Joven, a ti te digo: ¡levántate!

El Jubileo invita a los jóvenes a levantarse del letargo espiritual y existencial, recordándoles que Jesucristo es la respuesta a sus inquietudes y sufrimientos.

1 de agosto de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
joven

©CNS photo/Lola Gomez

Cientos de miles de jóvenes de todo el planeta se darán cita en Roma este fin de semana con ocasión del Jubileo ¿Pero qué motivos de júbilo puede tener la juventud en un mundo en crisis, que vive una guerra mundial por etapas y que no les ofrece oportunidades de futuro? 

Jesucristo, que es quien los ha convocado en realidad por medio de Pedro, tiene la respuesta. De hecho, Jesucristo es la respuesta a la falta de esperanza de los jóvenes y, en el Evangelio, los anima a no tener miedo.  

Lo demuestra en su encuentro, por ejemplo, con el joven rico, un muchacho formal, diríamos hoy, que había obedecido a sus padres, que cumplía sus obligaciones religiosas a rajatabla, que ayudaba a los demás y que tenía incluso el deseo de querer ser más perfecto y por eso se acercó a Jesús a preguntarle qué cosa buena tenía que hacer para obtener la vida eterna. 

Por muchos prejuicios que haya contra la juventud, lo cierto es que muchos jóvenes son gente muy buena, como aquel chico que se encontró Jesús. Estudian, trabajan, ayudan en casa y a sus amigos, realizan voluntariado, están comprometidos con el cuidado de la creación, algunos (tristemente, los menos) practican su fe y están unidos a la Iglesia a través de sus parroquias, colegios, cofradías, asociaciones y movimientos… Son gente de bien. Mi aplauso para todos ellos. Pero, volviendo al Evangelio de Lucas, a Jesús no le basta con todos esos méritos porque quiere lo mejor para el muchacho. Por eso le dice: «Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes, da el dinero a los pobres —así tendrás un tesoro en el cielo— y luego ven y sígueme». Dice la lectura que, «al oír esto, el joven se fue triste, porque era muy rico».

El Evangelio quiere explicarnos que no se trata de «hacer cosas buenas», porque «uno solo es Bueno», sino que la auténtica felicidad, la «vida eterna», la da el hecho de seguir al que es Bueno con todo lo nuestro, poniéndolo en primer lugar y renunciando, por tanto, a los bienes de este mundo. En este caso, el joven era rico, pero Jesús habla para todos y cada uno tenemos nuestro «tesoro». Para unos será el dinero, para otros los afectos, para otros su imagen, su carrera o su inteligencia. Jesús no puede ser un adorno en la vida de los jóvenes, sino la base sobre la que construir su vocación humana y cristiana. Por eso, por mucho jubileo que ganen, muchos volverán tristes y hasta abandonarán la Iglesia, como aquel que nos contaba Lucas, por no poder darse del todo. 

Jesús también es la respuesta a muchos jóvenes de hoy que viven en la muerte de la depresión, de la ansiedad, de las adicciones, del vacío de las ideologías deshumanizantes o del sinsentido que en muchos casos acaba en suicidio. Frente a la muerte del ser, porque el mundo materialista nos ha robado el alma, Jesús es capaz de devolver la vida como hizo con aquel joven, hijo de la viuda de Naín. Jesús se lo encontró cuando lo llevaban a enterrar. Tocó el ataúd (lo que lo volvía impuro según la ley mosaica) y dijo «¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!». Y efectivamente, «el muerto se incorporó y empezó a hablar».

Jesús no tiene asco del pecado de los jóvenes, por muchos colores que tengan, y está dispuesto a sacarlos de ese pozo. Saberse amado hasta el extremo por un amor capaz de ensuciarse es fundamental para la salud mental y espiritual de nuestros jóvenes (tomen nota los pastores). El imperativo que usa Jesús para resucitar al chico nos habla de la importancia de la figura del guía-acompañante: los padres, los catequistas, los educadores, los sacerdotes… Un joven de hoy no necesita gente que le aplauda falsamente (esos aplausos ya se los dan en Tiktok), sino que lo empuje hacia arriba, que lo despierte del letargo de muerte que lo tiene paralizado, aunque ello conlleve incomodarlo. Todos los mayores recordamos alguna figura en nuestra juventud que nos ayudó, haciéndonos salir de nuestra pasividad inerte con un «¡levántate!». Por muy oscuro que se vea el horizonte vital, el Evangelio nos invita a dar el salto al vacío, a fiarnos de Dios.

Pero seguir a Jesús parece una empresa titánica: renunciar a todo lo que nos ata, como el joven rico; despertar de la muerte del ser que nos incapacita, como el joven hijo de la viuda… ¿No es eso de ser santos una vocación solo para jóvenes superdotados? El Evangelio lo niega en la narración del encuentro con otro joven; esta vez, con el muchacho que presentó a los apóstoles los cinco panes y dos peces que había llevado en la mochila. No hace falta tener poderes extraordinarios sino poner lo poco que se tiene a disposición del Señor. Él se encargará de hacer el milagro, Él capacitará al joven para hacer lo que no cree posible: alimentar con esa poca comida a cinco mil hombres con sus familias y que sobren doce canastos. Él los quiere para cosas grandes.

Frente a la guerra, frente a las injusticias de nuestro mundo, frente a la falta de oportunidades, Jesús invita a los jóvenes a remangarse, a poner sus dones –grandes o más pequeños– al servicio del bien común, trabajando por la paz, construyendo su propio futuro con sencillez, aportando a la sociedad y a la Iglesia, y sabiendo siempre que, aunque parezca que no hay soluciones, la historia está en manos de Dios. 

Es justo lo que le sucedió a otra joven que aparece en el Evangelio y que entendió, desde muy pronto, la lógica ilógica de Dios poniendo sus dones al servicio del mundo. Ojalá muchos de los peregrinos de esperanza participantes en este Jubileo de los Jóvenes, a su regreso del Jubileo, puedan cantar jubilosos, como María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí».

El autorAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

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