Cultura

Whitney Houston: la voz

Whitney Houston siempre fue muy religiosa. Además de dedicar años y años a cantar en la iglesia, siempre dio testimonio público de su fe bautista.

Gerardo Ferrara·9 de agosto de 2025·Tiempo de lectura: 6 minutos
Whitney Houston (Wikimedia Commons)

Whitney Houston en 2009 (Wikimedia Commons)

Era mayo de 1994 cuando la escuché cantar en directo (en televisión) por primera vez. Aún no había cumplido los 16 años. Estaba haciendo zapping y a punto de irme a dormir (al día siguiente tenía colegio). Justo cuando estaba a punto de apagar la televisión, apareció ella, Whitney Houston: envuelta en un vestido blanco y negro, con el pelo recogido, la mirada soñadora, el público extasiado a sus pies, preciosa. Empezó a cantar: «If I… should stay…», las primeras estrofas de “I will always love you». ¡Me quedé fulminado!

Hasta entonces había escuchado alguna que otra canción suya, pero odiaba esa “I will always love you»: estaba en todas partes. La ponían sin parar en la radio del autobús que me llevaba al colegio, en casa mientras hacía los deberes, en el gimnasio… ¡No podía más! Pero escucharla cantar en directo, y mejor aún que en el disco, bueno, eso nunca me había pasado.

Así que, desde ese momento, me puse a escuchar todos sus discos, conozco todas sus canciones, me alegré de sus triunfos, fui testigo de su trágico declive y lloré por su repentina desaparición, el 11 de febrero de 2012.

Se pueden decir muchas cosas sobre ella, pero sin duda fue una de las artistas más grandes, y quizás la voz más grande, de todos los tiempos, la más premiada de la historia. En Estados Unidos todavía la llaman “La voz”.

Destinada a convertirse en leyenda

Whitney Elizabeth Houston nació en Newark, Nueva Jersey, el 9 de agosto de 1963, la última hija de John y Cissy. Su madre era prima hermana de Dionne Warwick y famosa cantante de góspel, además de célebre corista de Elvis Presley y Aretha Franklin (suya es la famosa nota aguda de soprano en “Ain’t no way» de Franklin).

Desde niña, Whitney (que tenía dos hermanos mayores y a la que su familia llamaba Nippy) cantaba en la iglesia donde su madre dirigía el coro (la New Hope Baptist Church de Newark) y destacó por su prodigiosa voz (a los 11 años cantó su primer solo). Como además era muy guapa, tuvo la oportunidad de posar como modelo para la revista Seventeen (la primera chica de color en aparecer en la portada) y hacer algunas apariciones en series de televisión. Comenzó su carrera en el mundo de la música como corista, junto a su madre, para varios artistas (entre ellos Chaka Khan, en “I’m every woman”, de la que años más tarde haría una famosa versión).

La oportunidad, sin embargo, llegó cuando, en un club de Nueva York en el que cantaba junto a su madre, Whitney interpretó una versión de George Benson, “Greatest love of all”, ante el productor de esa misma canción, además de uno de los grandes de la música (habiendo producido, entre otros, a Aretha Franklin y Janis Joplin): Clive Davis. En una entrevista, Davis declaró que quedó impresionado (como yo y muchos otros) por la voz más hermosa de su generación y por la forma en que había interpretado esa canción, que él mismo había producido años antes, dándole un significado, un alma, que nadie más había logrado darle.

Davis fichó a Whitney para Arista Records y, desde entonces, fue un éxito tras otro: el primer álbum, “Whitney Houston” (1985), con éxitos como “You give good love”, “Greatest love of all”, “How will I know”, “All at once”; el segundo, “Whitney” (1987), con la famosa “I wanna dance with somebody”. En pocos años, Whitney Houston se convirtió en una estrella de primer orden, la primera mujer en tener siete singles número 1 (superando a los Beatles), premios a montones (Grammy, American Music Award y otros) y fama mundial.

Demasiado negra para los blancos, demasiado blanca para los negros

Con el éxito, por supuesto, llegaron también las primeras dificultades. Desde el principio, Whitney se enfrentó a un cambio de rumbo con respecto a otras cantantes afroamericanas: sonidos más pop, melodías sencillas y no demasiado gospel o soul (pero en las actuaciones en directo su voz dejaba, como Aretha Franklin, una huella soul indeleble), y esto para hacerla más aceptable para el público blanco (y al afroamericano no le gustó, tanto que a veces la abucheaban estrepitosamente y algunos la llamaban Oreo, como las galletas negras por fuera y blancas por dentro).

Sin embargo, fue la primera cantante afroamericana en convertirse en una estrella de MTV, allanando el camino para otras después de ella e inventando una forma de cantar que desde entonces todas sus herederas han intentado igualar (Céline Dion, Mariah Carey, Beyoncé, Adele, etc.).

