Tras doce Congregaciones Generales con más de 200 intervenciones, los cardenales electores han trazado el mapa de las prioridades y retos cruciales a los que deberá enfrentarse el nuevo Papa, León XIV.
Una imagen que se ha repetido en muchas intervenciones es el Papa como “pastor y maestro de humanidad”. Cercano a las heridas del mundo, con capacidad de diálogo y sin miedo a la ternura, el Pontífice que se espera es aquel que encarne una “Iglesia samaritana”, dispuesta a detenerse en medio del camino para sanar y acompañar. En tiempos de guerra y polarización, el Sucesor de Pedro debe ser un guía espiritual, un puente y un signo de esperanza.
Unidad de la Iglesia
Además, se ha destacado la necesidad de hacer más significativas las reuniones del Colegio Cardenalicio durante los Consistorios. Más allá de ser instancias formales, se pide que sean espacios reales de consulta, reflexión y corresponsabilidad. Los cardenales no desean ser solo electores, sino colaboradores en la misión universal de la Iglesia. Este cambio supone un redescubrimiento del papel del Colegio Cardenalicio en la estructura eclesial.
Las divisiones internas también han sido señaladas con preocupación. Los cardenales coinciden en que el próximo Papa deberá ser un garante de la comunión eclesial, sabiendo integrar sensibilidades distintas y evitando tanto el autoritarismo como el relativismo. La comunión no es solo un ideal, sino una tarea diaria que exige escucha, paciencia y valentía.
El debate sobre el poder del Papa ha estado presente en las congregaciones. Algunos cardenales reflexionaron sobre los límites y la estructura canónica del ministerio petrino. El próximo Papa deberá ejercer su autoridad como servicio, con humildad evangélica, respetando los procesos sinodales y reconociendo la riqueza de las Iglesias locales. Se trata de un equilibrio delicado entre liderazgo y colegialidad.
Economía, sinodalidad y abusos
La situación económica de la Curia sigue siendo objeto de atención. Tras los escándalos del pasado, se espera del próximo Pontífice un impulso renovado a la transparencia, la austeridad y la buena gestión económica. La sostenibilidad de la Santa Sede debe garantizarse sin perder de vista su carácter evangélico: estar al servicio del Evangelio y no del poder.
Para los cardenales, la sinodalidad no puede quedarse en un proceso temporal. El nuevo Pontífice tendrá la tarea de promover la participación real de todos los fieles en el discernimiento y en la misión de la Iglesia. La sinodalidad ha dejado de ser un concepto teológico para convertirse en una urgencia pastoral.
Entre los temas abordados destaca la necesidad de erradicar los abusos sexuales en la Iglesia. Los cardenales han exigido que esta lucha continúe con determinación y transparencia. Así, el nuevo Papa deberá consolidar los protocolos de prevención, fortalecer la justicia canónica y, sobre todo, acompañar con compasión y verdad a las víctimas. La limpieza interna sigue siendo condición necesaria para la credibilidad externa.
Paz y ecología
El clamor por la paz ha sido unánime. En su declaración final, los cardenales pidieron un alto el fuego permanente y negociaciones que respeten la dignidad humana y el bien común. Se espera del próximo Papa una presencia activa en el escenario internacional, como mediador moral, defensor de los pueblos y promotor incansable del diálogo. En tiempos de guerra, la palabra de la Iglesia debe ser clara, valiente y esperanzadora.
La preocupación por el planeta no es solo científica, sino también teológica. La “ecología integral” propuesta por Laudato Si’ fue reafirmada como una de las grandes tareas del futuro Papa. El cuidado de la creación es hoy un campo privilegiado de evangelización y compromiso. La Iglesia debe ser una aliada de quienes luchan por un mundo más justo y sostenible.