La patada en el culo al elfo travieso

Si ven aparecer por su casa un elfo travieso, no lo dejen actuar ni una sola noche en casa. Denle, de mi parte, una patada en el culo que lo haga volar de vuelta hasta el trineo de Papá Noel y que, con él, viaje hasta la muy fría y muy desagradable Laponia para poder seguir allí dando por saco a los suyos.

12 de diciembre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
Elfo travieso

©Cortesía del autor

¿Se acuerdan de cuando, hace apenas unos años, Halloween era solo una curiosa fiesta anglosajona que contemplábamos pensando que jamás llegaría a nosotros? Pues atentos, porque ya está aquí la nueva costumbre importada que llega para sustituir nuestras tradiciones: el elfo travieso.

Quizá todavía ni siquiera conoce de su existencia, pero las redes sociales se han llenado desde el comienzo del Adviento de las trastadas que los elfos traviesos han ido haciendo cada noche en todas aquellas casas que les han abierto las puertas. 

El origen de esta reciente tradición –valga la paradoja– se encuentra en la publicación hace 20 años del libro “The Elf on the Shelf” (El elfo en el estante), un cuento que relata el envío por parte de Papá Noel de un elfo doméstico que vigila el comportamiento de los niños para informarle cada noche. Su principal entretenimiento, no obstante, es crear travesuras nocturnas, moviéndose de sitio y generando, por tanto, expectación en los peques, quienes cada mañana deben encontrarlo y descubrir sus fechorías y siempre sin tocarlo para que no pierda su magia. El cuento se hace realidad en miles de hogares, cada día, gracias a la complicidad de los padres y al bajo precio del muñeco que se puede adquirir por unos pocos euros en cualquier chino o tienda digital.

Los profesores dicen que los niños no hablan de otra cosa en los recreos: 

–¿Qué trastada ha hecho hoy tu Elfo?

–El mío ha espolvoreado de harina la encimera de la cocina y se ha tumbado encima haciendo la figura de un ángel como se hace en la nieve ¡Cómo lo ha dejado todo de sucio! ¿Y el tuyo?

–Pues el mío ha desemparejado hoy todos los calcetines de mi cajón, pero ayer pintó caras con rotulador a los huevos que había en la nevera. ¡Qué gracioso!

Desde el 1 de diciembre hasta la víspera de la Navidad, cada noche, el muñeco aparece en un sitio distinto de la casa dejando su huella en forma de gamberrada para el regocijo de niños y, sobre todo, de los mayores que se divierten a costa de la inocencia de sus hijos. Y he aquí el problema, porque no sé si a usted le ha pasado como a mí en Halloween. En esa víspera de Todos los Santos me topé con grupos de niños acompañados por sus padres visitando el barrio para pedir caramelos. Los niños, disfrazados de muertos y con caras de ídem; y los padres, con una sonrisa de oreja a oreja viendo lo terroríficamente graciosos que iban sus hijos por la calle. El caso es que fueron pocos los vecinos que correspondieron con caramelos a la pregunta de “¿Truco o trato?” que le lanzaba la santa compaña halloweenense, para frustración de los pequeños a quienes los padres les habían asegurado que ese día todos los comercios y vecinos se volverían generosos y les entregarían toneladas de caramelos. ¡Pero es que no es nuestra costumbre! Al menos, todavía. 

Y es que, si hay una cosa crucial en las tradiciones es el consenso que permite poner de acuerdo a toda la comunidad adulta y, como esta es una costumbre relativamente novedosa importada de otros países donde sí que hay consenso esa noche, pues pasa lo que pasa. Si no jugamos todos, se pierde la gracia.

La irrupción del elfo doméstico, derivada de la también importada tradición de Papá Noel, de quien el personaje mágico es colaborador, tiene un claro objetivo ofensivo contra la muy nuestra de los Reyes Magos. Viene a romper “el pacto” que hace posible su magia y a confundir a los pequeños. No se trata de hacer una guerra de tradiciones sino de saber quiénes somos y de ponernos de acuerdo. No se trata de aferrarnos a posiciones inmovilistas ancladas en el pasado, sino de dar a nuestros hijos una base firme sobre la que construir su personalidad. Sin respetar las tradiciones o, peor aún, subiéndose a la tradición del primero que toca a la puerta de nuestro Tiktok, dejamos a los niños desamparados ante los vientos que más soplen y les estaremos privando de un legado milenario cuidado por los padres de generación en generación. Un legado que permite conocernos e identificarnos con nuestro pueblo, con nuestra comunidad más cercana. Al romper las tradiciones que nos unen nos hacemos cada vez más débiles.  

¡Cuánta complicidad, cuánto consenso para organizar las cabalgatas de Reyes y todo lo relacionado con esa noche para que ahora vengan cuatro influencers con ganas de protagonismo a llevarse el scattergories y fastidiarnos la partida!

Así que, a riesgo de ser recriminado por incitar a la violencia en estas fechas tan señaladas, permítanme que le aconseje que, si ven aparecer por su casa un elfo travieso, no lo dejen actuar ni una sola noche en casa. Denle, de mi parte, una patada en el culo que lo haga volar de vuelta hasta el trineo de Papá Noel y que, con él, viaje hasta la muy fría y muy desagradable Laponia para poder seguir allí dando por saco a los suyos.

El autorAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

Leer más
Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica