Alexéi Navalni, mártir por la libertad en Rusia

Alexéi Navalni encontraba consuelo en la Biblia, especialmente en el Sermón de la Montaña pronunciado por Cristo.

12 de julio de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Alexéi Navalni

Alexéi Navalni (Wikimedia Commons)

El más conocido crítico del Kremlin, Alexei Navalni, fue asesinado el 16 de febrero de 2024 en la prisión IK-3 (conocida también como “Lobo Polar”) de Jarp, distrito autónomo de Yamalia-Nenetsia, en la que se encontraba, según fuentes penitenciarias rusas. Su muerte se produjo faltando un mes para las elecciones presidenciales, consideradas un formalismo para prolongar el gobierno que detenta Vladimir Putin desde 1999.

Asesinato de Alexéi Navalny

Navalni, que tenía 47 años cuando murió, había dirigido campañas contra la corrupción en Rusia y liderado masivas protestas contra el Kremlin. Cumplía una condena a 19 años de prisión, por cargos de extremismo, en un remoto penal. Estuvo 24 días en huelga de hambre en prisión para protestar contra los malos tratos que allí sufrió. De acuerdo con el Servicio Penitenciario ruso, se sintió mal después de un paseo, perdió el conocimiento y los esfuerzos por reanimarlo no dieron resultado.

Según el periódico ruso Novaya Gazeta, la madre de Navalni, Lyudmila Navalnaya, dijo en Facebook que había visto a su hijo en prisión el 12 de febrero y que estaba “vivo, saludable y contento”. Al conocer la noticia, diversos mandatarios europeos lamentaron la muerte de Navalni y responsabilizaron al gobierno ruso de la tragedia. Entre los líderes, estaba el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel; el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg; el asesor de Seguridad Nacional de Joe Biden, Jake Sullivan; y la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, entre otros. ​La ONU expresó su indignación y exigió el fin a las persecuciones en Rusia.

Miles de personas salieron a las calles en todo el mundo para protestar por la muerte de Navalni, que se sumó a la lista de muertes misteriosas sin esclarecer en Rusia.​ Más de un año después de su asesinato, se ha hecho el silencio sobre este nuevo crimen de Putin.

En el libro de memorias que ha editado su familia (“Patriota. Memorias” Alexéi Navalni, Península 2024), el disidente ruso afirma desde la cárcel donde pasó los 3 últimos años de su vida: “En mi cumpleaños, claro que me gustaría desayunar con mi familia, que mis hijos me dieran un beso en la mejilla, desenvolver regalos y decir: ‘¡Oh, es justo lo que quería!’, en lugar de despertarme en este agujero infecto. Pero, tal y como funciona la vida, el progreso social y un futuro mejor solo pueden conseguirse si un cierto número de personas están dispuestas a pagar un precio por el derecho a tener sus propias convicciones. Cuanta más gente así haya, menos tendrá que pagar todo el mundo. Y llegará el día en que decir la verdad y abogar por la justicia será de lo más normal en Rusia y no tendrá nada de peligroso”.

Orígenes

Nacido el 4 de junio de 1976 en Odintsovo (óblast de Moscú, RSFS de Rusia, Unión Soviética), Navalni fue un abogado, político, activista y preso político ruso, que en 2011​ fundó la Fundación Anticorrupción (FBK). Amnistía Internacional lo reconoció como preso de conciencia y fue galardonado con el Premio Sájarov por su labor en materia de derechos humanos. Sufrió varias condenas y encarcelamientos y un intento de envenenamiento en 2020, del que pudo salvarse en un hospital de Berlín. En las elecciones a la alcaldía de Moscú en 2013, logró el 27,24 % de los votos y ya no le dejaron presentarse a unas elecciones en Rusia nunca más.

Casado desde el año 2000 con Yulia Naválnya y con dos hijos, Dasha de 24 años y Zakhar de 18 años, Navalni pudo optar por exiliarse de Rusia con su familia y llevar una existencia pacífica, pero eligió de acuerdo con su mujer meterse en problemas y -consciente del peligro que corría- arriesgar su vida en su lucha contra la injusticia en su querido país. Al darse cuenta de que, cuando se hundió la URSS, el poder en Rusia pasaba de unos delincuentes a otros, de Yeltsin a Putin, decidió hacer frente a estos criminales denunciando sus prácticas y transmitiendo la verdad a sus compatriotas.

En uno de los múltiples pseudo procesos judiciales que le hicieron, Navalni afirmó: “El hecho es que soy un hombre religioso, lo cual me expone de manera constante al escarnio en la Fundación Anticorrupción y de la gente que me rodea, en su mayoría ateos. Yo también lo era, y bastante militante. Pero ahora soy creyente y considero que me ayuda mucho en mi labor. Todo me resulta más claro… Pues la Biblia dice: ‘Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados’”. Durante más de un mes, el único libro que le dejaron en prisión fue la Biblia. En ese momento, Navalni decidió memorizar el Sermón de la montaña en ruso, inglés, francés y latín. Después de hacerlo, un día ofrecieron a los presos asistir a Misa y a nuestro héroe le impresionó que el Evangelio que leyeron allí fue precisamente el Sermón de la montaña.

Alexéi Navalni y la búsqueda del Reino de Dios

Navalni termina sus memorias con las siguientes frases: “Siempre he pensado, y lo digo abiertamente, que ser creyente te hace más fácil la vida y aún más ser un disidente político. La fe hace la vida más sencilla… ¿eres discípulo de la religión cuyo fundador se sacrificó a sí mismo por los demás y pagó por sus pecados? ¿Crees en la inmortalidad del alma y en todo lo demás? Si puedes contestar honradamente que sí, ¿de qué más tienes que preocuparte? ¿para qué murmurarías cien veces en voz baja algo que has leído de un tomo voluminoso que guardas en tu mesita de noche? ‘No os angustiéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propia preocupación’. Mi trabajo es buscar el Reino de Dios y su justicia, y dejar que el bueno de Jesús y el resto de su familia se ocupen de todo lo demás. No me defraudarán y solucionarán todos mis quebraderos de cabeza. Como dicen aquí en la cárcel, se llevarán los golpes por mí”.

Alexéi Navalni sabía que podían acabar asesinándole, pero no era ningún loco ni ningún temerario. Intentaba minimizar los riesgos para él y para su familia, pero en su fuero interno pensaba que hacía lo que debía hacer, el propósito de su vida nunca fue vivir tranquila y confortablemente sino luchar hasta la muerte por una Rusia donde no se mate a la gente por sus ideas, un país próspero y democrático, donde impere la ley y no el tirano de turno para defender sus privilegios. Por esto lo asesinaron y por esto ofreció su vida en sacrificio.

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