También corrían rumores sobre su vida sentimental y privada (sobre los que no voy a detenerme) que siempre le hicieron sufrir mucho.

Whitney intentó adaptarse, pero luego su carácter comenzó a aflorar, con el deseo de algo que fuera más suyo, hasta tal punto que logró imponerse a Davis para producir un álbum, “I’m your baby tonight” (1990), que se alejaba notablemente de los dos primeros, con sonidos más negros.

“El guardaespaldas” y los años 90

La consagración aún estaba por llegar, y de hecho llegó en 1992, cuando Whitney actuó junto a Kevin Costner en la película “El guardaespaldas”, que la dio a conocer aún más en todo el planeta, la convirtió en la cantante más famosa del mundo y produjo el sencillo femenino más vendido de la historia (“I will always love you”, escrito y cantado años antes por Dolly Parton) y la banda sonora más vendida de todos los tiempos.

Mientras tanto, llegó también el matrimonio con el famoso Bobby Brown y la maternidad (su hija Bobby Kristina nació en 1993 y, lamentablemente, murió pocos años después que su madre, también encontrada inconsciente en la bañera).

A pesar de las primeras tormentas sentimentales y los problemas con las drogas, los años 90 estuvieron plagados de éxitos (otras dos películas: “Waiting to exhale” (“Esperando un respiro”), con su banda sonora, y “The preacher’s wife” (“La mujer del predicador”), con el álbum homónimo de gospel cantado por Houston, que se convirtió en el álbum de gospel más vendido de todos los tiempos).

Otro álbum aclamado por la crítica y el público fue “My love is your love”, más orientado al hip hop.

El declive y la muerte

Los años 2000 estuvieron marcados sobre todo por los problemas con las drogas, las desintoxicaciones y la pérdida de la voz, pero también por otros dos álbumes (“Just Whitney”, de 2002, e “I look to you”, de 2009), producciones cinematográficas, el divorcio de Brown y varios intentos por recuperar la voz y el éxito.

A pesar de haber intentado con todas sus fuerzas remontar el vuelo, Whitney Houston falleció el 11 de febrero de 2012 en un hotel de Beverly Hills, no tanto por las drogas (que también contribuyeron, junto con el tabaco, a su deterioro físico), sino por problemas cardíacos debidos a la aterosclerosis, una enfermedad que también había afectado a otra de las grandes voces del siglo XX: Maria Callas.

La fe y la herencia

Whitney Houston siempre fue muy religiosa. Además de dedicar años y años a cantar en la iglesia, siempre dio testimonio público de su fe bautista. Testimonios de los días previos a su muerte refieren su deseo de encontrarse finalmente con Jesús, cansada de todas las vanidades del mundo del espectáculo. Varios amigos, entre ellos Robyn Crawford, declararon que se encerraba en su habitación durante horas para «hablar con Jesús».

Ciertamente, su vida terrenal terminó de manera trágica, pero su legado artístico y humano está destinado a perdurar para siempre. Concluiré con el obituario que más me impactó tras su muerte, el de la gran cantante italiana Mina:

“Se van, quieren irse. Otra tragedia, otra absurdidad, otra ausencia, otro misterio. No quiero saber por qué murió Whitney Houston. No quiero volver a relacionar, una vez más, un gran talento musical con historias de drogas. La ecuación ‘maldita’ que asocia el éxito con la fragilidad, el arte con la depresión, los aplausos con los medicamentos sigue persiguiendo a un mundo que, solo en apariencia, solo contiene privilegios.

Por favor, no me lo digáis si realmente fuera así. Quiero conservarla en mi memoria tal y como yo la veo: alta, guapísima, extraordinariamente talentosa. Sé poco de su vida. Y todo de su música. Un ángel que canta así se habría merecido lo que ahora parece un ‘premio’ inalcanzable: una existencia consciente, una vida feliz. Ella realmente inventó una forma de cantar, nada fácil, que todos han intentado imitar. Se ha convertido en el término de comparación. El papel tornasol. El modelo. La inalcanzabilidad.

Y, como me suele pasar en casos como este, no puedo evitar pensar en dónde acaba el talento de una persona cuando esta deja de estar en la forma que conocemos”.

Sin embargo, quienes tienen fe pueden recordar las palabras de una famosa y hermosa canción que Whitney hizo famosa: “Jesus loves me”.

“Jesús me ama, lo dice la Biblia y yo lo creo. Los pequeños le pertenecen: somos débiles, pero él es fuerte. Y yo avanzo hacia arriba, te lo ruego, Señor, ¡guíame! Soy indigno y terco, lo sé, pero nunca dejes de amarme. A veces me siento solo, pero sé que nunca lo estoy, porque Jesús me ama, lo sé, cuando estoy equivocado y cuando tengo razón. Amén”.

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