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Ni progresista ni conservador. Francisco promovió la responsabilidad personal para votar

Francisco ha recordado que el cristiano puede elegir libremente su opción política, siempre que forme bien su conciencia según la doctrina social de la Iglesia. La unidad católica no se basa en ideologías, sino en una ética compartida que exige claridad moral y responsabilidad personal.

Fernando Mignone·30 de abril de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
progresista

OSV News photo/Dylan Martinez, Reuters

Bastantes católicos confunden su opinión personal política con la verdad moral y religiosa. Les cuesta saber qué es opinable y por tanto cuestión de prudencia en el arte práctico de la actuación política y social. Piensan que el cristianismo es conservador, o que es progresista. A la vez, a menudo desconocen la verdad ética, debido a una gran ignorancia religiosa y al relativismo ambiental.

Francisco enseñó al mundo que la Iglesia no es de derechas ni de izquierdas, es sencillamente católica, que quiere decir universal. Cada católico puede elegir ser políticamente conservador o progresista. Y por lo tanto, un católico, una cristiana, vota según su conciencia, bien formada, según las enseñanzas sociales de la Iglesia. Prudencialmente. Mas he aquí el quid de la cuestión: ¡hay tanta ignorancia ética!

Por ejemplo, en Canadá, un católico pudo votar por los liberales de Mark Carney, que el 28 de abril ganaron las elecciones, o por los conservadores de Pierre Poilievre, que los perdieron. Ambos partidos promovían políticas problemáticas desde el punto de vista de la doctrina social de la Iglesia. ¿Cuál sería el mal menor?

Con respecto a las elecciones estadounidenses de noviembre pasado, el 14 de septiembre de 2024 Francisco dijo, en una rueda de prensa en el avión papal: «Hay que elegir el menor de los dos males. ¿Esa señora (Kamala Harris) o ese señor (Donald Trump)? No lo sé. Todos los que tienen conciencia deben pensar en esto y elegir. Expulsar a los inmigrantes, dejarlos donde quieras, abandonarlos… es algo terrible, ahí hay maldad. Expulsar a un niño del vientre de la madre es un asesinato, porque hay vida.”

Unos días antes de que el senado argentino legalizara el aborto el 30 de diciembre de 2020 Francisco había señalado, con referencia a esa ley: «El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura».

A una diputada argentina le había escrito en noviembre de 2020: «Sobre el problema del aborto, ten presente que no es un asunto primariamente religioso, sino de ética humana, anterior a cualquier confesión religiosa. ¿Es justo eliminar una vida humana para resolver un problema? ¿Es justo contratar un sicario para resolver un problema?»

Hace diez años en su famosa encíclica Laudato si (nn. 60-61) Francisco aseveró: «Se han desarrollado diversas visiones… y posibles soluciones. En un extremo, algunos sostienen a toda costa el mito del progreso y afirman que los problemas ecológicos se resolverán simplemente con nuevas aplicaciones técnicas, sin consideraciones éticas ni cambios de fondo. En el otro extremo, otros entienden que el ser humano, con cualquiera de sus intervenciones, sólo puede ser una amenaza y perjudicar al ecosistema mundial, por lo cual conviene reducir su presencia en el planeta e impedirle todo tipo de intervención”.

«Entre estos extremos, la reflexión debería identificar posibles escenarios futuros, porque no hay un solo camino de solución. Esto daría lugar a diversos aportes que podrían entrar en diálogo hacia respuestas integrales. Sobre muchas cuestiones concretas la Iglesia no tiene por qué proponer una palabra definitiva y entiende que debe escuchar y promover el debate honesto entre los científicos, respetando la diversidad de opiniones. Pero basta mirar con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común. La esperanza nos invita a reconocer que siempre hay una salida». Lo que ahí él escribe sobre nuestra casa común, el planeta Tierra, se podría aplicar a tantos otros temas candentes.

Con su magisterio, Francisco quiso responsabilizar a gobernantes, dirigentes, intelectuales ya cada cristiano, a cada ciudadano de a pie: sensibilizarlos para que promovieran soluciones moralmente buenas. Sobre el matrimonio y la familia, sobre la vida desde la concepción a la muerte natural, sobre Gaza y el Congo y las otras guerras, sobre la inmigración, la economía, la salud… No olvidemos, por terminar con un ejemplo lacerante, que casi 800 millones de personas (o el 10 % de la humanidad) encuentran dificultades para acceder a alimentos adecuados: para ellos, todos los días son de ayuno. Existe una “policrisis”, debida entre otras cosas a cambios climáticos y conflictos, que revierte los avances de la lucha contra el hambre. (Ver el informe de dos ONG europeas Índice Global del Hambre 2023).

El autorFernando Mignone

Montreal

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