La película «Los domingos», de Alauda Ruiz de Azúa ha conseguido devolverme la fe. No la fe en Jesucristo, que esa ya la tenía, aunque solo sea en una dosis homeopática, sino la fe en el ser humano, por lo que supone de ejercicio de comprensión hacia el que piensa distinto.
Y es que yo, como creyente, comprendo perfectamente a quien no cree; pero me cuesta comprender a quien, desde su planteamiento ateo o agnóstico ridiculiza a quien tiene fe cualquiera que sea su credo.
Ponerse en el lugar del otro
Igualmente, como hijo de emigrantes, puedo entender a quien se siente amenazado por la inmigración descontrolada, pero no puedo entender que haya quien levante muros inhumanos, los recluya en guetos, los explote o les niegue el deber de socorro como náufragos.
Como defensor del valor del ser humano en todos sus estadios, comprendo a las mujeres que deciden abortar por múltiples razones, pero me resulta difícil de entender que haya quien se oponga a que se ayude a las mujeres embarazadas que no querrían hacerlo si tuvieran el apoyo necesario. Desde el mismo planteamiento comprendo a quien pide la eutanasia, pero no puedo entender a quien niega la alternativa de los cuidados paliativos.
Como miembro de una familia de las denominadas «tradicionales» entiendo perfectamente a quien opta por formas de unión distintas, pero no puedo entender a quien se esfuerza por desprestigiar y destruir una institución milenaria de la que provenimos la mayoría y que sigue funcionando.
Como trabajador, entiendo que haya empresarios cuyo máximo interés sea generar más beneficios, pero no puedo entender que haya quien prime estos sobre el bien de las personas que trabajan para él, de la comunidad en la que se inserta su empresa o del medio ambiente.
Como padre de hijos en edad de independizarse entiendo que haya propietarios de viviendas que quieran conseguir una buena renta por alquilarla o venderla, pero me cuesta mucho entender que las administraciones no puedan hacer nada frente a la especulación salvaje.
Como amante de la paz, entiendo que haya ejércitos para salvaguardarla, pero no puedo entender a quien invade territorios ajenos, amenaza a los débiles o promueve la escalada armamentística.
Podría estar horas explicando opiniones totalmente contrarias a las mías que logro comprender poniéndome en el lugar del otro. También hay ideas que me parecen incomprensibles desde mi perspectiva actual pero que, dependiendo de las circunstancias, quién sabe si podría llegar a plantearme. No es relativismo, es conocer la frágil realidad humana y que hay que ponerse en los zapatos del otro para entenderlo.
La película
La película «Los domingos», que retrata el drama familiar que provoca la decisión de irse a un convento de una joven en cuyo hogar la fe se vive a nivel meramente sociológico, nos enfrenta a la diferencia y nos obliga a salirnos de la cómoda polarización en la que todos, yo el primero, estamos situados.
Lo mejor de la película es que la directora no se moja. Se define como no creyente, pero en la cinta no hay un solo de los clichés con los que el cine contemporáneo (mucho más el español) se acerca a la realidad de la Iglesia Católica. Describe una Iglesia como la que conocemos cualquiera de los que la frecuentamos. Curas normales, monjas normales y fieles normales. Con sus más y sus menos, por supuesto, pero no todos son pederastas ni reprimidos ni mojigatos.
En este sentido y gracias a las magníficas interpretaciones que nos regala «Los domingos», a veces se tiene la sensación de estar viendo un documental. Ruiz de Azúa se acerca a la realidad eclesial con la humildad (virtud de los verdaderamente grandes) de quien quiere conocer qué fenómeno es ese que ella desconoce en profundidad pero que tantos otros viven como elemento fundamental de sus vidas. Y no nos da moraleja o, mejor aún, nos regala la moraleja de no tener moraleja, de tratar al espectador como un adulto para que resuelva los problemas por sí mismo.
Que en nuestra sociedad alguien elija abrir el diálogo a la confrontación; el conocer la realidad del otro al prejuicio; el centro a los extremos o la verdad que nos trasciende y que hemos de buscar entre todos a los dictados de las ideologías es buena noticia para el mundo. Hacen falta más.
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.




