Me gustaría recomendar un libro que se lee en una tarde. Se titula “Veinticuatro horas en la vida de una mujer» y fue un bestseller hace casi cien años. Con el tiempo, se ha convertido en un clásico. Cuenta una historia dentro de otra historia, con una estructura narrativa conocida como relato enmarcado.
Escándalo y crítica
El libro comienza en un hotel donde los huéspedes hablan de lo que ha pasado ese día: una dama, que se alojaba con ellos, acaba de abandonar a su marido e hijos para irse con un apuesto galán que se paseaba, desde hacía pocos días por allí, y que no había pasado inadvertido. Las conversaciones giran en torno al caso y todos, en estado de shock, critican la decisión de la mujer, al considerar que su actuación es reprochable y que nada bueno le deparará el futuro.
Solamente un caballero no es duro con ella y comenta la decisión de forma indulgente. La señora C. de sesenta y cuatro años, al escucharle opinar sin juzgar se siente impulsada a elegirlo como confidente. Ella es, a la vista de todos, una señora de entrada edad, elegante y con una reputación intachable.
La señora C. custodia en su corazón una piedra que le pesa y siente la necesidad de lanzar al vacío: se desahoga con él, a solas, el día siguiente. En ese momento, le cuenta un episodio, ocurrido 20 años antes en Montecarlo, del que se arrepiente profundamente y que nunca ha contado a nadie. En un momento dado dice que le gustaría ser católica para poder confesarse porque en un solo día hizo algo de lo que ella se juzga cada día.
Personas dispuestas a ayudar
La novela tiene muchos puntos de reflexión, pero me quedo con uno que me ha cautivado: la necesidad imperiosa que tenemos las personas de desahogarnos con quienes no nos juzguen. Por ello, muchas veces, nos encontramos contando nuestra vida a un perfecto desconocido, al que no le importamos nada.
Como apunta Stefan Zweig, autor de esta novela corta que te atrapa desde el primer minuto uno: «El mundo puede ser cruel pero siempre habrá personas dispuestas a ayudarnos y consolarnos”.