Mi experiencia en la cárcel

He vivido una experiencia única: conocer a los presos de la cárcel de Estremera. Me han enseñado cómo ven ellos la libertad y la Fundación Invictus me ha ayudado a desmontar prejuicios.

30 de septiembre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
cárcel

©Invictus

Hace poco fui a la cárcel de Estremera. Un sitio al que nunca imaginé que iría. Uno entra con mucho miedo, pero sobre todo prejuicios. Me imaginaba que sería igual de terrorífico que en las películas, pero nada más lejos de la realidad.

Pasamos unos cuatro controles de seguridad. Nos quitaron las llaves del coche y nos dieron un identificador en el que ponía “visitante”. “Si en la cárcel perdéis esta tarjeta no salís de aquí” nos dijeron. Todos bromeamos con que los presos nos harían el cambiazo, pero yo tenía cierto miedo real.

Una funcionaria nos llevó a un campo de fútbol de arena y allí esperamos a que llegaran los protagonistas de esta historia. De pronto se abrió una enorme puerta metálica y aparecieron, de golpe, unos 40 presos. A partir de ahí todo se desarrolló con mucha naturalidad y puedo decir que pasé una de las mañanas más interesantes de mi vida, gracias a la Fundación Invictus, que trata de transmitir valores a través del deporte. Charlamos un poco y después jugaron al rugby.

¿Qué es ser libre para un preso?

Hicimos un corro y tuvimos una agradable tertulia sobre la libertad. “Nadie es realmente libre, ni aquí ni en la calle. Las cosas de fuera te atan y no te dejan pensar con claridad” decía Carlos. “Allí afuera lloran por tonterías, porque están atados a las cosas del mundo”. Carlos comentaba el arrepentimiento por sus delitos, pero subrayaba lo mucho que le ha ayudado la cárcel porque, al tener tiempo para pensar, ha podido reflexionar y “darme cuenta de muchas cosas. Eso me ha hecho más libre”. 

Muchos afirmaban que, cuando se relacionan entre ellos, es cuando se sienten más libres: “nos tranquilizamos. Nos queremos”. Se veía que muchos tenían buena relación y un sentido del humor desbordante. Mientras unos jugaban al rugby otros me contaban anécdotas de lo más graciosas.

Pero la idea que más resonaba era la siguiente: la libertad está en la mente. “La libertad es algo que hay que valorar, pero nos la arrebatamos a nosotros mismos y no nos damos cuenta” decía Adonái Guerra, un canario al que le quedaba un mes de prisión. 

Desmontando prejuicios

Yo sólo podía pensar en que, indirectamente, transmitían la idea de que el pecado nos arrebata la libertad, nos hace cada vez más esclavos. Cuántas veces nos lo repiten en la Iglesia, y qué poco nos damos cuenta. Estos presos han podido experimentar físicamente esto. Me gustó ver que es lo que más interiorizado tienen y pensé “ojalá ser yo tan consciente de ello”. Me ayudó mucho estar frente un arrepentimiento tan real y una experiencia de conciencia del pecado.

Esta visita me ha hecho reflexionar también sobre los prejuicios. “Estamos tan solo a un error de diferencia” decían. “Allí afuera piensan muy negativamente de los que estamos dentro” repetían. Todos decían que nunca pensaban que acabarían allí pero que sus errores les llevaron a ello: “independientemente de lo que hayamos hecho somos personas”. Todas estas afirmaciones me llegaron al corazón. Pensé en todas las veces que había juzgado a todas esas personas cuyo pecado está expuesto. Y qué fácil es juzgarlas. Ojalá tener siempre presente que yo podría estar en esa misma situación.

Podría contar mil anécdotas más, pero voy a concluir con otro aprendizaje que me dieron los que voy a llamar los arrepentidos. “La cárcel no es dura. Lo duro es el tiempo perdido con tu familia, con la gente que quieres” decía Jesús, que llevaba tatuadas a sus dos hijas, una a cada lado de la cara. Allí dentro saben valorar el tiempo. Y aprovechan cada vis a vis con sus familias. Están deseando que llegue el sábado para disfrutar de su esperada visita semanal. “Apreciamos las cosas cuando las perdemos” decía Adonái. ¡Cuánta verdad encierra esta frase!

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