


El profesor de Sociología religiosa de la Universidad Complutense de Madrid y uno de nuestros más prestigiosos sociólogos de la actualidad académica, Rafael Ruíz Andrés, ha publicado en PPC los resultados de un interesante diálogo con el profesor casi emérito de sociología Rafael Díaz-Salazar mantenido entre los primeros meses de 2024 y la primera semana de abril de 2025, cuando todavía vivía el Papa Francisco.
Los coautores del libro son personas de relevancia en el mundo académico de la sociología en la Universidad Complutense de Madrid. En primer lugar, el fino entrevistador, Rafael Ruiz Andrés (Palencia 1991), profesor de prestigio de la citada universidad y autor de una importante tesis doctoral ya publicada con gran éxito sobre la secularización en España durante el siglo XX.
El entrevistado es Rafel Díaz-Salazar (Ciudad Real 1956), profesor de sociología de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la universidad Complutense de Madrid, una autoridad en el ámbito de la sociología religiosa y marcado políticamente como católico de izquierdas y comprometido por el cristianismo en el PSOE y últimamente en el ecosocialismo de corte internacional. Es autor de importantes trabajos en esa materia referentes a Antonio Gramsci y, por supuesto, su interesante estudio “El factor católico en la política española. Del Nacionalcatolicismo al laicismo, en PPC en el 2006 y otras obras de la sociología religiosa que estaba presentes en la Transición democrática en España y que explican el rápido crecimiento del socialismo en España en aquella época en los años setenta.
Cristianos revolucionarios: fe y compromiso social
Desde las primeras páginas, Rafael Díaz-Salazar no tiene ningún rubor en explicar su conversión al marxismo, su toma de conciencia de clase, su compromiso por la justicia y la acción social desde su juventud hasta la actualidad, siempre con una unión tenue con el cristianismo: “soy fruto del obrerismo cristiano de la HOAC” (15). Es interesante en la vida personal de Ruiz-Salazar la confusión entre la vida de oración personal y la práctica de la formación cultural y espiritual (30-31). Todo eso va unido a una ausencia total de vida sacramentaria y devociones eucarísticas o lectura meditativa de los clásicos de espiritualidad (256-257).
A Díaz- Salazar le parece que la religión ha mutado y se ha convertido en algo más personal o familiar y menos público y ostensible (47). Todo eso conforma una ruptura de unidad de vida entre la fe en Jesucristo y su doctrina.
Su visión histórica de la Iglesia está llena de lugares comunes y de mucha ignorancia: “la Iglesia aliada del poder” (97), o esta otra afirmación: “fue una desgracia que el protestantismo no pudiera arraigar en nuestro país” (66). Asimismo, demuestra una gran ignorancia del tema cuando afirma que la Inquisición expulsó a los judios y a los moriscos de España (80, 89).
Los conocimientos acerca del tardo-franquismo quedan al descubierto cuando afirma con toda contundencia, como alguien que domina el conocimiento de la materia, que los dos pilares del régimen fueron el Opus Dei y la ACNdP. Sencillamente, el dictador nunca se dejó dominar por ninguna institución o agrupación de personas que pudieran hacerle sombra y, además, el Opus Dei no tenía como fin entrar en política, ni la extensión, ni la capacidad de influir políticamente en el régimen ya que nunca se metió en política, ni tenía personas, ni instituciones para hacerlo. Se entiende que, si en algo tan básico y conocido se equivoca, cuantas veces lo habrá hecho en sus teorías sociológicas vertidas en este trabajo (75).
Respecto a las fuentes de su pensamiento, basta con leer la relación de autores que él mismo presenta para poder confirmar que estamos ante un genuino exponente de “cristianos para el socialismo”, pues es superficialmente creyente y además está imbuido por la cuestión social, no solo marxista, sino comprometido con la acción revolucionaria (16).
Enseguida añadirá que para los jóvenes de su edad y de su línea de pensamiento el norte era “el hambre de justicia y el hambre de Dios estaban conectados y profundamente unidos a nuestro ser. Éramos revolucionarios y cristianos a la vez (…). Cristianos revolucionarios” (17).
Páginas después resumirá su compromiso-vocación: “dedicarme al compromiso político y a la acción directa, como Jesús de Nazaret, para cambiar la realidad de injusticia y explotación que sufría el mundo obrero” (20).
Poco después señalará como se concretó su lucha enclavada en la universidad complutense como profesor de Estructura social de España: “siempre he tenido claro que tenía que caminar con dos pies: uno estaba allí y otro en el mundo de los movimientos sociales y otras organizaciones sociopolíticas y cristianas con el fin de acompañar la formación de activistas y generar opinión pública crítica” (23).
La sociología de la religión y los desafíos del cristianismo
Lógicamente, los dos autores del libro terminarán hablando como sociólogos de la religión y del nuevo mapa de la sociología religiosa en España, aventuran pronósticos aciagos para el cristianismo, como su desaparición. Aunque dan todo tipo de posibilidades, también la de que la iglesia católica salga beneficiada del secularismo reinante.
Efectivamente, puede suceder que el Espíritu Santo, traiga a los templos católicos y al calor de las familias cristianas a hombres y mujeres y familias paganas que al calor de la liturgia descubran al “Deus absconditus” en el interior del alma cristiana y de las iglesias y de la caridad cristiana en sus múltiples y variadas formas de las obras de misericordia corporales y espirituales.
Se equivoca Diaz-Salazar al achacar la derrota del crecimiento de los católicos en el voto de centro izquierda a Juan Pablo II. La doctrina social de la Iglesia revalorizada por él ha tenido su continuidad en el papa Francisco. Quizás la clave esté en que Juan Pablo II que venía de Polonia de luchar contra el marxismo como motor de la vida política y abrió los ojos a muchos activistas de izquierda de la antropología anticristiana que contenía el marxismo (78).
Conversaciones con Rafael Díaz-Salazar
