzas del pasado guían su trabajo actual?
– Ser franciscano es ser «cristiano pacificado y hermano de todos», como los primeros frailes. No pasa de moda porque se trata de amar sin distinciones, algo vital en un lugar marcado por divisiones.
¿Cómo imagináis el futuro de las comunidades cristianas aquí?
– Sueño con niños jugando sin odios heredados. Los adultos somos los que creamos barreras. Anhelo una Tierra Santa donde todos se sientan «en casa», celebrando bodas y festividades juntos. Pero esto solo ocurrirá si cada persona lucha por la fraternidad, haciendo del mundo entero una «casa común».
Como párroco en una comunidad multicultural, ¿cuál es su mayor aprendizaje?
– La diversidad enseña que la fe trasciende culturas. En la Iglesia de San Antonio de Padua, un indio reza junto a un árabe, un filipino ayuda a un latinoamericano… Es la Iglesia universal. Gestionar esto exige escucha y humildad, pero es una gracia ver cómo Cristo une lo que el mundo divide.
¿Qué le diría a quien quiera apoyar a los cristianos de Tierra Santa?
– ¡Vengan como peregrinos! Su presencia alimenta nuestra esperanza. Y oren por la paz.
¿Cuáles son los mayores retos que enfrentan los franciscanos en Tierra Santa hoy?
– Los retos han cambiado poco, la vocación de los frailes menores en Tierra Santa desde el envío de frailes de parte del pobrecillo de Asís; el fue muy claro, decía que se tenía que vivir de la mejor manera el mensaje del Evangelio de tal manera que no fuese necesario anunciarlo que con la propria vida, de tal forma quien cree diversamente pueda preguntar porque nosotros vivimos así.
La misión franciscana no se entiende sin dos tipos de piedras; las piedras de la memoria Evangélica, el lugar del HIC, aquí ocurrió y después los custodios de esas memorias con su fe, ósea nuestros hermanos cristianos de las distintas denominaciones que viven cerca de los lugares sagrados, primero el santuario que en muchos de los casos es sede de la parroquia, después la escuela para formar en los valores cristianos y en las ciencias y posteriormente dar la posibilidad de viviendas y trabajo.
Nuestras comunidades son una riqueza porque son un ejemplo que se puede vivir en la diversidad y de manera pacífica, todas nuestras comunidades franciscanas son internacionales y esto nos ayuda a ser abiertos a las necesidades de los demás. El factor político no es parte de nuestra misión; nosotros estamos aquí para todos sin hacer distinciones de razas o de credos, estamos aquí para poder aportar un poco de todo el bien que hemos recibido del Señor y es al Señor a quien agradecemos por darnos la posibilidad de estar viviendo en su tierra cercanos con quien mas sufre, orando por la paz en los santuarios de nuestra redención.
En una región marcada por la diversidad religiosa, ¿cómo promueven el diálogo y la convivencia entre judíos, musulmanes y cristianos?
– En este ámbito tenemos una secretaría de Evangelización compuesta por distintos hermanos, hay quienes son más sensibles al diálogo islámico o quien al diálogo con el judaísmo, dependiendo de las lenguas que hayamos tenido la posibilidad de aprender durante nuestra formación teológica. Lo hacemos también en las fiestas de cada uno de nuestros hermanos de fe Abrahámica, con el diálogo en nuestras escuelas, y sobre todo también en un instituto de música establecido en nuestro convento principal de la ciudad vieja de Jerusalén. El instituto de música llamado Magnificat donde forman y se forman en ésta arte judíos, cristianos y musulmanes.
Las experiencias concretas las vivimos día a día porque en este ambiente multicultural y de diferentes religiones es fácil enriquecernos de vivencias constantes. Musulmanes que te traen a casa Evangelios que han tenido en casa desde sus abuelos y que prefieren traerlos a la iglesia para que sean entregados a una familia cristiana para que los lea, o mujeres musulmanas que vienen a traer flores a la Virgen María.
