Cada mañana disfruto de la Santa Misa en una capilla cercana a casa. Hace un par de días, al terminar la Misa, una vecina mía me esperaba y después de saludarme preguntó: «¿tú qué crees Lupita, el próximo Papa será conservador o progresista?»
Recordé una metáfora que me ayudó a clarificar mi visión sobre esto. Imagina la siguiente escena: a una persona que es abstemia le preguntan qué prefiere beber, tequila o vodka. La persona responde, -en realidad no me interesan los licores, beberé esta opción sin alcohol-.
La Iglesia es como este abstemio, no le interesa el poder temporal, su interés está en otro sitio.
Pensar en estos términos acerca de la Iglesia es reducirla a un orden temporal, es considerarla una organización cualquiera, es mutilarla y vaciarla de su esencia y sentido. Actualmente muchos han caído es esta dicotomía que se convierte en un obstáculo para conocer la profundidad y complejidad de una institución que es humano-divina. Los periodistas necesitan crear titulares atractivos y saben que establecer contrarios atrae audiencia.
Se han incorporado términos del campo geopolítico a la realidad de la Iglesia y quienes les escuchamos y leemos vamos usando el mismo lenguaje con todos sus reduccionismos. Sin embargo, entrar al conocimiento de ella es fascinarnos con su origen y su historia, implica generar una relación con un ente vivo, algo que va mucho más allá de sus estructuras, algo que realmente conforma un cuerpo místico. No se trata de una democracia y tampoco de una oligarquía.
Los periodistas honestos saben y respetan, aún cuando no sean creyentes, que existe un elemento sobrenatural en nuestra profesión de fe. La realidad divina es una variable que existe.
Hay mucha oración en torno a los acontecimientos cruciales en la vida de la Iglesia.
Cónclave 2025
Estamos viviendo el cónclave 2025 y el mundo se une en oración, sabemos que nada de esto se explica plenamente sin Cristo. Los expertos hablan de preferencias de los cardenales, si elegirán a un Papa que siga la línea de Francisco o que no dé continuidad a sus iniciativas; desconocen que la elección la llevará adelante la acción del Espíritu Santo a través de personas. El ecosistema mediático habla del “elemento sorpresa”, o del “misterio” de los criterios de elección; es ahí, en esas palabras, en donde se da la acción divina.
Recordemos que las polaridades en tensión son esencialmente creativas cuando está claro el para qué. Desde luego los cardenales tienen sus propios criterios y no hay uniformidad al interior de la Iglesia, pero sí unidad, es por ello que cada uno dará el voto que corresponda al deseo de Dios, sin poner por delante sus preferencias personales sino el bien de la Iglesia universal. Desde Pablo VI hasta el Papa Francisco, se puede observar la perfecta continuidad en la implementación paulatina del Concilio Vaticano II, con sus errores y aciertos, en su caminar humano-divino, pero siempre bajo la asistencia permanente, nunca intermitente, del Espíritu Santo.
El periodismo secular nos presenta a los cardenales como si estos estuvieran buscando el papado con ansias y deseos de poder, así lo confirman las series, películas y documentales que pululan en todas las plataformas mediáticas, pero la realidad es que nuestros cardenales saben que ser Papa implica cargar una cruz muy pesada, ser elegido y aceptar es una entrega sacrificial de sí mismos.
Los Cardenales votan por aquel que su corazón les indica hacerlo, y perciben con claridad que le están entregando una gran cruz, por eso le ofrecen su asistencia, fidelidad y compañía para que pueda conducir la barca de Pedro en la tormenta… con Cristo, siempre con Cristo. La Iglesia está en Sus manos.
En manos de Dios
Circula en las redes una reflexión titulada: depende en manos de quién esté el asunto. Dice que una pelota de baloncesto en nuestras manos vale unos $19, pero una pelota de baloncesto en las manos de Michael Jordan vale alrededor $33.000.000.
Una raqueta de tenis en mis manos, no sirve para nada.
Una raqueta de tenis en manos de Pete Sampras, significa el Campeonato en Wimbledon.
Todo depende de en manos de quién está el asunto.
Una honda en mis manos es un juego de niños.
Una honda en manos de David es el arma de la victoria del Pueblo de Dios.
Unos clavos en mis manos pueden servir para construir una pajarera.
Unos clavos en las manos de Jesucristo producen la salvación de toda la humanidad.
Todo depende de en manos de quién está el asunto.
Frente al ecosistema mediático que insiste en polarizar, las familias católicas estamos llamadas a confiar. Pongamos todo en las benditas manos de Dios. Nuestra tarea: orar y cristificar nuestros ambientes con alegría y serenidad.
Nuestras mentes y corazones ya están prestos para recibir al Papa con gratitud, cariño y docilidad.