Dos datos de esta semana invitan a una reflexión inquietante sobre la dirección de nuestra sociedad. Por un lado, Cáritas informó que en 2024 acompañó a 4.081 mujeres víctimas de violencia machista, lo que representa un 11 % más que el año anterior.
Por otro lado, un informe reciente de Save the Children revela que un tercio de los jóvenes considera legítimo vender imágenes eróticas propias. La causa parece estar en las plataformas como OnlyFans y los sitios de “sugar dating”, que están normalizando la mercantilización del cuerpo, especialmente entre chicas jóvenes.
Juntar ambos datos pone de manifiesto una paradoja: mientras seguimos asistiendo a víctimas de una violencia que tiene raíces de poder, control y cosificación, también estamos normalizando la comercialización voluntaria del propio cuerpo entre las generaciones más jóvenes.
Esto plantea preguntas incómodas sobre la eficacia de la educación sexual impartida en los colegios durante las últimas décadas. Si la educación sexual fuese suficiente, ¿por qué seguimos viendo comportamientos de riesgo y decisiones que refuerzan patrones de cosificación?
La raíz del problema parece ir más allá de la información: no se trata solo de enseñar sobre anticoncepción o derechos sexuales, pues la visión individualista de la toma de decisiones —la idea de que “todo está permitido mientras sea una elección personal”— no está ayudando a que jóvenes y adultos elijan de manera que protejan su dignidad y seguridad.
Redactor de Omnes. Anteriormente ha sido colaborador en diversos medios y profesor de Filosofía de Bachillerato durante 18 años.




