Escribió Fulton J. Sheen en 1948 en El comunismo y la conciencia occidental que está en juego la conciencia del mundo occidental, “ya que este ha perdido el concepto del hombre como ser hecho a la imagen y semejanza de Dios y lo ha reducido a una parte integrante del universo, a un animal económico o a una bolsa fisiológica llena de libido psicológica”.
Y añadió: “Cuando el hombre se materializó y atomizó en el pensamiento occidental, fue simplemente natural la aparición de un totalitarismo que reuniera los fragmentos en un nuevo conjunto y sustituyera al hombre individual, aislado de todas las responsabilidades sociales, por el colectivo”.
No parece que haya cambiado el panorama 77 años después. Pero no nos resignamos -muchos o pocos, no lo sé- a que se pierda o se deje de pensar en la concepción del hombre como imagen de Dios. En efecto, la degradación ontológica del ser humano conduce al colectivismo, porque en masa parece que las cosas y las personas tienen una mayor consistencia. Por eso la estadística es la ciencia reina, y la evaluación cuantitativa señorea sobre la cualitativa.
No nos resignamos a ser subsumidos por ese colectivismo ni a ser considerados máquinas, cucarachas, chimpancés mal terminados o motas de polvo. Con el humanismo renacentista, síntesis lograda de judeocristianismo y grecolatinidad, sostenemos que somos linaje divino, imagen de Dios e incluso imagen de Cristo. Y no lo decimos por eurocéntricos o vanidosos, sino porque buscamos la verdad sobre el hombre.
La llamada inteligencia artificial renueva este debate, pues nos recuerda que más inteligente es el hombre que la ha creado, y que el propio hombre no es solo computacional: es inteligente, racional, libre, sensible, pasional… y capaz de Dios, un ser en busca de sentido, un homo sapiens antes que un homo habilis.
Desde el humanismo revisamos una cultura volcada en el hacer, servil de la técnica y dominada por un Estado omnipresente, burocrático, fabricador de emociones colectivas (remedo a Simone Weil) y pontífice de religiones de sustitución tales como el ecologismo o el feminismo. La cuestión es salir de la caverna mediática: reduccionista, fragmentaria y mediata e instalarse en la cultura del libro y no en la del tweet.
Ecología y feminismo han de integrarse en una antropología unitaria, no fragmentaria, que no absolutice ni mesianize fragmentos. Naturaleza y hombre; varón y mujer. Una visión integral, humanista, que no se postra ante la calculadora y el tuvo de ensayo: que confía en una razón especulativa y poética, no geométrica. Un espíritu de fineza pascaliano.
Humanismo. Estado para el hombre (no al revés). Técnica para el hombre (y no al revés).
Antonio Barnés acaba de publicar Imagen de Dios, un diálogo sobre la dignidad humana.
Imagen de Dios. Diálogo sobre la dignidad del hombre.




