La paz que anhela el corazón

La paz viene de una entrega confiada a Dios y no tanto de "hacer muchas cosas".

25 de mayo de 2025·Tiempo de lectura: < 1 minuto
Paz

La mentalidad utilitarista en la que estamos inmersos nos podría llevar a pensar que el tiempo dedicado a Dios es tiempo perdido, o al contrario, que haciendo «muchas cosas piadosas» nos ganamos el cielo, a veces perdiendo la paz.

Vivimos en un mundo frío e indiferente. Juan José Millás decía durante el cónclave que todo era una puesta en escena de estos días, muy atrayente pero para enmascarar el vacío… Creo que así piensan muchos. Sin embargo, al ver por primera vez el rostro de Robert Prevost, León XIV, personalmente sentí que Dios nos hacía un regalo que superaba mis expectativas. Un hombre que da paz.

«La paz comienza con cada uno de nosotros: con la forma en que miramos a los demás, escuchamos a los demás y hablamos a los demás» (León XIV). La paz es aceptar las diferencias, tener la capacidad de escuchar y apreciar a los demás. La paz trae la unidad.

Algunos de nuestros lectores conocerán la historia de María Ignacia García Escobar, quien en 1933 después de cuatro meses de agonía (sufrió un auténtico calvario, llagada de pies a cabeza, consumida, la última vértebra deformada y se le sobresalía, cada día iba menguando de estatura) murió de tuberculosis en el Hospital del Re (Madrid) a los treinta y cuatro años. 

En algunas de las anotaciones que hizo durante su enfermedad se lee: «Todo en el mundo es vanidad. Solamente el servir y amar a Nuestro Señor durará eternamente». Eligió el camino del amor, viviendo en una primavera continua. 

Casi un siglo después, la vida de esta joven laica cordobesa nos enseña que la paz es un don de Dios, como ella escribía: «Sonreiré estos días en medio de cuantas sequedades y tribulaciones quieras enviarme. Todo lo podré contigo». 

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