Las memorias recientemente publicadas en catalán por el Servicio de Publicaciones de la Abadía de Montserrat del profesor ordinario de historia de la teología, Josep Ignasi Saranyana (Barcelona 1941), son un motivo de gozo y de satisfacción intelectual y literaria. Es más, para todos los que hemos tenido la suerte de trabajar a su lado en el departamento de Historia de la Iglesia y de la teología de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, se añaden muchos momentos de ilusiones y aspiraciones cumplidas. Realmente, todo tiempo pasado fue mejor.
La fecundidad intelectual del profesor Saranyana podría descubrirse sencillamente hojeando sus abundantes publicaciones; artículos, monografías, conferencias y asistencias a congresos, donde siempre sus intervenciones eran muy esperadas, por la agudeza y simpatía de las mismas. Pero hay una faceta que me gustaría resaltar en este breve comentario a sus memorias: la sabiduría impartida en sus clases, en la dirección de tesis de licenciatura y de doctorado, y en la pléyade de discípulos que ha dejado en muchas universidades, entre los cuales me honro.
Tengo bien grabadas las muchas conversaciones mantenidas con el Dr. Saranyana en Pamplona, en Madrid, en Sevilla y, por supuesto, las clases recibidas en la licenciatura y doctorado en Historia de la Iglesia y de la teología durante mis años de estudios en Roma y Pamplona. Lógicamente, su patronazgo lo ejerció siempre delicadamente pues sabía que mi director de Tesis y maestro perpetuo sería Juan Belda Plans y también Paulino Castañeda, uno en Historia de la Escuela de Salamanca y otro en Historia de América.
La amistad y el trato con el profesor Saranyana ha continuado a lo largo de toda mi vida profesional pues la historia de la teología y la historia de la Iglesia han sido objeto de mi estudio e investigación hasta la actualidad y siempre el Dr. Saranyana ha sido una referencia para estudiar sus obras y colaborar con él en proyectos y publicaciones por instancia de parte o por confluencia de intereses y siempre por amistad.
Como profesor joven procuraba buscar algún tiempo a la semana para compartir puntos de vista y aprender del entonces director del departamento de Historia de la Teología y teológica histórica Josep Ignasi Saranyana quien había sustituido al venerable profesor José Orlandis.
Recuerdo los pormenorizados consejos sobre cómo elaborar una reseña o una recensión de un libro. Sobre el modo de impartir una asignatura del ciclo I o del ciclo II en la facultad de Teología o cómo despachar lo primero de todo por la mañana el correo que iba llegando a mi despacho en la Facultad, asuntos sobre los que debía opinar o cómo felicitar las navidades a los colegas historiadores que iba conociendo con las separatas de mis primeros artículos o reseñas de libros.
De la lectura de estas apasionantes apuntes e impresiones de la vida, me ha interesado especialmente todo el periodo de su incorporación del Dr. Saranyana a la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra en los años sesenta cuando ésta daba los primeros pasos y había que aprender las lenguas fundamentales para la investigación y trato con los colegas: francés, inglés y alemán.
Especialmente, me han interesado los perfiles biográficos y semblanzas de Alfredo García Suarez, Pedro Rodríguez, José Luis Illanes, Ildefonso Adeva, Amador García Bañón, de quienes había oído hablar o había conocido en la Facultad. Ahora leo el resumen de la carta que el Fundador del Opus Dei y Gran Canciller de la Universidad escribió al claustro de la Facultad de Teología en marzo de 1971, en plena crisis del fenómeno de la contestación en la Iglesia (p. 202). Como señala el Dr Saranyana: “quería unidad y paz en el claustro académico de la Facultad de Teología y exigía fidelidad al magisterio pontificio, cosa lógica y acorde con el espíritu que el mismo había trasmitido. Es más, promovía autenticidad de vida y coherencia, es decir, que viviésemos lo que predicásemos. Deseaba que fuésemos piadosos (teología y piedad han de ir del brazo), porque eran tiempos que, como ya se ha dicho, el mundo teológico estaba muy revuelto” (pp. 202-203).
Es muy interesante el modo que utiliza para reconocer el profundo magisterio de Alfredo García Suárez, el primer decano de la Facultad, y enseguida la impronta del Dr. José Luis Illanes quien en 1978 tomó el decanato y trasmitió serenidad y optimismo en el ambiente. Por supuesto, también la inolvidable figura y la fecundidad teológica del Dr. Pedro Rodríguez (p. 205). Son lógicos tan rendidos homenajes, a los que deberemos añadir nosotros al profesor Saranyana, fundador de la revista Anuario de Historia de la Iglesia bien conocido por los historiadores del mundo entero, pues sencillamente, las universidades son lo que son los grandes maestros que han trabajado, enseñado e investigado en ellas.
Otro asunto al que hemos de referirnos en esta breve reseña es a la historia de la teología propiamente dicha. Cuando el Dr. Saranyana comienza a estudiarla en los años sesenta y setenta empieza trabajando en paralelo la historia de la teología y la historia de la filosofía y de hecho será considerado en el ámbito académico como un maestro de ambas especialidades. Para comprobarlo basta con leer el primer manual universitario de historia de la teología firmado por el Dr. Illanes y el Dr. Saranyana, publicado en la colección “Sapientia fidei” de la BAC en el año 1993.
Años después, el propio Dr. Saranyana realizará una obra gigantesca en varios volúmenes sobre la Historia de la Teología en América latina, editada en la editorial Iberoamerica-Vervuet, concluida en el año 2007 y finalmente, ya como un libro de madurez, señalemos la monumental historia de la teología cristiana (750-2000), publicada por Eunsa en 2020. Verdaderamente, en estos tres manuales están recogidas sus investigaciones, lecturas y amplia docencia a lo largo de toda su vida académica. Podemos afirmar que la historia de la teología tiene en el profesor Saranyana un referente principal. Especialmente interesante es la estrecha relación entre la historia de la filosofía y de la teología y, en segundo lugar, la carga especulativa. Finalmente, recordemos la aportación del Dr. Saranyana a la evangelización de América en el V Centenario de la misma, como se colige de las Actas del Simposio que organizó en Pamplona en 1992.