Niños con disciplina, adultos con voluntad

Hemos perdido la capacidad de educar en la voluntad y la disciplina, raíces del respeto y la madurez emocional. Recuperarlas es urgente si queremos sanar nuestras relaciones y formar hijos fuertes y felices.

9 de octubre de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos
disciplina

©Vitaly Gariev

Estamos normalizando las relaciones humanas tóxicas. Adultos que reclaman derechos aplastando derechos. Matrimonios que se rompen por inmadurez y malos hábitos; adicciones, suicidios, asesinatos, violencia exacerbada. Todo esto es producto de que no hemos sido entrenados  desarrollar la fuerza de voluntad, esa energía poderosa que nos lleva a practicar el bien.  

Cada vez son más comunes las escenas en las que observamos niños impulsivos, desobedientes, irrespetuosos y que exigen inmediatez en el cumplimiento de sus deseos. Los padres de familia reciben diagnósticos sobre su conducta y se multiplican los niños con TOD (síndrome de oposición desafiante) o los que presentan rasgos de  TDHA (trastorno de déficit de atención con hiperactividad).  Se les da un veredicto y un medicamento pretendiendo que así estarán bien. Además, se recomiendan normalmente una serie de medidas que pocas veces se llevan a cabo y podemos constatar que el medicamento en realidad fue insuficiente, no sirvió. 

¿Por qué?

Creo que la cultura que nos envuelve nos invita a obtener resultados sin esfuerzo dentro de casa. Nos lleva a poner empeño fuera de ella: el trabajo es absorbente, nos rebasan los compromisos sociales, la competencia por el éxito entendido como dinero que permita consumir más nos consume a nosotros, las redes sociales, las pantallas que ofrecen vidas virtuales perfectas… Son muchas cosas que nos distraen de nuestra sublime misión educadora.

A los padres de un pequeño con los síntomas que he descrito les recomendarán:

  1. Calma. Los gritos y la impulsividad pueden empeorar la situación. Tome distancia antes de responder a una conducta desafiante.
  2. Límites claros. Se ponen reglas y se aplican consecuencias consistentes y predecibles.
  3. Crear una rutina diaria estructurada. La previsibilidad reduce el estrés. Buenos hábitos de higiene, levantarse temprano, desayunar bien, hacer tarea, ayudar en labores de casa, poco tiempo de pantallas, buenos modales en la mesa, etc. 
  4. El niño puede expresar cómo se siente pero no se tolerará la conducta agresiva o grosera. “Entiendo que estés enojado pero es necesario que respetes a todos especialmente a mamá”.
  5. Dar una instrucción clara y concisa y, ser firmes.

Estas sugerencias en realidad son para todos. El gran mal de las relaciones interpersonales tiene en su base una causa común: no se ha desarrollado la fuerza de voluntad. No estamos construyendo andamios fuertes que solo se obtienen con disciplina. Se dice que el 80% de nuestros problemas se resuelven con disciplina.

Albert Einstein decía: hay una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica: la voluntad. Y es que la fuerza de voluntad impulsa el progreso, nos lleva al bien deseado. Implica saber esperar por la recompensa. Plantearla e ir por ella. 

  • Quiero un cuerpo sano, necesito darle buena alimentación, ejercicio y descanso.  
  •  Deseo éxito laboral, estudiaré, practicaré, haré propuestas, me aplicaré con devoción… 
  • Anhelo un matrimonio feliz, me prepararé para ello, haré los cambios necesarios, viviré el respeto y los detalles de cariño aunque a veces me falte el deseo…

La fuerza de voluntad se forja y se manifiesta en la disciplina, que es indispensable para el logro de objetivos, es el puente entre las metas y los logros, como dice Jim Rohn.

Diversos autores que hablan de la educación de la voluntad sostienen: 

La educación de la voluntad es un proceso gradual de aprendizaje y práctica que ayuda a desarrollar el autocontrol, la autodisciplina y la capacidad de lograr metas a largo plazo, superando la gratificación instantánea. Como un músculo, la voluntad se fortalece con el ejercicio constante y se debilita con la falta de uso.

Si tenemos hijos que no practican el respeto, el orden, la responsabilidad, la bondad, la generosidad, con diagnóstico de un síndrome o sin el, necesitamos darles disciplina y fortalecer su voluntad. ¡Vamos por ello! Esto es educar en valores, modelar con el ejemplo para hacer de ellos personas virtuosas. Que ésta sea nuestra meta y se convertirán en adultos maduros, estables y felices. 

La palabra de Dios nos instruye acerca de la disciplina. Algunos de los versículos que nos dan luz al respecto son:

Y ustedes, padres, no hagan enojar a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor.(Efe 6, 4). Porque el Señor disciplina a los que ama, como corrige un padre a su hijo querido. (Prov. 3, 11-12).

Ciertamente, ninguna disciplina, en el momento de recibirla, parece agradable, sino más bien dolorosa; sin embargo, después produce una cosecha de justicia y paz para quienes han sido entrenados por ella.(Heb. 12, 11).

Estamos distraídos. Volvamos a nuestra esencia y vivamos aquello para lo que hemos sido diseñados: el amor. Requiere esfuerzo, preparación y volver a empezar cuantas veces se haga necesario. ¡Y vale la pena!

Todos los deportistas se entrenan con mucha disciplina. Ellos lo hacen para obtener una corona que se echa a perder; nosotros, en cambio, por una que dura para siempre. (1Cor. 9, 25).

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