El abandono de «Los Domingos»

Todo cristiano tiene su Getsemaní; ese momento en que puede decir, como Cristo, “Hágase tu voluntad”: abandonarse en un Dios que es padre.

5 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

Una de las escenas más impactantes de la impresionante película de Alauda Ruiz de Azúa, “Los Domingos”,  es cuando la protagonista reza, en una iglesia, la oración del abandonoeciar de Charles de Foucauld. No diré más, porque es, sin duda, uno de los puntos de inflexión de una cinta que merece ser vista más de una vez. 

La escena no es neutra dentro de la cinta. Exige posicionarse: o está pirada, o aquí está Dios.

La escena requiere una respuesta, y una respuesta que cambia la vida. La de la protagonista y, en cierto también, la del espectador.

Decir «Hay Dios», es aceptar que ese Dios no somos nosotros, que hay un «otro», un Otro real al que podemos amar de verdad, y darle nuestra vida: la de sangre y sudor, la de risas y en la que te pican los pies.

“Los Domingos” dibuja la sociedad de hoy tal y como es, con sus luces y su ruido, con sus sombras y oscuridades, con la incomprensión que muestra ante el “silencio”, el ocultamiento libremente escogido. 

“Los Domingos” habla, así, del abandono filial. Una actitud que hemos olvidado incluso dentro de la propia Iglesia. La película se acerca a la vivencia de la fe, al trato con Dios “como un marido, como un novio”, o sea, real. Y lo hace desde fuera, pero con una delicadeza, dignidad, respeto -y quizás, algo de asombro-, que la dota de completa verosimilitud. 

Todo cristiano tiene su Getsemaní; ese momento en el que puedes dormirte y esconder la responsabilidad, sacar la espada y atajarla de manera inconsciente e hiriente, o decir, como Cristo, “Hágase tu voluntad”: abandonarse en un Dios que es padre.

A nuestra sociedad le faltan padres y le sobran “tips”. Hemos confundido el ser adultos con el “tener todo controlado” o que se haga todo “como lo habíamos planificado”.

La entrega total a Dios, en un convento, en la vida laical, en el matrimonio, es hoy un grito revolucionario que cambia el “¡Hazlo!” por el “¡Hazme!”. Un grito tan fuerte, que no se escucha, pero que tambalea los cimientos de barro resquebrajados, heridos, de una sociedad que anhela descubrir a ese Señor de “Los Domingos”. 

Oración del abandono de Charles de Foucauld

Padre mío,
me abandono a Ti.

Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco,
estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo.
Con tal que Tu voluntad se haga en mí
y en todas tus criaturas,
no deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en Tus manos.
Te la doy, Dios mío,
con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en Tus manos sin medida,
con infinita confianza,
porque Tu eres mi Padre.

Amén.

El autorMaria José Atienza

Directora de Omnes. Licenciada en Comunicación, con más de 15 años de experiencia en comunicación de la Iglesia. Ha colaborado en medios como COPE o RNE.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica