Tribuna

El Corazón de Cristo en el corazón de España

La espiritualidad del Corazón de Cristo cuya fiesta celebramos este mes de junio es un camino de santidad actual y una vía privilegiada para comprender el misterio de Jesucristo.

Manuel Vargas Cano de Santayana·16 de junio de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos

El Cerro de los Ángeles no es solo un lugar geográfico en el centro de la península ibérica. Desde tiempo inmemorial, Nuestra Señora de los Ángeles es venerada en este monte por el pueblo de Getafe. Pero, cuando Su majestad Alfonso XIII consagró España aquí, en 1919, al Sagrado Corazón de Jesús, este lugar se convirtió en un santuario espiritual que da acogida a miles de personas de toda nuestra nación, una escuela de oración y de amor reparador. En el silencio de su explanada, ante el monumento y la basílica, resuena la invitación siempre actual que el Señor hizo a Santa Margarita María de Alacoque en 1675: ‘‘Al menos tú ámame’’. Esta súplica, que brota del Corazón traspasado de Cristo, condensa el núcleo de esta espiritualidad: dejarnos amar por el Señor y amarle en respuesta.

La espiritualidad del Corazón de Cristo no es una devoción del pasado ni es sólo una estética piadosa. Es un camino de santidad actual y una vía privilegiada para comprender el misterio de Jesucristo: su humanidad sigue siendo el sacramento visible del amor invisible de Dios. Así lo ha recordado con fuerza el Papa Francisco en su última encíclica Dilexit Nos, verdadero testamento espiritual del pontífice recientemente fallecido y culmen de su magisterio. En ella nos decía: ‘‘El Sagrado Corazón es una síntesis del Evangelio’’ (Dilexit Nos, 83).

El Cerro de los Ángeles es, desde esa perspectiva, mucho más que un lugar de peregrinación: es un signo profético que interpela a la Iglesia y al mundo. Los cinco mártires que entregaron aquí su vida por Cristo, testigos fieles del Amor que no muere, nos enseñan que amar al Corazón de Cristo no es una espiritualidad evasiva, sino comprometer la vida hasta la entrega total, incluso en un contexto hostil. Ellos supieron confiar, amar y reparar, haciendo de su vida una oblación por la Iglesia y por España.

Esta atalaya junto a Madrid ha atraído a innumerables santos que, movidos por el Espíritu Santo, se postraron ante el Sagrado Corazón: santa Maravillas de Jesús inauguró en 1926 el convento de las Carmelitas Descalzas, respondiendo a una inspiración del Señor que le decía: ‘‘Mi Corazón necesita ser consolado (…), España se salvará por la oración’’. San José María Rubio, el jesuita apóstol de Madrid a inicios del siglo XX, vino muchas veces a celebrar la Eucaristía aquí, enseñando a los madrileños a confiar en el Corazón Divino como refugio seguro en tiempos difíciles. También san Josemaría Escrivá estuvo aquí y alentó a sus hijos espirituales a descubrir en el Corazón de Cristo la fuente del apostolado laical en medio del mundo. San Manuel González, el obispo de los Sagrarios Abandonados, vio en este lugar una fuente de renovación para la pastoral de la Iglesia, e incluso la Madre Teresa de Calcuta, en una de sus visitas a España, quiso venir a orar aquí, reconociendo que en el Corazón de Jesús se encuentra la fuerza para amar y servir a los más pobres entre los pobres.

En una sociedad que ha optado tantas veces por vivir de espaldas a Dios, la espiritualidad del Corazón de Jesús es una invitación a recuperar la mirada hacia el Amor primero. Como decía Benedicto XVI en Deus Caritas est, no se comienza a ser cristiano por una gran idea, sino por el encuentro con una Persona que da un nuevo horizonte a la vida. Ese horizonte es el Corazón traspasado de Jesús que, desde el Cerro de los Ángeles, sigue diciendo: ‘‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’’ (Mt 11, 28).

La familia cristiana, Iglesia doméstica, encuentra en esta espiritualidad una fuente de renovación. En un ambiente que exalta el individualismo, el Corazón de Cristo nos invita a construir hogares donde se adore, se confíe, se repare, se ame. Como bien enseña Dilexit Nos, es en el Corazón de Cristo donde aprendemos a vivir una cultura de ternura y gratuidad, donde toda herida humana puede ser tocada y sanada por el amor oblativo de Jesús.

El Cerro de los Ángeles quiere ser eso: una escuela de amor reparador; una llamada a la santidad personal; una invitación a mirar la historia, la Iglesia y el mundo desde el costado abierto de Cristo. Allí, como María al pie de la Cruz, aprendemos a ser discípulos amados y enviados. Y desde allí queremos ser apóstoles del Corazón herido y glorioso, convencidos de que no hay desierto humano que no pueda convertirse en tierra de gracia si se deja fecundar por este Amor, incesante agua viva. Desde el corazón geográfico de España brota una llamada ardiente a confiar, amar y reparar, seguros de que el Corazón de Cristo sigue siendo la respuesta a las inquietudes más profundas del hombre de hoy.

El autorManuel Vargas Cano de Santayana

Vicario del Cerro de los Ángeles. Diócesis de Getafe

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