Unión de los cristianos y aniversario de Nicea 

A 1700 años de Nicea, los cristianos están llamados a renovar el anhelo de unidad que dio forma a la fe de la Iglesia universal.

28 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Concilio de Nicea

Fresco de la Biblioteca del Vaticano Concilio de Nicea ©CNS/Carol Glatz

En el siglo XV se produjo una fugaz unión de los cristianos. Fue durante el pontificado del Papa Eugenio IV. Una delegación papal, de la que formaba parte Nicolás de Cusa, acompañó al emperador Juan VIII y al patriarca José en su viaje desde Constantinopla a Roma. El resultado fue la unión de la Iglesia ortodoxa griega a la Iglesia católica (6.VII.1439).

Nicolás de Cusa, en ese viaje de Constantinopla a Italia, vivió una experiencia decisiva para su concepción filosófica. Vio cómo el horizonte del mar parece extendido como una línea recta y, sin embargo, esa recta forma parte de un círculo con radio muy grande, testimonio de la fortaleza esférica de la tierra. Esa experiencia influyó en su obra “De docta ignorantia”. Sabemos que por nuestra finitud no podemos alcanzar la verdad en su plenitud y precisión. Y cuanto más conscientes somos de nuestra ignorancia tanto más de convierte en una ignorancia docta, en sabiduría, en una sabiduría que parte de la duda pero que presupone la existencia de la verdad que solo puede ser fundada en una inteligencia infinita, eterna y creadora.

El fracaso de la unión entre Oriente y Occidente

La unión de las iglesias, proclamada el 6.VII.1439, en la iglesia de Santa María dei Fiori, de Florencia, fracasó al poco tiempo. El metropolita Isidoro de Kiev la proclamó a su llegada a Moscú, pero fue arrestado por orden del príncipe Vasili, que prohibió a la Iglesia rusa aceptar cualquier unión con los latinos. En el imperio bizantino, los obispos griegos, de retorno de Florencia, encontraron un clima popular adverso.

Aunque la unión fue promulgada en la catedral de Santa Sofía el 12.XII.1452 en presencia del emperador Constantino XI, del legado papal y del patriarca bizantino, la reacción fue un violento tumulto, iniciado por parte del clero y de los monjes, que lanzaron el grito, secundado por las masas: “¡Reine sobre Constantinopla el turbante de los turcos, antes que la mitra de los latinos!”.

Medio año más tarde, ese grito tenía triste cumplimiento: el 29.V.1453 la capital caía en poder de los turcos, el último emperador moría en la lucha y el imperio bizantino terminaba sus días.

En Roma, Isidoro de Kiev, huido de Rusia, y Bessarion de Nicea, convertidos en dos cardenales de la Iglesia, fueron durante años como un recuerdo vivo de algo que pudo haber sido y no fue, porque los hombres no quisieron.

Meditando sobre la caída de Constantinopla, Nicolás de Cusa concibió su gran visión de una futura conciliación universal: “De pace fidei” sobre la paz de la fe, terminada antes del 14.I.1454.

Siguiendo a Pío II hacia la costa adriática, donde iría a reunirse la flota de la cruzada cristiana contra la invasión turca, Nicolás sufrió el último ataque de una enfermedad crónica y murió en Todi (Umbría) el 11. VIII.1464. Tres días después murió en Ancona su amigo Eneas Silvio, el Papa Pío II.

Nicea: raíz y símbolo de la unidad cristiana

En este Año Jubilar dedicado a la esperanza, destaca un aniversario muy significativo: se cumplen 1700 años de la celebración del primer Concilio ecuménico, el Concilio de Nicea. Se trata de un «hito», como subraya el Papa Francisco en la Bula de convocación del Jubileo 2025. Para todos los cristianos, representa un acontecimiento con el que identificarse y encontrar la unidad.

Es uno de los grandes capítulos de la historia de la Iglesia. El Concilio fue convocado por el emperador Constantino en 325 con la tarea de preservar la unidad, «gravemente amenazada -como recuerda Francisco en el documento «Spes non confundit»por la negación de la divinidad de Jesucristo y de su igualdad con el Padre». El Concilio de Nicea, al que asistieron unos 300 obispos, entre ellos legados del Papa y representantes de la Iglesia oriental, condenó la herejía de Arrio. De Nicea procede una invitación que sigue siendo actual, dirigida a todas las Iglesias y Comunidades eclesiales: proseguir el camino hacia la unidad. Los Padres conciliares utilizaron «por primera vez la expresión Nosotros creemos».

El Concilio de Nicea surgió como consecuencia de problemas en algunas de las principales sedes episcopales de Oriente, entre ellas Alejandría y también Antioquía. La contribución del emperador Constantino fue decisiva y buscó a su manera la unidad, una paz religiosa que pudiera garantizar también al pueblo. También es unidad ver que el Concilio de Nicea -hoy Iznik, ciudad de peregrinación- está de alguna manera relacionado con este tiempo jubilar de esperanza. 

Para las Iglesias orientales, el Concilio de Nicea es el primer Concilio ecuménico. Este acontecimiento se conmemora en casi todas las tradiciones de las distintas Iglesias orientales en el año litúrgico con una fiesta especial. La declaración de que «Cristo es verdadero hombre y verdadero Dios» responde a la herejía del arrianismo. La expresión del Filioque añadida por la Iglesia latina al Credo niceno-constantinopolitano, a saber, que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, tiene una connotación precisa: se trata de subrayar esta naturaleza divina del Hijo.

La cuestión del Filioque ha sido una de las causas de disensión entre las Iglesias de Oriente y Occidente. En el siglo XX, gracias a los diálogos ecuménicos entre católicos y ortodoxos, se ha puesto de manifiesto que no se trata de un tema que cause división. Hay estudiosos que sugieren que la Iglesia latina reflexione, vea si se puede suprimir el Filioque y se vuelva a la forma más antigua.

Una Pascua común

En el Concilio de Nicea también se debatió la cuestión de la fecha en que debía celebrarse la Pascua. Ya en el siglo IV se había expresado el deseo de «celebrar juntos la Pascua»: el emperador Constantino, informa Eusebio de Cesarea, quería que los cristianos la celebraran en una fecha única. Una de las decisiones tomadas en el Concilio de Nicea fue no celebrar la Pascua con los judíos.

En el siglo XII, varios canonistas bizantinos añadieron también «que la Pascua no debía celebrarse antes que los judíos». Hoy en día, en el calendario gregoriano, la Pascua puede preceder a la Pascua judía. Los estudiosos sostienen que no fue por motivos relacionados con el antisemitismo, sino debido al hecho de que, tras varias destrucciones de Jerusalén, incluso los propios judíos habían perdido la forma de calcular con precisión la Pascua. Ahora, en este aniversario en el que se cumplen 1.700 años del Concilio de Nicea, se está planteando la conveniencia de llegar a «una fecha única para la Pascua».

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