Las creencias infantiles que nos han enseñado, transmitido o inculcado sobre la existencia de Dios por parte de nuestros padres, abuelas, profesores, catequistas,… se desmoronan cada vez más rápido en nuestra sociedad, como la Nada progresa destruyendo Fantasía en La Historia Interminable.
Dicho de otra manera, cuando escuchas a Ignacio Varela, Pedro García Cuartango, Fernando Savater,… y a múltiples periodistas, intelectuales, artistas, dan a entender que esos cuentecillos fantásticos son superados siempre al palpar la realidad cruel y demoledora en la que vivimos. Estos pensamientos de personas de “letras” son de los científicos y pueden ser del mismo estilo o más radicales, quizá con más motivo. Aunque no tiene por qué.
Por ejemplo, Werner Heisenberg, el famoso físico que estableció el Principio de Incertidumbre, decía: “El primer trago del vaso de las ciencias naturales te convertirá en ateo, pero al fondo del vaso, Dios está esperándote”.
Pensándolo fríamente, las grandes argumentaciones para demostrar la no existencia de Dios tampoco existen, son puras ideas, intuiciones. Y las grandes teorías y explicaciones del universo son incompletas y siempre no demostradas en plenitud. Entonces, ¿negar o afirmar la existencia de Dios es una mera creencia? ¿Hay pruebas concluyentes en alguna dirección, o es una disputa opinable pero no científica? ¿Es un acto de fe en ambos casos?
Claramente sí, ya que tanto la Fe como la Ciencia, en esta cuestión, no tienen una respuesta clara en ningún sentido. Tanto las “historietas religiosas”, como la imposibilidad de negar empíricamente la existencia de Dios, nos hacen ver que, tanto creyentes como ateos, no tienen argumentos concluyentes sobre la existencia o no de un ser creador. Por lo que llama la atención cualquier desprecio hacía al que tiene un pensamiento opuesto al propio, ya que discrepar no supone discriminar.
Tener convicciones no da derecho a ofender
Podemos concluir que tener convicciones no nos da el derecho a ofender al que piensa de manera diferente a nuestros pensamientos en ningún caso, y menos si las pruebas no lo avalan. Y quizá el religioso es el que “paga el pato” en esta cuestión, ya que muchas veces es ofendido gratuitamente por ser creyente y pensar que existe un ser creador, ordenador o mantener de la realidad en la que vivimos, cuando no está demostrado ni esto ni lo contrario.
Podemos decir que esas creencias, en ambas direcciones, se apoyan en evidencias, que no pruebas, de la existencia o no de Dios. No son pura creencia. Son razonadas y creíbles.
Científicos teístas
Albert Einstein, Arturo Compton, Louis de Broglie, Kurt Gödel, George Lemaitre, David Berlinski, Wernher von Braun, Gregor Mendel, Francis Collins, Werner Heisenberg, Louis Pasteur, Jhon Barrow, Tulane Frank Tripler, Richard Smalley, Freeman Dyson, Ramón y Cajal, John Eccles,… Son científicos que, en algún momento, han manifestado que el orden del universo puede tener una intencionalidad o un propósito, que hace que esté “colocado” y “ordenado”. Llamémoslo Dios, programador de algoritmos o gran inteligencia armonizadora, pero en algo así concluyente tras sus investigaciones. Es decir, son hombres de rigor intelectual que concluyen que hay algo que armoniza la creación.
Científicos católicos
Si ya parece una contradicción decir “científico teísta» decir «científico católico” es algo que suena mal, seguramente porque en España decir católico es como decir “integrista”, pero no es así en la angloesfera, ya que católico significa universal, es decir abierto a la realidad, por lo que son términos compatibles.
Los libros publicados en los últimos años por científicos católicos sobre este tema no son concluyentes. El famoso libro “Dios. La ciencia. Las pruebas” escrito por Michel–Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, un bestseller en Francia, o “Nuevas evidencias científicas de la existencia de Dios” de José Carlos González-Hurtado, aportan ideas muy interesantes, pero como ya hemos dicho no son realmente “pruebas científicas” sino más bien “evidencias científicas” en una dirección. La tesis de estos libros redunda en la idea de Heisenberg, cuanto más se profundiza en la explicación de cómo funciona nuestro mundo, más claro queda que no es fruto del azar.
IV Congreso Sociedad de Científicos Católicos de España
Del 2 al 4 de octubre se celebró en Madrid el IV Congreso de la Sociedad de Científicos Católicos de España, organizado por la Sociedad de Científicos Católicos (Society of Catholic Scientists) sección de España, este año en la Universidad CEU San Pablo. En él ha participado un grupo variado de científicos de diferentes disciplinas, que gozan de la inquietud de profundizar y entender mejor el mundo y para saber explicar mejor la relación entre Fe y Ciencia. Enrique Solano, presidente de la Sociedad de Científicos Católicos de España (SCCE), quiere empoderar al científico católico, por eso dice: “Nuestra obsesión es mostrarnos a la sociedad, que el científico católico deje de ser invisible”.
El profesor Javier Sánchez-Cañizares, físico y teólogo, asistente al congreso, entre muchas cosas, dice que la contingencia y la convergencia del universo pueden ser una muestra de la actuación de Dios, sin ser una prueba científica, pero sí una intuición. Igual que la diversificación, la espontaneidad y el potencial crecimiento de la naturaleza pueden ser una explicación de que existe un Dios personal, que no es solo creador sino que también quiere a sus criaturas.
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El Autor
Profesor y colaborador habitual de Vozpópuli.
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