La situación financiera del Vaticano a mediados de 2025 presenta un panorama complejo, marcado por desafíos estructurales persistentes, pero también por avances significativos en la gestión y transparencia de sus entidades clave. En los dos últimos meses se han presentado informes muy positivos con los balances de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA) y el Instituto para las Obras de Religión (IOR) con los resultados del año 2024. Esos buenos resultados contrastan con otros titulares alarmistas y ajustes sorprendentes en la Santa Sede. No hay más que recordar las reducciones de sueldo a los cardenales y la subida del precio de los inmuebles que tuvo que realizar el Papa Francisco. Así las cosas, uno se pregunta, ¿en qué quedamos?, ¿la situación económica del Vaticano es buena o mala?
Si tuviéramos que responder brevemente a la pregunta, habría que decir que algunas áreas del Vaticano poseen una profesionalización, transparencia y rendimiento positivos, mientras que otras son muy poco transparentes y muy deficitarias. El balance general no es positivo y en líneas generales puede decirse que la Santa Sede estaría en una situación económica muy delicada. Las mejoras contables de esas instituciones no impiden que la Santa Sede siga enfrentando un déficit estructural crónico, lastrado sobre todo por las deudas de su fondo de pensiones.
Fuentes de ingreso
El Vaticano, como el estado soberano más pequeño del mundo, opera con un modelo financiero único que lo distingue de las economías nacionales convencionales. Su estructura no se basa en la recaudación de impuestos a sus residentes ni en la emisión de bonos soberanos. En cambio, sus principales fuentes de financiación provienen de una diversidad de orígenes globales, incluyendo donaciones de diócesis católicas y fieles alrededor del mundo, los ingresos generados por los Museos Vaticanos a través de la venta de entradas, y los rendimientos de su extenso portafolio de inversiones y propiedades inmobiliarias.
El APSA y el IOR
La APSA gestiona los bienes muebles e inmuebles de la Santa Sede, que comprenden 4.234 propiedades en Italia y 1.200 propiedades adicionales ubicadas en ciudades internacionales clave como Londres, París, Ginebra y Lausana. Un 70% de las propiedades no genera ingresos, ya que se utilizan para albergar oficinas del Vaticano u otras oficinas de la iglesia, mientras que otro 11% se alquila con tarifas reducidas a los empleados del Vaticano.
En 2024 reportó una ganancia de 62,2 millones de euros. Esto representa un aumento sustancial de 16 millones de euros con respecto a su desempeño en 2023. Este resultado es reconocido como uno de los mejores de la APSA en los últimos años.
El IOR, comúnmente conocido como el «Banco del Vaticano», detalló en su informe anual de 2024 una ganancia neta de 32 millones de euros, lo que representa un aumento del 7% con respecto a 2023. Esta trayectoria positiva confirma la eficacia de años de reformas financieras implementadas dentro de la institución.
Déficit de pensiones
La Santa Sede ha estado lidiando con un déficit estructural crónico durante varios años. Este déficit se estima entre 50 y 90 millones de euros anuales, lo que representa aproximadamente el 7% de su presupuesto total, que ascendió a 1.200 millones de euros en 2023. Algunos datos históricos ilustran aún más este desafío, con un déficit proyectado de 87 millones de dólares en 2023 y un déficit operativo que alcanzó los 83,5 millones de euros en el mismo año, un aumento de 33 millones de euros en comparación con 2022. Más allá del déficit operativo anual, una obligación financiera crítica a largo plazo es el sustancial déficit del fondo de pensiones para los aproximadamente 5.000 empleados y jubilados del Vaticano.
El déficit de las pensiones del Vaticano nunca se ha contabilizado por completo, pero se estima entre mil y dos mil millones de euros. El último estudio serio lo realizó la Comisión de reforma, la COSEA, en 2015. El temor a los procedimientos financieros no transparentes, incluso a las lagunas legales abiertas para el blanqueo de capitales, resurge periódicamente como un fenómeno jamás resuelto ni erradicado.
La gestión del Papa Francisco
Durante su pontificado, el Papa Francisco encabezó una profunda reforma del Instituto para las Obras de Religión (IOR), con el objetivo de erradicar el lavado de dinero vinculado a la mafia y restaurar su integridad financiera. En 2014, un año después de la llegada de Francisco, se cerraron más de 1000 cuentas sospechosas, muchas de las cuales estaban inactivas o vinculadas a propósitos no compatibles con su misión.
En 2024, la Autoridad para la Supervisión e Información Financiera (ASIF) registró una reducción de un tercio en los reportes de actividad financiera sospechosa en el Vaticano. Además, la plataforma de evaluación Moneyval reconoció mejoras sustanciales en la lucha contra el lavado de dinero y el financiación del terrorismo, clasificando al IOR con niveles elevados de cumplimiento técnico.
A pesar de las reformas impulsadas por el Papa Francisco para sanear las finanzas vaticanas, el caso del cardenal Angelo Becciu ha evidenciado que persisten malas praxis económicas dentro de la Santa Sede. El escándalo, vinculado a inversiones opacas y gestión irregular de fondos, ha puesto en cuestión la eficacia de algunos mecanismos internos de control.
En paralelo, durante el mismo pontificado, las donaciones al Óbolo de San Pedro —la principal fuente de ayuda económica de los fieles al Papa— se redujeron enormemente afectando seriamente la capacidad del Vaticano para sostener sus actividades pastorales, diplomáticas y asistenciales.
Para León XIV, la gestión económica se presenta como uno de los desafíos más urgentes. El nuevo pontífice deberá consolidar la transparencia, recuperar la confianza de los fieles y reequilibrar las finanzas vaticanas sin perder el espíritu evangélico de pobreza y servicio.