Había anochecido, el otoño estaba comenzando y hacía fresco. Estaba llevando en coche a mi hija a clase de baile e iba por una zona de campo, más bien desierta. En un semáforo, en el que me tuve que detener, había, muy cerca de mí, un coche aparcado en la cuneta, más que aparcado diría “mal aparcado”. Su dueño, un chico joven, con pelo largo y desaliñado, recogido en una cola baja, se encontraba agobiado. Le pregunté si necesitaba ayuda y me respondió que no, dándome las gracias. Comenté con mi hija, mientras conducía, que se pasa muy mal cuando te encuentras solo tirado en la carretera.
Dejé a mi hija en la academia de baile. Una hora más tarde, cuando le vi de nuevo en el mismo sitio, el chico estaba sentado en el bordillo de la acera, junto a un amigo, esperando a la grúa. Sentí, con esas vibraciones que nos llegan al corazón tan auténticas al ver ciertas escenas de la vida, que eran amigos. Me dí cuenta de que ese chico había pedido ayuda a su amigo, cuando se vio en apuros, hasta me imaginé la conversación del móvil: «Oye tío ven a tal sitio, que me he quedado tirado». Los dos tenían una gran complicidad, hablaban, reían y bromeaban, el tiempo de espera de la grúa se les hacía llevadero.
El chico de pelo largo desaliñado estaba menos agobiado que antes, no estaba solo solucionando el problema. Qué bueno e importante es que los amigos que tengamos sean de verdad, que sean amigos inútiles.
La amistad inútil se da cuando ninguna de las dos personas necesita del otro y, sin embargo, se elige. Las amistades más preciosas son aquellas en las que no buscas nada pero están. La amistad útil se da, por el contrario, en el amigo conveniente, del que sacas algo, por ejemplo en el trabajo. El amigo útil es aquel que, cuando estás tirado en la cuneta, no puedes llamar porque piensas que molestas.
Todos tenemos amigos útiles e inútiles, pero sabemos distinguirlos. Creo que tenemos más útiles que inútiles. Dice el refranero popular que los amigos, se cuentan con los dedos de la mano y es a ese amigo al que acudimos cuando estamos en la cuneta.
El amigo inútil es ese al que sabemos que no molestamos ni importunamos con nuestro problema. El amigo inútil no nos juzga, nos da su tiempo y nos da esa sensación de seguridad que sentimos cuando se nos quiere de verdad.




