Elogio a “perder el tiempo»

Hoy, el verdadero riesgo es perdernos entre pantallas y olvidarnos de las personas. En medio del ruido y la prisa, tal vez vivir mejor no sea hacer más, sino estar realmente presentes.

6 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos

Cuando comencé a trabajar, los jefes estaban muy atentos a que los empleados no perdieran el tiempo tomando café y comentando las andanzas del fin de semana. Hoy la lucha es otra. Que los colaboradores de las empresas se saquen los audífonos y sepan con quien comparten escritorio.

Muchos zooms, grandes presentaciones, tablas dinámicas y palabras anglosajonas son la tónica del día a día laboral. Pero, ¿sabes cómo se llaman los hijos de la compañera de labores que te presta el cargador del PC cuando se te queda en casa? O, ¿te enteraste que a la mamá de la persona que todos los días limpia tu papelero le encontraron cáncer? Estamos, pero realmente la ausencia es mayor. Conocemos los detalles del último romance de una presentadora de TV, pero ni imaginamos que a la secretaria de la oficina le acaban de romper el corazón. 

Cuando aún mi mamá me preparaba la colación para el colegio, una profesora citó la frase de un sacerdote en su clase. “Haz lo que debes y está en lo que haces”, básicamente fue un salto al futuro, que en el lenguaje de hoy sería: “Dile no al multitasking. Si te tomas una copa con tu papá hazlo con todos los sentidos puestos ahí; si alguien te cuenta una anécdota, sumérgete en los detalles de esa historia, si estás preparando un informe, no mires de reojo el WhatsApp del vecindario. Todas cosas que no hago y acciones que parecen simples en el papel, pero titánicas en la vida real.

¿La respuesta? No la tengo. La vida es exigente y la sociedad premia la respuesta más rápida, la eficiencia a toda prueba, aunque eso signifique pastillas con estrellas verdes y horas en la consulta de un facultativo que podrías estar destinando a conversar con una vecina. Cuando me ha ido bien con el propósito de evitar surfear la ola las 24 horas (que ha sido en escasas ocasiones), la pregunta que me he hecho es; ¿alguien morirá? ¿Realmente es tan grave si mandas una cotización en una hora más? ¿si respondes ese mensaje después de comer, si “pierdes” el tiempo escuchando a esa clienta que te cuenta con ilusión los logros de sus nietos? No. Nadie morirá y tú y yo, no sé si viviremos más, pero estoy segura que sí lo haremos mejor. ¿Nos animamos a intentarlo?

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