Esta Pascua una familia judía de una joyería famosa de la zona de Tel Aviv me contacto antes de Semana Santa para que si me interesaba pudiese recibir cerca 2000 cruces con sus cadenas para entregar por la solemnidad de Pascua; o el municipio judío de Tel Aviv, que nos limpia nuestro cementerio dos veces al año o que nos regalo un parque de juegos para nuestra parroquia para el uso y disfrute de los pequeños y para crear relaciones mas humanas.
¿Qué impacto tienen los peregrinos en la vida de los cristianos en Israel?
– Los peregrinos son portadores de esperanza y de posibilidades de sueños a futuro para todos aquí en Tierra Santa, no solo ayudan con su peregrinar a los cristianos, aquí son muchas las personas de las tres religiones que se dedican al sector del turismo. Con ello ayudan generando trabajo en la hotelería, transporte, restaurantes, negocios y cooperativas cristianas. No dan el pescado, dan la red para pescar y esto repercute en la calidad de vida y en el sentirse no solo el escaso 2% de la población si no un poco más quizá en ocasiones de muchos peregrinos nos sentimos hasta el 5% de la población. Hay un éxodo por la poca esperanza de una paz sincera y duradera, y también por problemas relacionados a conflictos internos de familias árabes de las dos religiones que enfrentan conflictos de carácter económico y de odio y racismo.
¿Cómo afecta la situación política y social de la región a su labor?
– Sinceramente en el área donde yo me encuentro, no tenemos esas dificultades, tenemos ciertamente que enfrentar el sonido de las sirenas que anuncia la cercanía de un misil, el tiempo para correr a un refugio. Mis cristianos en su mayoría tienen un buen trabajo y buenas posibilidades y esto no les hace olvidar a sus hermanos de la otra parte y siempre están dispuestos y generosos para colaborar con las necesidades de aquellos que tienen menos. Y esto es algo de lo cual me siento muy orgulloso de mi parroquia de Jaffa.
¿De qué manera trabajan para ser agentes de reconciliación en medio de las tensiones?
– Francisco de Asís envío a sus hijos a ser testigos de Jesucristo y los mando pacificados y vino el mismo Francisco a buscar la paz, su dialogo con el Sultán; no es una mera amistad del momento nacida de la simpatía, bien sí es un dialogo autentico de Francisco que anuncia a Cristo, es eso lo que tenemos que hacer aquí también anunciar a Cristo pero si esta prohibido pues lo hacemos con la vida, con las pequeñas cosas y con la concreta certeza que no estamos para nosotros mismos si no para anunciar a Cristo Resucitado que como primer don de su Resurrección nos ofrece su paz.
Con ocho siglos de presencia franciscana en la región, ¿qué enseñanzas del pasado considera esenciales para abordar los desafíos presentes?
– El franciscanismo no puede pasar de moda porque ser franciscano no es ser otra cosa que cristiano; pero cristiano pacificado y reconciliado. Cristiano que se siente hermano y que lucha por hermanarse y por ser signo del amor del Padre para con todos sus hijos, viviendo su vocación en la alegría del servicio a todos sin hacer distinción. Esto hicieron los primeros frailes y esto estamos llamados a hacer también nosotros en el 2025
¿Qué sueña o espera para el futuro de las comunidades cristianas en Tierra Santa?
– Soñar es bueno y es posible que los sueños se transformen en realidad, sueño con ver jugar a los niños. Los niños juegan con todos, los niños no hacen diferencias; las diferencias y el odio lo alimentamos los adultos y dañamos incluso a los niños quitándoles la posibilidad de vivir una vida mas bella, una vida mejor.
Sueño con una tierra santa donde todos nos sintamos en casa, donde todos podamos compartir las bodas que son los momentos más bellos de las fiesta de todos los seres humanos, sueño con menos egoísmo y con mas fraternidad pero soy consciente que estos sueños solo se podrán realizar si cada uno se atreve a soñar y a mar con todo el corazón para hacer no solo de la tierra santa un lugar mejor donde vivir si no de todo el mundo entero como la casa común que nos ha dado el Padre común.