«Desde que hay móviles con cámara, la Virgen no se aparece», declaraba la actriz Miren Ibarguren en una reciente entrevista promocional de la serie de misterio que protagoniza. Lo cierto es que la semana pasada asistimos a varios milagros por televisión y pocos hablan de ello.
Lo primero que habría que decir es que los milagros son consecuencia de la fe y no al revés. «Tu fe te ha salvado», le dice Cristo a la hemorroísa, al ciego Bartimeo o al leproso tras ser curados. Es la persona que se abre a la fe, auténtico portal interdimensional, la que permite a Dios manifestar su poder en el mundo visible. Es también la causa, por tanto, de que los milagros a los que podamos asistir no garanticen en absoluto que quien los contemple vaya a creer luego.
La prueba está en los miles de personas que asistieron en directo a los milagros de Jesús, frente a los pocos que quedaron junto a Él en la cruz. En definitiva, por mucha gente que grabara con su móvil una supuesta aparición de la Virgen, como la apuntada por Ibarguren, no se ganarían muchos más adeptos a la causa mariana. Siempre se pueden buscar razones que justifiquen lo extraordinario, siempre se puede achacar al azar o a circunstancias especiales lo que no tiene una explicación racional. Los milagros no son signos para que creamos sino por que creemos.
El caso es que en el pasado Jubileo de los Jóvenes celebrado en Roma pudieron verse muchos milagros que, con un poquito de fe, brillan más que un espectáculo de fuegos artificiales. El primero, el de cada joven participante. ¿Cuántos pequeños prodigios detrás de cada uno de ellos para conseguir reunir el dinero para el billete, para aprobar aquel examen difícil y poder tener el verano libre, para encontrar grupo in extremis al que acoplarse…? Pregúntenles a ellos, verán cómo se lo confirman.
Y luego, el de los grandes eventos que, por sí solos, hablan. Una concentración de un millón de jóvenes de hoy ¿y ni un solo altercado o problema de seguridad? ¡Si no lo veo no lo creo!
¿Y aquel atronador silencio de ese mismo millón de muchachos y muchachas que pudimos ver por televisión en el momento de la exposición del Santísimo durante la vigilia con el papa León XIV? Que levante la mano el profesor de secundaria que consiga fácilmente un silencio parecido en su clase con apenas unas decenas de alumnos. Si quieren ver el milagro, miren el vídeo de la Vigilia del Jubileo publicado en el canal de Youtube de Vatican News. Realmente asombroso.
Por las implicaciones personales que conlleva, me quedo con otro momento sucedido en la prórroga que 120.000 jóvenes del Camino Neocatecumenal vivieron en Tor Vergata el día después de la Misa con el Papa. Se trata del tradicional encuentro vocacional que el equipo internacional del Camino (Kiko Argüello, Mario Pezzi y María Ascensión Romero) convocan después de cada convocatoria mundial de jóvenes. Presidido por el cardenal vicario de Roma, Baldassare Reina, en el contexto de una celebración de la Palabra en la que participaron numerosos cardenales y obispos, los jóvenes fueron invitados a responder a la llamada del Señor a entregar sus vidas de forma total como sacerdotes, religiosas o misioneros «ad gentes».
La respuesta fue espectacular: un total de 10.000 jóvenes dieron el sí, manifestando estar dispuestos a dejarlo todo –»casa, hermanos o hermanas, padre o madre, hijos o tierras» (Mt 19,29)– para seguir a Jesús en alguna de estas vocaciones de especial consagración.
«Os invito a mirar esta cruz –les dijo Kiko Argüello–. Ésta es la imagen de la libertad. La cruz es la imagen de la libertad. He aquí un hombre que se ha entregado por ti, que te hará libre para que te entregues a los demás y para que dejes de ofrecerte todo a ti mismo». Y el milagro de la libertad sucedió.
El vídeo está también en el canal de Vatican News y el momento es a partir del minuto 2:46:00. Primero, 5.000 chicos corriendo como si no hubiera un mañana para llegar al estrado donde recibirían la bendición con imposición de manos de los obispos presentes; y, después, 5.000 chicas haciendo lo mismo entre lágrimas de alegría y abrazos mientras cantaban el salmo 45: «Eres el más bello de los hombres…». Y es que Jesucristo, hoy, sigue enamorando a los jóvenes que asisten al evidente fracaso del modelo romántico que propone la sociedad. Es un milagro que pasa desapercibido para tantos que lo achacarán al impacto emocional o a una alucinación colectiva. Y es que, como les recordó Ascensión Romero, aludiendo al santo del día, San Juan María Vianney (1786-1859), que vivió un convulso cambio de época parecido al que estamos viviendo nosotros hoy, «en tiempos de persecución y dificultad, siempre el Señor suscita a muchos santos para ayudar la Iglesia y la sociedad».
Los 10.000 que se levantaron en el Jubileo no llegarán a curas, a monjas o a misioneros –inician ahora, junto a sus párrocos y catequistas, un tiempo de discernimiento de esa llamada–, pero ese día quedará seguro marcado en su corazón como aquel en el que experimentaron el amor infinito de Dios que te permite dejarlo todo para seguirle.
Así lo confirmaba Carmen Hernández, iniciadora del Camino Neocatecumenal, actualmente en proceso de beatificación: «Lo importante, de verdad de verdad, es que Cristo ha resucitado, y encontrarse con él. Ser cura, monja, casado, soltero, viudo o lo que sea es una tontería; lo importante es encontrarse con Jesucristo». La cita está tomada del libro Corazón indiviso. (BAC, 2025), de Josefina Ramón Berná, que ha hecho las delicias de muchos de mis días de vacaciones, y que recoge una síntesis del revolucionario pensamiento de Carmen en torno a la mujer, la virginidad, el celibato y la vida matrimonial. Debería ser un imprescindible en la biblioteca de los conventos y comunidades de consagradas, seminarios y responsables de Pastoral Vocacional y Familiar, porque sus intuiciones son absolutamente providenciales.
El milagro de los jóvenes levantados en Tor Vergata fue grabado por miles de móviles de los allí presentes y televisado en directo, pero no muchos creerán en su origen sobrenatural. ¿Jóvenes que dicen haberse encontrado con Jesucristo? De locos. Ver para no creer.
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.