Todo el mundo tiene una cita al menos una vez en la vida. A veces, ambas personas saben que es una cita. A menudo, solo una de ellas cree que es una cita, mientras que la otra lo considera un encuentro casual. En algunos casos más raros, ambas personas saben que es una cita y hay elementos románticos involucrados, pero ninguna de las dos partes utiliza la palabra «cita». Sin embargo, la cuestión es que, de forma indirecta o directa, todo el mundo tiene al menos una cita con connotaciones románticas en su vida.
Ahora imaginemos el mejor de los casos. Supongamos que has encontrado a alguien que te gusta. Te arriesgaste. Le pediste salir. Te dijo que sí. Ahora la pregunta es sencilla: ¿Qué haces? Tienes varias opciones para elegir dónde tener esta cita. Un parque temático. El cine. Un restaurante elegante. En mi opinión, nada de eso importa. Creo que estas posibilidades son distracciones.
Un parque temático te ofrecería velocidad, luces, gritos y largas colas. Gastarás dinero y perderás todo el día, y al final descubrirás cómo se comporta alguien en una montaña rusa, pero no cómo se comporta ante el silencio, las dudas o las ideas. La emoción no define el carácter y el ruido de las atracciones no revela nada sobre una persona. Claro, tendrás buenos recuerdos, pero ¿entenderás mejor a la persona? A menudo estructuramos las primeras citas como si fueran ferias y luego nos quejamos de que el amor parece un circo.
Lo mismo se aplica a una cita en el cine. Siempre lo he visto como dos personas silenciosas mirando al frente, viendo la historia de otra persona y, cuando termina, hablando de esa historia, en lugar de hablar entre ellas. Los gustos cinematográficos de una persona no conforman toda su personalidad, ni sus análisis y críticas revelan quién es en su totalidad. Puedes salir de una cita en el cine sin saber nada de la otra persona, excepto su género favorito y sus preferencias artísticas.
Ahora bien, un buen restaurante parece romántico, pero es caro, rígido y consciente de sí mismo. Pasas más tiempo midiendo tus modales y centrándote en la postura y el precio de los platos que en intentar conocer la mente y la personalidad de alguien. Se siente forzado, y un momento forzado no puede revelar un vínculo natural.
Creo firmemente que las primeras citas no tienen que ver con la emoción o el espectáculo. Más bien tienen que ver con la claridad y la honestidad. Es donde decides ver a la otra persona tal y como es, mientras ella te deja verla a ti. Por eso se suele decir que en una cita hay que ser uno mismo. Puedes engañarte y mentirte a ti mismo durante mucho tiempo, pero no puedes mentir y presentar una ilusión a otra persona para siempre.
La clave: sencillez
En lugar de tener una primera cita elegante o aventurera, yo defiendo que la primera cita ideal es sencilla. Un café. Un paseo por el parque. Un helado. Una conversación. La clave es que sea una actividad que os permita comunicaros al máximo. La conversación revela la inteligencia de la mente y el carácter del corazón. Una primera cita en la que ambos os sentáis a charlar tomando un café es asequible, honesta y directa. La actividad es secundaria, no es importante, lo que vale es la interacción, el flujo de la conversación, los rasgos de personalidad que se perciben al hablar.
Te pregunto directamente: si te casas con alguien, ¿Qué harás todos los días? No buscar emociones fuertes. No vivir aventuras constantes. Ni siquiera intimidad física a diario. Pero te comunicarás, sin importar el día, ya sea bueno o malo, te comunicarás. Compartirás palabras, ideas, emociones, discusiones, risas y desacuerdos. La conversación se convierte en el trabajo diario del amor, el ritmo ordinario que construye una vida juntos o expone la ausencia de ella.
Comunicarse
El hombre y la mujer no han sido creados simplemente para coexistir uno al lado del otro; están llamados a una comunión de personas, que alcanza su forma más elevada en el matrimonio. La comunión es imposible sin comunicación: no solo verbal, sino también emocional, intelectual, espiritual y corporal. Entonces, ¿no tendría sentido, ya en la primera cita, discernir si los dos pueden comunicarse de una manera que satisfaga tanto la mente como el corazón? Si la comunión es el destino, entonces la comunicación debe ser el primer paso.
Si no pueden comunicarse, si sus palabras no logran despertar pensamientos, sentimientos o curiosidad, entonces ningún parque de atracciones, cena a la luz de las velas o intimidad fugaz creará un vínculo. La chispa nace de la comprensión, de una resonancia intelectual y emocional genuina. No podemos amar lo que no conocemos verdaderamente, y no podemos construir el amor sobre la ilusión, la conveniencia o el mero sentimiento. La emoción puede deslumbrar por un momento, pero nunca puede reemplazar el trabajo lento y honesto de conocer y ser conocido.
Claro, algunos argumentan que la comunicación mejora con el tiempo. Tienen razón a medias. La comunicación puede crecer, pero debe tener un punto de partida. Cero multiplicado por cien sigue siendo cero. Por lo tanto, debe haber una base, de lo contrario nada puede crecer.
Considero que la primera cita es una prueba silenciosa de los cimientos, una prueba de honestidad, valentía y percepción. ¿Puedes ver realmente a la persona que tienes delante y ella te ve a ti? ¿Vuestras palabras se encuentran con facilidad? ¿Hay espacio para retos suaves, para el crecimiento, para la curiosidad? ¿Despiertan tu mente y tu corazón? ¿Sientes paz, gracia, incluso algo vagamente divino en su presencia? ¿Tus conversaciones disuelven el tiempo en lugar de tensarlo? Si es así, hay un potencial real, algo que vale la pena explorar con paciencia y reverencia. Si no es así, ninguna cantidad de dinero, ningún escenario ni ningún esfuerzo cuidadosamente planificado podrán fabricar lo que no existe.
Una pareja santa reza junta, ayuna junta, se aconseja mutuamente, visita a Dios en el tabernáculo y comparte la mesa de Dios, pero primero se comunica bien entre sí y, en ese proceso, se ayuda mutuamente a comunicarse mejor con Dios. A decir verdad, si no pueden sentarse y hablar juntos durante horas, no sobrevivirán al paso de los años. ¿Por qué? Si dos personas no pueden comunicarse, no pueden cooperar; y si no pueden cooperar, no pueden amarse, y si no pueden amarse, no pueden crecer juntos en el amor a Dios, y si eso no se puede hacer, ¿Qué sentido tiene el matrimonio? El sentido está claro: cuando salgas con alguien que te gusta, céntrate en la comunicación y elige un lugar que propicie las buenas conversaciones.
Fundador de “Catholicism Coffee”




